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21 de noviembre 2024

1 de noviembre 2024

Opinión

#LosTaconesDeMarcela | Sin NORMAs

Los Tacones De Marcela

Hoy nos quedamos sin normas, incluida la Ministra Presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña tras la renuncia anticipada de los ocho ministros en efecto dominó a causa de la Reforma al Poder Judicial

Por Marcela Garza Barba

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Malo el cuento, cuando los ciudadanos ya no pueden distinguir entre una dictadura a modo y una democracia maquillada.

Cuando lo que viene desde el régimen en el poder no es cuestionado, sino aplaudido.

Cuando el sistema es sofocado por una supremacía de partido que arrasa con la división de poderes.

Cuando los ministros que salvaguardan las leyes renuncian, porque no existe el equilibrio deseado.

Prefieren irse que quedarse a vivir la masacre morenista a la Constitución (sí, yo también como ustedes, me lo cuestiono).

Hoy nos quedamos sin normas, incluida la Ministra Presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña.

Una Norma que defendía al ciudadano ante las injusticias morenistas más que la oposición, sin ser oposición.

Una Norma que marcaba la pauta constitucional y defendía a capa y espada los derechos humanos de los mexicanos.

Es difícil admitirlo, pero al cierre del sexenio del ex presidente Andrés Manuel López Obrador y al inicio de la presidenta títere Claudia Sheinbaum, podemos decir que nos parecemos más a un Venezuela que a un México democrático.

La renuncia de los ocho ministros en efecto dominó, dejando a las tres mujeres morenistas en las sillas: Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz es sólo la antesala del futuro negro que se avecina.

Un Venezuela 2.0.

Sin Normas.

Sin leyes.

Un país que es tierra de nadie o más bien de un solo hombre y los suyos, tal cual Nicolás Maduro y su séquito.

Despierta mexicano, que hoy tu país te necesita.

Los invito a visualizar el 2030.

Contienda electoral.

Morena se ha adueñado de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Sorprendentemente, los mexicanos lo permitimos.

Le dejamos el futuro de nuestro país a los demás, pero nadie hizo nada desde tu trinchera.

Pensamos que las consecuencias no serían tan serias.

Señalábamos de exagerados a los que decían que algún día seríamos un Venezuela.

Pero ahora con la “supremacía morenista” dueña de los tres poderes no hay llave que abra el candado y nos libere de una dictadura como la de Nicolás Maduro en Venezuela.

Morena cumple su sueño y se adueña de México por generaciones.

Mucho le ayudó el carro lleno en 2024.

En el Ejecutivo, Claudia Sheinbaum como presidenta manejada por el ex presidente Andrés Manuel López Obrador.

Una mayoría en el Congreso, basada en amenazas y traidores.

Y la Suprema Corte, vestida de color guinda, impuesta a modo con todo y jueces, magistrados y ministros.

El guinda de Morena es el color de México, porque los ciudadanos no dan color gracias a las dádivas mensuales que recibe la familia.

Quedaste nauseabundo, ¿verdad?

¡Pero es la realidad!

¡Triste futuro para nuestros hijos y nietos!

Que por un trueque cuatroteísta vendan el futuro de su familia.

Y es que, por más que nos neguemos a que nuestro México lindo y querido se está convirtiendo en un Venezuela, ahí están las pruebas.

Apenas un mes de la toma de posesión de Sheinbaum y ya vemos los frutos del “Plan C” que se cocinaba incluso antes de que López Obrador llegara al poder en 2018.

Un plan que mientras los morenistas trabajaban como hormigas haciendo la casa para arropar su “Plan C” que incluía cambios a la Constitución, eliminación de organismos autónomos, la toma no sólo de la silla presidencial, sino también de la mayoría de sillas en el Congreso y la sustitución de jueces, ministros y magistrados por unos que vieran por sus intereses, la oposición y los mexicanos inconformes se dormían en sus laureles.

Seamos sinceros, las reacciones para detener a esta supremacía morenista llegaron tarde.

La prueba está en que hoy renuncian en efecto dominó jueces y ministros (y no, no es por la pensión como dice Sheinbaum, sino Arturo Zaldívar también cabría en ese universo).

