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31 de julio 2018

Política

La cuarta transformación de Manuel Bartlett

AMLO encontró en Manuel Bartlett a un político pragmático, duro y nacionalista para resolver la crisis por la que atraviesa la CFE. El tiempo dirá quién tuvo la razón

Por Rodrigo Carbajal

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Manuel Bartlett: hombre del sistema. Éste sería el epitafio perfecto para la carrera política de un hombre que fue un actor fundamental en al menos tres de los últimos cuatro gobiernos del PRI en el siglo XX.

Sin embargo, la descripción genera disonancia cognoscitiva si se consideran las posiciones públicas de quién será el director de la Comisión Federal de Electricidad en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Conforme el PRI se movió a la derecha y los tecnócratas tomaron el control del partido, la esencia nacionalista de Bartlett se volvió más evidente y más incómoda para el poder.

El político que durante el sexenio de Miguel de la Madrid se consolidó como el segundo hombre más poderoso del país, se convirtió en una voz de oposición en el siglo XXI.

Después de haber sido Secretario de Gobernación entre 1982 y 1988 (el último en durar toda el sexenio en Bucareli), Secretario de Educación con Carlos Salinas de Gortari, gobernador de Puebla y precandidato presidencial del PRI en las primarias de 1999, Bartlett fue desplazado del centro del poder político. Eso lo acercó a López Obrador.

Durante su último periodo como miembro activo del PRI, siendo Senador durante el sexenio de Vicente Fox, adquirió notoriedad mediática por dos casos en particular. El primero, el combate realizado codo a codo con Cuauhtémoc Cárdenas en contra de una serie de reformas que, desde su punto de vista, implicaban la privatización gradual de la industria eléctrica. El segundo, la pelea política y jurídica en contra de la llamada Ley Televisa.

En un momento en el que la agenda legislativa del país se encontraba bajo el estricto control de los coordinadores del PRI, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, Bartlett rompió con su partido en numerosas ocasiones.

En el 2006, hizo un llamado al voto útil a favor de Andrés Manuel López Obrador, contrariando a su propio candidato, Roberto Madrazo, y a los liderazgos priístas que otorgaron su apoyo tácito a la candidatura de Felipe Calderón.

Lo que entonces pareció un suicidio político, rindió frutos seis años después. Como Senador por el Partido del Trabajo, Manuel Bartlett eventualmente se convirtió en el coordinador de facto de una bancada lopezobradorista durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Huelga decir que este grupo votó en contra de todas las reformas estructurales.

Andrés Manuel López Obrador, a través de la figura de Bartlett, se volvió el único crítico y la única oposición visible frente a una administración priísta que logró sumar al PAN y al PRD en el Pacto por México.

El Bartlett del siglo XXI demostró que, aún cuando su imagen estaba asociada a la del viejo régimen, podía vincularse con la emergente figura de López Obrador mediante una ideología compartida de nacionalismo económico. Para Manuel Bartlett, éste es el fin que justifica los medios.

La realidad es que, más allá del debate respecto a si este personaje es el perfil adecuado para la CFE, su nombramiento traería consigo un inevitable costo político. La reacción pública fue casi unánime: el político al que se le cayó el sistema, será parte de un gobierno que se ve a sí mismo como antisistema.

La elección de 1988 marcó la trayectoria pública de Bartlett de por vida. Para los mexicanos, ésta sería la cara del presunto fraude electoral que llevó a Carlos Salinas de Gortari a la presidencia.

A treinta años de distancia, este mito se ha consolidado. Sin embargo, la verdad es que sin la operación política de Manuel Bartlett, el entonces Secretario de Gobernación, la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas ni siquiera había sido posible en primer lugar.

Desde Bucareli se financiaron estructuras sindicales y partidos satélites que fueron la base del movimiento disidente del Frente Democrático Nacional.

Esta ambivalencia política revela una condición innegable sobre Manuel Bartlett: como pocos, entiendo los tiempos políticos y las reglas no escritas del sistema. Ésta es la esencia de su instinto de supervivencia.

Manuel Bartlett lleva tatuado el ADN del PRI desde su origen. Su padre fue gobernador de Tabasco y, como la mayoría de la segunda y tercera generación de la familia revolucionaria, estudió derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Sus pecados políticos, sin embargo, dejan entrever lo peor del régimen autoritario al que Mario Vargas Llosa describió como la dictadura perfecta. A la fecha, no se ha aclarado cuál fue su papel en los asesinatos del periodista Manuel Buendía y del agente de la DEA, Enrique Camarena.

Las acusaciones vertidas en las páginas de la revista Proceso y los informes de inteligencia de Estados Unidos pintan a un Bartlett frío y maquiavélico.

No obstante, con López Obrador, eso pasa a segundo plano. En su círculo político siempre existen las segundas oportunidades. El virtual presidente electo encontró en Bartlett a un político pragmático, duro y nacionalista para resolver la crisis por la que atraviesa la CFE.

El tiempo dirá quién tuvo la razón: AMLO o los millones de críticos que ven en Morena la restauración del viejo PRI.

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