23 de septiembre 2024
¡Que alguien me explique!
Impone “Maduro” a su “Inmaduro”
El “Andymato” fue consumado ayer domingo, a sólo ocho días de que Andrés Manuel López Obrador deje la Presidencia. Andrés López Beltrán, el controvertido “Andy”, fue investido como Secretario de Organización de Morena
Por Ramón Alberto Garza
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El “Andymato” fue consumado ayer domingo, a sólo ocho días de que Andrés Manuel López Obrador deje la Presidencia. Andrés López Beltrán, el controvertido “Andy”, fue investido como Secretario de Organización de Morena. El camino a una genetocracia, una dictadura de sangre ya está en gestación.
Como un moderno Plutarco Elías Calles -el maestro de fabricar títeres políticos con sus sucesores- el saliente presidente Andrés Manuel López Obrador le entrega una herencia maldita a su sucesora: “Andy” -con 38 años- será el poder delante del trono, el jefe político de facto, una “corcholata” sexenal para ser impostado formalmente rumbo a la Presidencia en 2030.
Luisa María Alcalde, eterna amiga de Andy y de la todavía familia presidencial, se prestará a ser oficialmente la presidenta de Morena. Dos mujeres -Claudia Sheinbaum y ella- en un misógino destino político labrado por quien en todo su sexenio de la Cuarta Transformación despreció y usó, para sus fines muy particulares, a las mujeres.
Lamentable el papel de Alfonso Durazo como cartero para leer el falsario discurso del fundador de Morena, quien no quiso acudir a tomarse la foto en los momentos de la entronización de su junior y en su mensaje se burló de todos los mexicanos. Durazo fue su ventrílocuo.
Mandó decir López Obrador: “No permitan que los antiguos vicios y perversiones de la política florezcan en nuestras filas. Eviten la prepotencia, la búsqueda del poder por el poder, la soberbia, la corrupción, el nepotismo y el sectarismo. No roben, no mientan, no traicionen nunca al pueblo”.
¿Y la prepotencia de imponer sin debate la agenda de la reforma al Poder Judicial? ¿Y la compra traicionera de la Mayoría Calificada, que no es otra cosa que la búsqueda del poder por el poder mismo? ¿Y la corrupción escandalosa del más opaco de los sexenios, comprando voluntades en el Ejército, enriqueciendo a su empresarial y convenciera Mafia del Poder y ocultando los oscuros negocios de sus hijos y de sus amigos, y al frente de todos, el nuevo Secretario de Organización de Morena?
¿De verdad, López Obrador condena el nepotismo en un discurso leído por Alfonso Durazo, en el mismo acto en que el todavía presidente le transfiere a su hijo el auténtico “bastón de mando”, el que aún no puede estrenar la presidenta electa Claudia Sheinbaum? Ni José López Portillo en sus peores días, cuando defendía a José Ramón, su hijo, a quien llamó “El Orgullo de mi Nepotismo”. Y lo más que alcanzó a encumbrarlo fue en una subsecretaría de Programación, al lado de su colaboradora Rosa Luz Alegría.
Triste también el papel de Héctor Vasconcelos, a quien después de la traición de regatearle la Cancillería en el arranque del actual sexenio, lo mandaron ayer a poner cara para legitimar a “Andy” ante la asamblea morenista. Avergonzado debe sentirse su padre, José Vasconcelos, el primer y muy venerado Secretario de Educación de México, cuya mítica silla será ocupada en unos días más por el huachicolero morenista, Mario Delgado. Por esa raza no hablará el espíritu.
Deplorables las palabras de “Andy” al aceptar su postulación: “…para mí son momentos de difícil interpretación porque me da mucho gusto iniciar mi carrera aquí, donde siempre estuve. Me da una enorme tristeza hacerlo al tiempo que se retira nuestro máximo dirigente. Todos sabemos que seguirá presente en este partido con su ejemplo, legado. Nuestro trabajo al frente de esa secretaría será mantener su legado”. Traducido al español, perpetuaremos el apellido de las familias López Obrador y López Beltrán hasta que los mexicanos se cansen.
Nada diferente a lo que hizo en su tiempo Fidel Castro con su hermano Raúl para retener el poder en Cuba. Nada distinto a la sucesión del venezolano Hugo Chávez imponiendo como herencia eterna a su inmaduro sucesor, a Nicolás Maduro. Dos naciones que, a partir de los años 60, pudieron brillar por su abundancia de recursos y que acabaron postradas por la miseria y el saqueo de sus liderazgos y de sus complicidades. Públicas y privadas. Ondeaban su bandera de Primero los Pobres. Y se dedicaron a fabricarlos al por mayor.
Al más puro estilo de los mejores días del politburó soviético, utilizando las voces del legado de Luis Donaldo Colosio y de José Vasconcelos, se consumó la patraña de una elección a mano alzada. El hijo corrupto se convirtió en el hijo pródigo.
Curioso que, conocedor como lo es de la historia de México, López Obrador no recuerde el destino de aquellos presidentes que buscaron en interpósita persona perpetuarse en el poder.
El último, el de Carlos Salinas de Gortari con la sucesión de Luis Donaldo Colosio. Y Luis Echeverría fue muy claro cuando lo dijo a Francisco de Paula en una entrevista a su revista ‘Conciencia Mexicana’, que ellos fueron los que frenaron lo que consideraron una desviación de la ruta histórica del partido, el PRI.
En la página 191 de mi libro “Dinastías, Dos Familias, Una Nación”, se rescata esa confesión de que fueron ellos, los echeverristas, los que como Echeverría mismo califica, “frustraron” desde adentro del viejo PRI, lo que consideraban era una imposición de Colosio. Lomas Taurinas fue el golpe para consumar ese quiebre.
Hoy, la burda imposición de López Obrador al instalar a su hijo como su sucesor usando la cúpula de Morena, podría ser el anticipo de un nuevo quiebre. Ni Maximatos, ni Andymatos. A menos que los liderazgos libres de México ya estén resignados y acaben con sus timoratos silencios por aceptar que nuestro “Maduro” ya instaló en el poder a su junior, “el Inmaduro”. Y que ese poder se prolongará, por lo menos, hasta el 2036.
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