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21 de noviembre 2024

11 de septiembre 2020

Opinión

La dignificación de los humillados

El presidente de México –al igual que el de EU- está rescatando de la humillación a los millones que durante años fueron vistos con la mirada del desprecio, de arriba hacia abajo, por quienes se sintieron los abusivos dueños de la nación.

Por Ramón Alberto Garza

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Si de verdad quieren salir de la trampa perversa de la descalificación entre chairos y fifís, entre liberales y conservadores, asómense a las páginas de The New York Times.

Uno de sus columnistas más célebres y celebrados, Thomas Friedman, publicó esta semana un artículo de opinión que es indispensable para entender lo que está sucediendo en la arena política, lo mismo en Estados Unidos que en México.

Bajo el título de ¿Quién puede ganar con la política norteamericana de la humillación?, el afamado periodista que se define a sí mismo como “El columnista de la humillación y de la dignidad”, pone una provocadora tesis sobre la mesa del acalorado debate en la antesala de las elecciones norteamericanas.

La pregunta de fondo intenta responder el por qué la política del odio, de la radicalización, de la lucha de los extremos, se apoderó del debate político en los Estados Unidos.

Friedman sostiene que está claro que cuando Trump buscó la presidencia en 2016, sus principales apoyos se dieron en los electores que odiaban a todos aquellos que odiaban a Trump. Es decir, Trump logró capitalizar el odio de todos aquellos cansados del binomio Clinton-Bush.

Y lo que los medios hicieron entonces fue alimentar lo absurdo de las acciones de Trump, sin saber que lo que los electores admiraban del egocéntrico hombre del pelo naranja era su actitud para retar a todos aquellos que durante tiempo los menospreciaron.

Para Friedman, la humillación es la fuerza más subestimada en la política y en las relaciones internacionales.

“La pobreza de la dignidad explica mucho más esas conductas que la pobreza del dinero”, dice el columnista de The New York Times.

Recuerda que la gente puede absorber el hambre, el enojo y el dolor y que incluso son agradecidos por el trabajo o los beneficios. Pero cuidado con hacerlos sentirse humillados, porque no levantarán un dedo por ti.

Nelson Mandela algún día lo expresó: “No existe alguien más peligroso que aquél que ha sido humillado”.

En contraste, aquellos políticos que lejos de humillar muestran respeto –real o ficticio- por la dignidad de las personas, que escuchan a esos electores, tendrán todo el apoyo, aunque el político prometa absurdos o imposibles. Friedman recuerda que escuchar a la gente es el más elevado signo de respeto.

Lo que Trump vino es a rescatar esa política de la humillación. Porque esos electores que hoy le son incondicionales, que lo mantienen alto en sus encuestas a pesar de tantos desaciertos y de tantos traspiés, sienten que sus políticas les devolvieron algo de la dignidad perdida en los tiempos de jauja del capitalismo de cuates.

Friedman advierte que a menos que el demócrata Joe Biden se conecte con ese sentimiento de humillación que abrazan las mayorías, no podrá derrotar a Trump. No solo se trata de la economía, los salarios y los empleos, sino de la moral, la cultura y la estima social de las masas.

Y toda proporción guardada, ahí está precisamente la respuesta para aquellos que no aciertan a explicarse cómo con tantas críticas, cuestionamientos y desgaste de su gobierno, López Obrador se mantiene con un muy elevado nivel de aceptación. Arriba del 60 por ciento.

Porque tomando lo que dice Friedman, el presidente de México –al igual que el de los Estados Unidos- está rescatando de la humillación a los millones que durante años fueron vistos con la mirada del desprecio, de arriba hacia abajo, por quienes se sintieron los abusivos dueños de la nación.

No se trata de justificar, sino de entender, lo que a muchos les parece irracional. Esos millones de mexicanos sienten que el inquilino de Palacio Nacional les está rescatando la dignidad perdida.

Por eso en sus Mañaneras el presidente López Obrador aplica la receta de humillar a quienes solían humillar a esas mayorías.

Humilla a los políticos de los gobiernos pasados, a los empresarios conservadores, a los médicos que lucran con la salud del pueblo, a los medios de comunicación al servicio del viejo sistema. La misma receta que Donald Trump.

Si los extremos de la derecha con Trump y de la izquierda con López Obrador se tocan en la teoría de la humillación que plantea Friedman, es porque el debate no es ideológico ni de eficiencia en el gobierno. Es de sentimientos, de saberse escuchados.

Y hasta ahora, Trump y López Obrador están demostrando que en ese terreno sí son muy exitosos. Que lo entienda el que lo quiera entender.

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