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11 de julio 2025

10 de julio 2025

¡Que alguien me explique!

La quiebra de PEMEX

Pemex está en quiebra. El gobierno de la 4T no lo va a admitir, pero la paraestatal se les fue de las manos y ya no saben cómo mantener vivo a ese monstruo devorador de impuestos. Es la peor empresa petrolera del planeta, la más endeudada

Por Ramón Alberto Garza

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Pemex está en quiebra. El gobierno de la Cuarta Transformación no lo va a admitir, pero la paraestatal se les fue de las manos y ya no saben cómo mantener vivo a ese monstruo devorador de impuestos. Es la peor empresa petrolera del planeta, la más endeudada.

Sobrarán quienes digan -y no sin razón- que, en 2018, el presidente Andrés Manuel López Obrador recibió un Pemex convulsionado, saqueado, corrupto, en la antesala de entrar en un coma financiero. El caso de uno de sus últimos directores prianistas, Emilio Lozoya Austin, es el mejor ejemplo. Saqueo impune tricolor y azul.

Entonces, el hipócrita y mentiroso mandatario tabasqueño prometió a los cuatro vientos que en 2024 entregaría un Pemex sano, reconstruido, con producciones récord de crudo e ingresos tributarios sin precedente. Que recuperaría la capacidad de refinación para ser autosuficientes. Pero, a pesar de las toneladas de millones de dólares invertidos, nada de eso se cumplió. Por el contrario, todo se fue en picada.

Para abrir boca, el presidente López Obrador autorizó la construcción de Dos Bocas, una mega refinería que se prometió no costaría más de 8 mil millones de dólares. Acabó  devorando 21 mil millones de dólares. Y todavía no entra en plena operación. Tiene más de un año de retraso y no tiene para cuándo operar decentemente. La entonces Secretaria de Energía, Rocío Nahle, hizo de esa mega obra un desplante de corrupción en beneficio de su familia y de sus compadres cercanos. La premiaron con la gubernatura de Veracruz. Nadie la pasó a cuentas por lo inflado del costo final, ni por la ineficiencia en su operación.

Vino después la decisión de comprarle a la petrolera Shell el 50 por ciento de la refinería de Deer Park, en Houston. El otro 50 ya era propiedad de Pemex, lo que le garantizaba el suministro. Se desembolsaron 596 millones de dólares bajo el pretexto de que era una inversión estratégica para Pemex. Su producción era de 340 mil barriles de combustibles diarios y siempre operó con números negros. Hoy la tienen en 304 mil y al cierre del 2024, Deer Park ya registró pérdidas por 118 millones de dólares. Son los primeros números rojos desde que Shell se la vendió a Pemex.

Nadie lo va a admitir, pero Deer Park es estratégica para el gobierno de la Cuarta Transformación por dos razones. Una, porque como ya es 100 por ciento de Pemex, no hay que rendirle cuentas a ningún socio. Y de ahí está saliendo por la puerta de atrás parte del huachicol fiscal y del huachi-diésel que se contrabandea y entra a México sin pagar impuestos. Y dos, porque desde ahí se hacen los envíos de casi 20 mil barriles diarios de crudo y combustibles que nuestro país le regala a Cuba. Doscientos millones de dólares al año. Y esa burbuja ya tronó ayer miércoles.

Las entrañas financieras de Pemex se sacudieron cuando el Banco de Exportaciones e Importaciones de Estados Unidos -el famoso Eximbank- rechazó un préstamo de 800 millones de dólares que le solicitaba la petrolera mexicana. El motivo: la violación a la Ley Helms-Burton, que prohíbe surtir o triangular energéticos con Cuba. México se los está regalando, a costa de los impuestos que pagamos los mexicanos. Escándalo mundial, con la dedicatoria personal del Secretario de Estado -de origen cubano- Marco Rubio. Sí, el mismo funcionario del gobierno de Donald Trump que está recopilando todas las evidencias de los cárteles terroristas y su relación con el narco-estado mexicano.

La otra tragedia es la fallida estrategia de producción. Cuando el presidente López Obrador recibió Pemex, en 2018, se producían 1.7 millones de barriles diarios. Prometió entonces que se recuperaría para volver a 2.5 millones y alcanzó un pico de 1.9 millones de barriles en 2023. Hoy, esa producción está en abierto declive y apenas supera el 1.6 millones de barriles diarios. Menos de lo que se tenía cuando arrancó la Cuarta Transformación y después de inyectarle miles de millones de dólares inútilmente.

Pero el enorme pecado del lopezobradorismo es la farsa de su anuncio de la guerra contra el huachicol, declarada en 2019.

Fue cuando se ordenó la compra, sin licitación, de 950 pipas para transportar por tierra los combustibles. Mentiras. Lo que se gestó es el banderazo más burdo al saqueo a la riqueza nacional, al crear desde adentro del gobierno de la Cuarta Transformación toda una operación de contrabando de combustibles. Y de ella se beneficiaron personajes del círculo íntimo y familiar presidencial y, sobre todo, el partido Morena, que con esos fondos ilegales elevó su influencia de dos gubernaturas en 2018 a 22 en 2024.

Aduanas, Ejército, Guardia Nacional, gobernadores, gasolineros sin escrúpulos, policías locales y, por supuesto, cárteles como Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, se enriquecieron con el esquema corrupto del tráfico ilegal de gasolinas y diésel. Incluso, desde la CFE, el indefendible Manuel Bartlett canceló el uso de gas natural para elevar el consumo de diésel en las plantas generadoras, dando lugar a la emergencia del huachi-diésel, impulsado con la bendición de Palacio Nacional.

Trágico es que hoy, el 40 por ciento de las gasolinas que se consumen en México, tengan su origen en el huachicol fiscal. Criminal es que desde las entrañas de la CFE se promueva la quema de diésel -con sus efectos al medio ambiente- sólo para engrosar los bolsillos de una camarilla que incluye a la familia presidencial del sexenio anterior.

Y a pesar de todos los anuncios de inversiones sobre Pemex, la deuda no sólo no se frenó, sino que creció al pasar de 91 mil millones de dólares a 101 mil millones de dólares. La paraestatal está exprimida, saqueada y sin capacidad para enfrentar los más de 500 mil millones de adeudos a proveedores que ya no le quieren dar servicio, porque en la mayoría de los casos tienen años sin cubrirles los trabajos que ya se ejecutaron.

Por eso decimos que Pemex está en quiebra. Por eso ya están decretando no transparentar sus finanzas en los próximos cinco años. Porque saben el desastre que se avecina. Y el silencio cómplice de un empresariado consumidor de gas y de otros combustibles ayuda a legitimar la opacidad en los números rojos de Pemex.

Por negligencia o porque se la están preparando a un comprador ya pactado, Pemex tiene los días contados. El cierre de los créditos extranjeros le degradará todavía más la calificación, de sí mismo ya en la frontera del bono chatarra, lo que arrastrará hacia abajo la calificación-país.

Vayan acostumbrándose a que Carlos Slim aparezca como “El Salvador”, como el principal beneficiario de esta crisis energética. Tiene los fondos suficientes para comprar barato, como lo hizo con Telmex, que ya no le gusta como negocio. Tiene que diversificarse. Y el enganche ya lo dio al convertirse en el empresario de las caravanas para todo lo que huela a Cuarta Transformación.

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