4 de mayo 2023
¡Que alguien me explique!
Hank, don Alfonso, AMLO y Miguel
Miguel Treviño es el único alcalde metropolitano que está ejecutando obra pública de alto impacto. ¿Sería mejor que se quedara cruzado de brazos, como el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio, a quien no se le ve, ni se le oye, ni se le siente?
Por Ramón Alberto Garza
COMPARTE ESTA HISTORIA
Cuando en 1976, el profesor Carlos Hank González fue designado regente del Distrito Federal por el presidente José López Portillo, el proyecto de los llamados Ejes Viales se volvió su obsesión.
La Ciudad de México estaba colapsando por el tránsito vehicular de su desmesurado crecimiento y el carismático político de Atlacomulco apostó su resto en abrir calles amplias, de norte a sur y de oriente a poniente, para darle una nueva y moderna vialidad a la ciudad capital.
La mega obra generó -por supuesto- la indignación de cientos de miles de capitalinos que padecieron por tres años el cierre y la demolición de calles, casas y negocios expropiados en beneficio de las mayorías.
Cuando la titánica obra fue concluida, los enojos se tornaron en elogios. La Ciudad de México se volvió más transitable y el villano de Hank fue instalado en un pedestal como héroe visionario.
En Nuevo León, por esos mismos años, el gobernador Alfonso Martínez Domínguez decidió darle a Monterrey un nuevo rostro urbano. Y se embarcó en lo que parecía un reto imposible: demoler 40 manzanas del centro de la metrópoli regia para ver nacer lo que hoy es conocida como la Macroplaza.
Sin expropiaciones de por medio, todos los terrenos negociados y pagados, el centro de Monterrey fue, durante poco más de dos años, una dramática zona de guerra. Los regiomontanos no dejaban de criticar al gobernante, quien durante meses colapsó decenas de comercios buscando heredarle un nuevo rostro a Monterrey.
Más recientemente, a principios del 2000, el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, tuvo la idea de construir los segundos pisos en la otra vez colapsada ciudad capital.
Las críticas lo sepultaron. ¿A quién se le ocurría levantar moles de concreto en una ciudad sísmica? “Se van a caer con el primer sismo”, “van a afear toda la ciudad”, “no serán funcionales”, “nadie querrá subirse a una montaña rusa”.
Pero cuando los largos listones de concreto fueron concluidos, los ciudadanos que conducían sus autos vieron liberarse de millones de horas perdidas en congestionamientos. La idea fue copiada en otras grandes ciudades. Hoy, nadie imagina a la Ciudad de México sin sus segundos pisos.
Sacamos del baúl de los recuerdos los Ejes Viales, la Macroplaza y los Segundos Pisos frente a las críticas que en plena obra de remodelación del Centrito y del Casco de San Pedro está ejecutando el alcalde independiente de San Pedro Garza García, Miguel Treviño de Hoyos.
Y al igual que en su momento a Hank, a don Alfonso y a Andrés Manuel, algunos ciudadanos cuestionan las infinitas y naturales molestias que le significan zanjas abiertas, cambios de cableado, nuevos trazos de calles y, por supuesto, las molestias para hogares y negocios. Pero vendrán los días en que, sin duda, bendecirán y gozarán del resultado. Igual que sucedió con los Ejes Viales, la Macroplaza y los Segundos Pisos.
Miguel Treviño es la última expresión política independiente, sin siglas, que sobrevive en el México radicalizado. Ni Jaime “El Bronco” Rodríguez ni Pedro Kumamoto pueden dar mejor ejemplo que el sampetrino.
Las críticas que se le hacen al alcalde de San Pedro Garza García vienen ondeando desde las mismas banderas políticas que cuestionaron la rehabilitación de la emblemática Calzada del Valle. Y los mismos que, en su momento pusieron el grito en el cielo por las molestias, son los que hoy no cesan de elogiar el resultado de esa obra.
Y si nos asomamos más a fondo, Miguel Treviño es el único alcalde metropolitano que está ejecutando obra pública de alto impacto. ¿Sería mejor que se quedara cruzado de brazos, como el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio, a quien no se le ve, ni se le oye, ni se le siente?
Hank, don Alfonso y López Obrador demostraron que por encima de la popularidad del momento está buscar la mejoría de las obras, en beneficio de las mayorías.
Hoy abundan los munícipes y los gobernadores que tienen como deporte favorito colocar primeras piedras que nunca ven el final o construyendo obras inútiles. Y no se diga del escudarse en que nada hacen porque no hay dinero.
Difícil es gobernar un municipio como San Pedro, en donde por su educación y nivel socioeconómico, cada ciudadano se siente un alcalde en funciones, con empresarios que sintiéndose por encima de quienes fueron electos en las urnas se autorizan -sin permiso oficial- la construcción de salas públicas de concierto en sus residencias.
El juicio final para cualquier alcalde, gobernador o presidente siempre vendrá cuando la obra que tantas molestias dio a la ciudadanía esté ya funcional… o no. Ahí se dará el veredicto final.
Entretanto, para Miguel Treviño es mejor que le cuestionen por hacer a acabar sepultado y olvidado por la inacción, como sucede con la mayoría. ¿Alguien se acuerda de Hank, don Alfonso y el regente López Obrador?
Más contenido de ¡Que alguien me explique!
El análisis de Ramón Alberto Garza sobre los temas más relevantes