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18 de febrero 2020

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Lozoya Vs. el Avión

Conforme avance la trama de Lozoya se verá que estaremos ante el caso más grande de corrupción de que se tenga memoria en México.

Por Ramón Alberto Garza

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Curioso el México en el que vivimos, en el que con toda facilidad los hombres del poder político y económico tienen las palancas para desviar la atención de los temas trascendentes para la nación.

Dígalo si no el hecho de que durante el fin de semana los medios de comunicación destinaron mucho más espacios a cuestionar la cena del presidente y los empresarios para apoyar el no-sorteo del avión, que a los efectos de la detención de Emilio Lozoya en España.

Para ver las proporciones, hablamos de aportaciones voluntarias de empresarios por mil 500 millones de pesos –unos 75 millones de dólares- versus el saqueo indiscriminado, a espaldas del pueblo, en lo oscurito, de miles de millones de dólares de la principal empresa paraestatal.

Pero a algunos de los hombres del poder, entre ellos algunos de los que acudieron a la cena de los tamalitos de chipilín con chocolate, les interesa que los reflectores se desvíen hacia la rifa del avión presidencial y no se le escarbe más al robo en Pemex.

Porque conforme avance la trama de Lozoya y se vayan descubriendo los jefes y los cómplices, se verá que estaremos ante el caso más grande de corrupción de que se tenga memoria en México.

Lo que el caso Lozoya pondrá en la mesa es la más clara evidencia de los contubernios que se crearon entre las elites política y empresarial –nacionales y extranjeras- para hacer de Pemex una empresa privada con fachada de pública.

Una empresa del Estado en la que las utilidades eran para los contratistas y los vendedores de plantas chatarra, con el debido soborno a los directivos, mientras que las pérdidas corrían a cargo del Erario Nacional.

¿Conoceremos por ejemplo los pormenores del entramado de las aportaciones de la constructora brasileña Odebrecht a la campaña presidencial del PRI del 2012? ¿A quién de verdad le entregó Lozoya esos dineros y en qué cuenta offshore fueron depositados?

¿Sabremos al detalle de los jaloneos de distintos poderosos allegados al entonces director de Pemex para quedarse con Oceanografía, después de que esa naviera favorita de Pemex y su dueño Amado Yañez fueran acusados de fraude al presentar facturas falsas de la paraestatal para amparar préstamos otorgados por CitiBanamex?

¿Pasarán lista en el juicio a Lozoya los nombres de las corporaciones que se crearon de la noche a la mañana al amparo de favores políticos y promesas de que si los apoyaban convertirían al director de Pemex en el candidato del PRI a la presidencia en el 2018?

¿Podremos conocer la danza de los miles de millones destinados a las corporaciones que nacieron y crecieron al amparo de Lozoya en el campo de las plataformas petroleras para extraer crudo en aguas profundas?

¿Dará Lozoya los detalles de sus viajes a Singapur para abogar para que le adelantaran la entrega de plataformas a una de esas corporaciones favoritas?

Esos y muchos otros son los cuestionamientos que deberíamos estar debatiendo hoy en las páginas de los diarios, en los noticieros de radio y televisión, en las redes sociales.

Pero insistimos en que existen intereses muy poderosos que buscan hacer de la cena con empresarios para la rifa del avión presidencial, el gran escándalo que esconda el verdadero saqueo a la nación.

Será en vano, porque para salvarse a sí mismo, a su esposa, a su madre y a su hermana, Lozoya tendrá que revelar los nombres que acabarán descobijando el gran robo del siglo a México.

Y entonces ni los tamales de chipilín ni el chocolate, ni las órdenes de desviar los reflectores en los medios, serán suficientes para sofocar el verdadero escándalo.

Hace poco más de un año me topé con Emilio Lozoya Thalmann, el padre, a quien conocía desde los años en que fue Secretario de Energía. Le dije entonces que lo que vendría para su hijo sería muy grave, de proporciones inimaginables.

“No me preocupa”, dijo Lozoya padre. “Mi hijo no actuó por iniciativa propia. Lo que hizo fue por órdenes de sus superiores. Nunca se mandó solo”.

El desproporcionado escándalo mediático de los tamales de chipilín con chocolate solo viene a confirmar el tamaño de lo que en Pemex se buscará en vano ocultar. Muy pronto lo veremos.

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