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10 de octubre 2017

¡Que alguien me explique!

Margarita, juicios sumarios

En el análisis mediático de la renuncia de Margarita Zavala al PAN abundan las plumas que la condenan. Desde la personal óptica de diversos opinadores, la precandidata debió tragarse sapos y comer culebras antes que atreverse a dividir a su partido. Conoce los detalles en la opinión de Ramón Alberto Garza para #QueAlguienMeExplique

Por Ramón Alberto Garza

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Los medios de comunicación viven una crisis sin precedente, de credibilidad y financiera, producto de las nuevas tecnologías que hacen de las redes sociales “el medio sin medios”.

Y lo que antes solían ser opiniones unilaterales, casi absolutistas, de periodistas, editorialistas o analistas, se enfrentan con la reacción inmediata de las masas, que en un poderoso click aprueban o desaprueban sus contenidos.

Viene esta reflexión, porque en el análisis de la renuncia de Margarita Zavala al PAN abundan las plumas que la condenan, porque en su muy particular opinión, con su salida del partido ella “le está haciendo el juego al PRI”.

Acusan que Margarita antepuso su ego al interés del partido, que no midió la división que su decisión generaría, y debilitó al PAN. Incluso que se está llevando de encuentro décadas de lucha opositora, por ambiciones políticas personales.

Quienes así lo escriben no aceptan la posibilidad de que, en su derecho, la ex primera dama se sintiera no solo maltratada, sino marginada, sin condiciones de equidad para una justa contienda interna rumbo al 2018.

Y no se trata de condenar aquí a Ricardo Anaya, quien sin duda tendrá sus argumentos y posiciones muy válidos para justificar su postura, muy defendible por quienes simpatizan con su causa.

De lo que hablamos es que algunos editorialistas o analistas, sobre todo los de medios tradicionales, en su afán por adueñarse de la verdad, acaban por atropellar el libre albedrío de quienes generan la noticia.

Y lejos de dedicarse a evaluar el hecho, sus alcances, sus pros y sus contras, se instalan como maestros que quieren darle a su alumno –en este caso a Margarita- una lección de lo que debió hacer.

En pocas palabras, que desde la personal óptica de esos opinadores, la precandidata con la mayor popularidad en las encuestas albiazules debió tragarse sapos y comer culebras antes que atreverse a dividir a su partido.
Infame gesto que ignorando los hechos –como su historia, trayectoria y popularidad – exigen que Margarita sea una diosa azteca dispuesta a inmolarse en la piedra de los sacrificios políticos nacionales.

Más que un ego desbordado, lo que revela la renuncia de Margarita es la incapacidad de los jefes supremos del PAN, actuales e históricos, para alcanzar un entendimiento
justo para todos.

La crisis de un PAN que lo tenía todo para recuperar la presidencia en el 2018 es que las ínsulas creadas por sus tribus generaron una guerra intestina de todos contra todos. Y en esa disputa no hay ganador.

El poder corrompió al partido azul que desafío al tradicional monolito priista, para terminar juntos en la cama, acuerpados por tres sexenios, gestando un engendro llamado Prián. Con sus padrinos Vicente Fox y Felipe Calderón.

Por eso en la lógica política no importa lo que hagan o digan Margarita o Anaya. Al final del día serán los panistas primero y el electorado después, los que definan quién es quién.

De la misma manera que se dice que con su salida del PAN Margarita fortalece al PRI, lo mismo puede especularse de Anaya. Que su intransigencia lo convirtió en el Caballo de Troya que gestó la división a favor del sistema.

Por eso como comunicadores debemos de ser justos y sensatos. Para no acabar con juicios sumarios, sin hechos, traspasando la frontera que nos instala en el activismo.

Una cosa es lo que es, bueno o malo. Y otra muy distinta lo que quisiéramos que fuera. Para esto último, es obligado ser militante. Y esa no es la función ni del periodista ni del analista.

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