2 de agosto 2023
¡Que alguien me explique!
Los climas matan
Cuando tras la muerte de Luis Donaldo Colosio, en 1994, se le preguntó a Miguel Montes, el fiscal especial para ese caso, si la intranquilidad política que se vivió en torno al destape y posible relevo del candidato del PRI habían influido en su asesinato, el investigador sólo alcanzó a responder: “Los climas matan”
Por Ramón Alberto Garza
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Cuando tras la muerte de Luis Donaldo Colosio, en 1994, se le preguntó a Miguel Montes, el fiscal especial para ese caso, si la intranquilidad política que se vivió en torno al destape y posible relevo del candidato del PRI habían influido en su asesinato, el investigador sólo alcanzó a responder: “Los climas matan”.
Montes se refería al clima de confrontación y de jaloneos que se dieron entre actores políticos clave de entonces, como un Manuel Camacho que reclamaba una candidatura presidencial que ya sentía en la bolsa. O como José María Córdova que elevó la intriga porque prefería a Ernesto Zedillo -y no a Colosio- como candidato presidencial para suceder a Carlos Salinas.
No son solo las balas las que acaban con las vidas. Es también el ambiente lo que enrarece y crea el clima para el homicidio político y su desenlace con olor a impunidad.
Vienen estos recuerdos a cuenta, porque en el nivel estatal, al igual que en el federal, el clima de confrontación está ya cobrando sus facturas con los asesinatos o “accidentes” ya muy frecuentes de actores políticos en activo.
Vivimos en la última semana dos ejecuciones de colaboradores de las precampañas de los morenistas Adán Augusto López y Marcelo Ebrard. Y también un cuestionado accidente aéreo de quien era el principal financiero en la campaña del ex secretario de Gobernación.
Pero el último drama político ocurrió en Nuevo León el pasado lunes, casi a la medianoche, en donde el abogado Ricardo Flores, director Jurídico del Congreso local, fue ejecutado a mansalva en un campo de futbol donde departía deportivamente con su hijo, y con otros padres de familia y amigos.
Flores era el responsable de darle cauce legal a los reclamos judiciales que los diputados del PRI y del PAN tienen contra el gobernador Samuel García, disputas que han alcanzado el nivel de controversias constitucionales hasta la Suprema Corte.
Desde hace un año, el gobernador Fosfo Fosfo, al que Dante Delgado presume como lo mejor que tiene su Movimiento Ciudadano para encabezar la candidatura presidencial naranja rumbo al 2024, sostiene una disputa abierta, agria, frontal e irresponsable con la mayoría de los legisladores del Congreso neoleonés.
El gobernador acusa “chantajes”, mientras que los diputados del PRI y del PAN acusan acuerdos incumplidos y negativas de publicar en el Periódico Oficial los decretos aprobados, que al ser ignorados por el gobernador no pueden entrar en vigor. Y si no son publicados, no pueden entrar en efecto. Para todo fin práctico, y bajo la perspectiva del mandatario naranja, sale sobrando el Congreso.
Samuel García dice una y otra vez que está frente a “sus peores enemigos” y que no va a ceder en su hostigamiento hasta que le concedan lo que pide: un Fiscal a modo y la aprobación “sin peros” de todas sus iniciativas. La ley del todo o nada. La de que, si no estás conmigo, estás contra mí.
Que el gobernador de Nuevo León imite los abusos y exabruptos del presidente Andrés Manuel López Obrador, en su afán por cancelar la disidencia, se entiende. Ellos tienen su pacto rumbo al 2024 y pasa por la persecución de todo lo que huela a PRIAN. De ahí la soberbia de que Samuel García le rehúya al diálogo, como el inquilino de Palacio Nacional.
Pero que Dante Delgado, el fundador y jefe moral de Movimiento Ciudadano, y quien siempre se presenta como amigo del diálogo, no haya hecho lo suficiente para conminar al gobernador a sentarse con sus opositores a la mesa de las negociaciones, eso sí no se entiende.
Menos aun cuando entre la lista de factores que enrarecen ese “clima” están las persecuciones fiscales y personales de legisladores y actores políticos, familiares incluidos, para presionar a que apoyen los caprichos del gobernador que entre sus últimas ocurrencias dice hablar con extraterrestres. ¿Con ellos sí hay diálogo y acuerdos?
Es indigno de una biografía como la de Dante Delgado el que jamás salga a dar una condena a cualquier traspiés de su gobernador neoleonés. O por lo menos a fijar alguna postura de su partido, que fue el que llevó al poder a ese personaje en Nuevo León.
El clima está tan enrarecido, que el gobernador no se dio el tiempo -ya no digan para dar un pésame a la doliente familia del difunto colaborador del Congreso- sino para dar un parte oficial de lo que sucedió frente a una ejecución de alto perfil, como la del abogado Ricardo Flores. Un tweet del secretario Javier Navarro, lamentando los hechos, fue lo único que salvó cara al gobierno estatal.
Frente a las investigaciones que apenas se inician, nadie puede inculpar hoy al gobernador de perpetrar o apadrinar la ejecución, pero nadie puede negar que Samuel García está creando “el clima” que auspicia que alguien tome una pistola y se haga justicia por su propia mano. O le haga el favor a quienes sean “sus peores enemigos”.
¿Podríamos comenzar por aplicar la política presidencial de “abrazos, no balazos” entre adversarios políticos en Nuevo León o es una patente que es privilegio solo aplicable al crimen organizado?
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