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31 de mayo 2025

3 de diciembre 2019

¡Que alguien me explique!

La burbuja

La polarización política que se vive en el país quedó demostrada en dos marchas: la que representa a una minoría privilegiada y la de la mayoría silenciosa.

Por Ramón Alberto Garza

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Entre cinco mil y diez mil ciudadanos en la Ciudad de México.

De mil 500 a dos mil en Monterrey. Y en Guadalajara apenas rebasaron los mil manifestantes.

Unas 700 personas salieron a las calles en Querétaro y acaso 50 ciudadanos tomaron la plaza en Saltillo.

Esas son las cifras reportadas por los medios de comunicación, aún los más críticos contra el presidente Andrés Manuel López Obrador, en torno a las marchas del domingo primero de diciembre, convocadas para repudiar al gobierno de la Cuarta Transformación.

No intentamos minimizar el legítimo derecho de cualquier ciudadano a expresar su libre opinión sobre los asuntos públicos de la Nación. Defendemos con la vida el derecho a disentir, aún en la minoría de uno.

De lo que se trata es de colocar en su justa dimensión el nivel de la protesta para no sacar de contexto que “la mitad de México apoya al presidente López Obrador y la otra mitad lo repudia”.

Por supuesto que existen severos cuestionamientos por los esperados y no logrados resultados, sobre todo en inseguridad y crecimiento económico.

Sin dejar a un lado que también existe un amplio debate sobre el estilo personal de gobernar del inquilino de Palacio Nacional. Pero nada es perfecto y nadie somos monedita de oro.

Pero de ahí a decir que en todas las ciudades se generalizaron las marchas de protesta contra el gobierno de la Cuarta Transformación, existe un enorme abismo.

Lo que vimos este domingo en las calles de algunas urbes fueron marchas muy respetables todas, pero muy disminuidas en contingentes, que están lejos de concluir que existe un repudio generalizado al gobierno lopezobradorista.

Si somos honestos, lo que se pretende bautizar como marchas de los llamados “chalecos amarillos” es una mala copia de lo que masivamente se logró en Francia con las protestas a las políticas económicas del presidente Emmanuel Macron.

La promoción de las marchas de protesta en México corrió en su mayoría bajo el padrinazgo del Partido Acción Nacional.

Y los ex presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón están detrás del movimiento que, para efectos mediáticos, encabeza Marco Cortéz, el líder nacional del PAN.

Evalúen las imágenes, dimensionen el tamaño de la indignación pinchando con un alfiler sobre cada manifestante.

Se darán cuenta que las cifras de hoy, unos cuantos miles –insistimos, todos muy respetables- están muy lejanas a los cientos de miles de mexicanos que protestaron en aquellas marchas contra el gobierno de Calderón el primero de septiembre del 2008.

Era apenas el segundo año de áquel gobierno azul responsable de teñir de rojo a México, no con una guerra contra el narcotráfico, sino con un plan bien montado desde el gobierno para limpiarle el camino a un solo cártel, el de Sinaloa.

Pero mas allá del número de manifestantes del domingo pasado, basta ver que lo que vimos no fue un mosaico que exhibe a México por entero.

Los indignados vienen de la clase media, media alta y alta. Y sus rostros reflejan un día de paseo dominical, digno de ser retratado en las páginas del Quien o del Hola.

Y eso expresa con claridad la polarización que vive el país entre los que tienen y temen perderlo todo, y los que poco o nada tienen y se la juegan buscando lo que se pueda.

Si aceptamos sobradamente que fueron 20 mil los manifestantes en la Ciudad de México, hablamos de que la indignación alcanzó el .001 por ciento de los 15 millones de capitalinos.

Si en Monterrey hablamos de una cifra sobrada de dos mil 500 manifestantes, estaremos contabilizando el .0005 por ciento de los 4.5 millones de habitantes de la metrópoli regia.

Y ese es el punto. ¿Califican el .001 por ciento de los capitalinos y el .0005 por ciento de los regiomontanos como para anunciar un repudio generalizado contra el gobierno de la Cuarta Transformación?

Por supuesto que existen evidentes fallas en la trayectoria del primer año de gobierno del presidente López Obrador y sin duda hay decisiones en extremo cuestionables. Pero aunque el repudio sea creciente, todavía no es generalizado.

Salgamos pues de la burbuja de que por ser educados y de un estrato económico superior les asiste la razón.

Que aquellos que protestan no aspiren a pensar que la razón les asiste por completo solo por tener mejor educación y mejores condiciones de vida, despreciando al resto –que son la mayoría- bajo el argumento falaz de que los mueve la desgracia y la ignorancia.

Vivimos en una democracia y las reglas marcan el gobierno por el que voten las mayorías en las urnas. Salgamos de la burbuja.

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