12 de mayo 2020
¡Que alguien me explique!
La Corte sepulta a Bonilla
Por fin se da una excelente noticia: la Suprema Corte de Justicia de la Nación anuló la llamada Ley Bonilla.
Por Ramón Alberto Garza
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Por fin, entre tantas malas noticias por la pandemia y la crisis petrolera, con sus secuelas de recesión económica, se da una excelente noticia: la Suprema Corte de Justicia de la Nación anuló la llamada Ley Bonilla.
El impresentable gobernador de Baja California, quien tejió a punta de sobornos a los legisladores locales ese ilícito engendro buscando ampliar de dos a cinco años su mandato, duerme ya el sueño de los abusivos: su muerte política.
La decisión del supremo tribunal judicial de la Nación fue por unanimidad. Todos los ministros validaron que se trataba de un fraude a la Constitución, una maquinación que violó los principios de certeza electoral, de seguridad jurídica, el precepto de la no reelección, la irretroactividad de las leyes y el derecho del voto.
La intentona golpista, violentando el voto popular y manipulando una ruta de una reforma legislativa bastarda no pervivió, como se presumía en la terminología judicial.
Y aquellos que presumían que desde la Suprema Corte se avalaría por decisión dividida el fallo, se toparon con la contundencia del voto por unanimidad. Y el tamaño de ese golpe para Jaime Bonilla le evapora cualquier proyecto político futuro.
Además de la Suprema Corte, el otro gran ganador del fallo fue el presidente Andrés Manuel López Obrador. A pesar de tener cercana amistad con el actual gobernador de Baja California, el fallo dejó en claro que el mandatario ni un dedo metió y que la división de poderes pervivió, se respeta.
Pero quien también deberá pagar los platos rotos del fallido golpe a la democracia en Baja California lo será sin duda Ricardo Peralta.
Cuestión de recordar que desde su subsecretaría de Gobernación y con sus nexos en la dirección de Aduanas, se fraguó la intentona fallida.
Peralta siempre se sintió el padrino detrás del trono de Bonilla y los dineros de las Aduanas sirvieron para aceitar la maquinaria que en el Congreso Local consumó los votos a favor de extender el mandato por cinco años.
Pero tanto Peralta como Bonilla subestimaron la independencia de la Suprema Corte para frenarlos. Incluso creyeron que podrían comprar a algunos ministros. La maquinación se desplomó por sí sola y la unanimidad no dejó lugar a dudas.
Indiscutiblemente el subsecretario Peralta tendrá que pagar los platos rotos y en cuestión de días se debe anunciar la desaparición de esa subsecretaría.
Fue una dependencia que no solo nadó a contracorriente de la secretaria Olga Sánchez Cordero y del presidente López Obrador, sino que se convirtió en rehén político de las ambiciones muy personales de su titular.
El que se hayan esfumado la Ley Bonilla y desparezcan la subsecretaría de Gobernación sacará a Peralta del juego de Baja California, de tener metida una de esas mil cabezas en aduanas y de ser a traspatio en las negociaciones con los casinos y las salas de apuestas.
Ojalá que una vez más Peralta no vaya a caer para arriba. Lo sacaron de Aduanas y se instaló en Bucareli. Y ahora se apuesta a que le van a crear a modo una magistratura anti-corrupción. La Iglesia en manos de Lutero.
La lección que el golpe a la Ley Bonilla viene a confirmar es que cuando dos personajes bastante menores como Peralta y el gobernador de Baja California quieren jugar en las ligas mayores de la política, siempre se les notará su bola ensalivada. El truco, la maña, la perversión.
Si en Bucareli buscan más información, descubrirán que Peralta fue también el personaje responsable de una de las campañas en contra de Zoe Robledo, su antecesor.
Como el subsecretario no pudo relevar a todos los que trabajaban en la dependencia cuando ahí despachaba el ahora director del Seguro Social, lo intentó debilitar con el golpe bajo. Pero falló.
Por eso, cierto o fabricado, el contagio de coronavirus y la cuarentena de Ricardo Peralta si le vino “como anillo al dedo” al presidente López Obrador.
Con el fallo de la Suprema Corte y la desaparición de la subsecretaría de Gobernación, el inquilino de Palacio Nacional elimina un frente que se pretendía vender rumbo al 2024 y que buscaría competirles a los tres punteros morenistas: Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Zoe Robledo.
La unanimidad de los ministros será la lápida bajo la que fueron sepultados los sueños de quienes -como los famosos magos Sigfried & Roy- creyeron que podían meter sus rostros en las fauces del tigre, y salir vivos.
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