25 de febrero 2021
¡Que alguien me explique!
La ley del machete
En su mañanera del pasado lunes, el presidente Andrés Manuel López Obrador emitió el decreto verbal de que ya vetado el glifosato como herbicida para los cultivos en México, la única salida será desenfundar el machete
Por Ramón Alberto Garza
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Cuando creíamos que la vuelta al pasado en el gobierno de la Cuarta Transformación se limitaba a escribir energía con el tizne del carbón, aparece la ley del machete.
En su mañanera del pasado lunes, el presidente Andrés Manuel López Obrador emitió el decreto verbal de que ya vetado el glifosato como herbicida para los cultivos en México, la única salida será desenfundar el machete.
“No descartar el machete y la tarpala, y dar trabajo a la gente, o sea, hacerlo manual”
No, no lo dijo en broma. El inquilino de Palacio Nacional apuntó la prohibición del principal herbicida a nivel mundial, sin sustituto para grandes cultivos, empleado en 140 países, aplicado en Alemania, Francia, Reino Unido, Japón y aprobado por la FDA de los Estados Unidos.
Pero el presidente López Obrador también le colocó una lápida al maíz transgénico, del que importamos 20 millones anuales de toneladas de los Estados Unidos para consumo de aves y ganado, de donde logramos la principal fuente de proteína en la alimentación de los mexicanos.
“Lo mismo con el maíz transgénico, ya, el maíz transgénico digo sí, ya chole”
Las grandes potencias ganaderas, productoras globales de cárnicos como Estados Unidos, Argentina y Brasil, no tienen otro maíz que el transgénico. Su producción es más eficiente. Un absurdo que México le imponga un veto.
Lo que de verdad se esconde detrás de la satanización del glifosato y del maíz transgénico es la postura ideologizada del llamado Grupo Intersecretarial de Salud, Alimentación, Medio Ambiente y Competitividad, mejor conocido como GISAMAC.
El principal promotor de este grupo es el subsecretario de Agricultura, Víctor Suárez Carrera. Pero también participan directa o indirectamente, la Secretaría de Medio Ambiente, todavía influenciada por Víctor Toledo, la dirección del Conacyt, con María Elena Álvarez Buylla-Roces y la Secretaría de Salud, con el inefable Hugo López-Gatell.
Bajo la lógica de su pensamiento radical, extremista, los llamados “científicos” de la Cuarta Transformación buscan dinamitar lo que ellos consideran dañino para el campo, para la salud y para el medio ambiente.
Y aunque el mundo corra en una dirección, optimizando semillas y métodos de producción, la máxima de los “científicos de la 4T” es declararles la guerra a las grandes corporaciones multinacionales -como Monsanto- y alentar a pequeños productores de bioquímicos.
El llamado cambio de paradigma en el campo mexicano fue definido por el mismo subsecretario Víctor Suárez Carrera, en un encuentro nacional, como un retroceso “a los conocimientos ancestrales” en la agricultura.
Textualmente, el subsecretario de Agricultura dijo que “el cambio que hoy impulsamos involucre insumos bajo un esquema integral. Es pasar de una agricultura de insumos a una agricultura de conocimientos ancestrales de los campesinos para que interactúen con las aportaciones científicas… para que esta industria crezca, esté bien regulada y que quede en manos de micro, pequeñas y medianas empresas, que no sea adueñada por las grandes industrias”.
Una postura muy idealista, sin duda, pero que desplomaría no solo los niveles de producción alimenticia en México, lo mismo de frutas, verduras y granos que de carne de aves y de todo tipo de ganado.
Si se prohíbe el glifosato, ¿se imaginan el costo de mano de obra que se necesitaría para atacar a punta de machete la hierba de los grandes cultivos?
¿Existe, en el campo, suficiente mano de obra para empuñar los machetes que demandan cultivar millones de hectáreas?
¿Serían cosechas vigorosas, eficientes y productivas, cuando no se ataca a la raíz de la hierba, algo que sí lo hace con enorme eficiencia el glifosato?
¿Cuánto elevarían el costo de esa mano de obra “machetera” los precios de frutas, vegetales y granos si se veta el herbicida y se privilegia el machete?
Y en el caso de la prohibición del maíz transgénico, así no permitamos la importación de las 20 millones de toneladas con las que hoy alimentamos el ganado, ¿qué vamos a hacer con la carne importada de los Estados Unidos, Argentina o Brasil que sí fue alimentada con ese tipo de maíz?
¿También se va a vetar la importación de aves y de carnes? ¿Se imaginan las consecuencias de entrar en una guerra en la que Estados Unidos, que es el principal comprador de carne a México, le cierre las fronteras a nuestros productos porque no dejamos entrar los de ellos?
Solo para que tengan una idea. México es el segundo exportador de carne a los Estados Unidos, solo superado por Canadá y por encima de Australia.
Para tener una idea, después de la cerveza, el tomate, el aguacate y las berries, la carne es el quinto generador de divisas en el mercado agropecuario mexicano.
¿Si quitamos el maíz transgénico, dónde vamos a conseguir las 20 millones de toneladas de maíz “puro” que ahora no tenemos?
Si el presidente López Obrador insiste en comprarles sus tesis “orgánicas” a sus científicos, sin duda acabaremos con los herbicidas y con los transgénicos… pero también con el campo.
El regreso a la ley del machete no es el mejor camino a la modernidad.
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