Renuncia también la ministra presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña, quien hasta hace poco era la defensora pública de los derechos humanos, el balance de poderes, y la democracia de nuestro país.

Me pregunto.

¿Por qué renunció Norma, cuando sabe que los mexicanos la necesitamos?

¿Se cansó o la amenazaron?

¿En verdad es un acto de “congruencia”, como dice su carta de renuncia?

Porque en un mundo de injusticias y pisoteos constitucionales, la congruencia sería quedarse y defender la deseada democracia hasta el final.

Una mujer que luchó por los ideales democráticos como lo hacía ella no renuncia porque sí.

Tampoco renuncian ocho ministros de un jalón.

Entonces, ¿qué le queda al ciudadano, que no sabe ni cómo empezar a detener esta masacre anticonstitucional?

Norma y los siete ministros que renunciaron tenían las herramientas para luchar.

¿O acaso se dieron cuenta de que eran parte de la fachada cuatroteísta?

Y es un juego en donde los ministros terminarán protegiendo a México como los héroes que necesitamos.

Falta ver qué sucede con el proyecto de González Alcántara contra la Reforma Judicial.

Tal como Venezuela, Morena quiere hacer del tribunal un Tribunal Supremo.

Aquel que sólo obedezca a sus intereses.

Sean estos personales, electorales o de impartición de justicia.

La reforma al Poder Judicial, que orilla a una elección de jueces y magistrados no hace más que remojar en agua turbia las leyes en nuestro país.

La renuncia de la ministra presidenta Norma Piña, Javier Laynez, y otros seis ministros para que “el pueblo decida” huele mal, muy mal.

Y no a ese olor por la pensión “millonaria”, como trata de maquillar la presidenta Claudia Sheinbaum.

Al irse estos ministros, incluida la ministra presidenta de la Suprema Corte, la ley será servida en charola de plata al poder Ejecutivo.

La respuesta está en que quedan las morenistas Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz.

Y los que se vayan a votar, seguramente se pondrán a modo.

¡Vaya equilibrio de poder!

Con estos tintes de “supremacía morenista” no me queda más que remontarnos a Venezuela.

En donde el Poder Judicial está oficialmente al servicio del Poder Ejecutivo.

En donde los jueces siguen al pie de la letra los lineamientos del Plan Patria, un plan perteneciente al partido de Nicolás Maduro.

En donde su injerencia va más allá del Poder Judicial se va a lo electoral hasta confirmar por ejemplo en estas pasadas elecciones, que en efecto Nicolás Maduro había obtenido la victoria, cosa que a la fecha sigue en tela de duda.

Con decir que el rival de Maduro en estas pasadas elecciones, Edmundo González, abandonó Venezuela para recibir asilo en España tras amenazas del régimen de Nicolás Maduro.

Y así, el efecto exilio en unos tantos opositores.

La ONU y la OEA han tratado de ayudar a que este país autoritario vuelva a la independencia judicial, ya que desde 2002 aparece en los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como un país donde la independencia de los jueces está en tela de duda.

Pero nada se ha podido hacer, al contrario, el Poder Judicial se ha politizado a tal grado que se ha convertido en una herramienta de represión más que un defensor de los derechos humanos.

Les digo algo, vamos por el mismo camino.

Me duele al pensarlo.

Me duele al escribirlo.

Porque yo, al igual que ustedes, no quiero que mis hijos y mis nietos vivan en un país que se dejó a la deriva del autoritarismo, del clientelismo, del amiguismo, del poder sobre el poder.

Yo quiero que mis hijos vivan un equilibrio de poderes, en donde el derecho humano y la ética constitucional valen más que los votos a modo y las decisiones impuestas de madrugada.

Las futuras generaciones merecen una sana democracia en nuestro México lindo y querido, y no una Venezuela 2.0 sin líderes como la ministra presidenta Norma Piña.

Merecemos las normas.

Las leyes.

Como están escritas en la Constitución Mexicana.

Es hora de despertar, porque nadie vendrá a defender la democracia más que tú, que estás viendo este editorial.

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