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15 de noviembre 2019

¡Que alguien me explique!

Golpe de Estado digital

La sospecha es que se trata de un ataque bien coordinado en el que estarían involucrados expertos en cómputo que sirvieron en los sexenios pasados.

Por Ramón Alberto Garza

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En los tiempos que nos tocó vivir, los golpes de Estado ya no son exclusivamente de militares hacia civiles, ni imponiendo las armas por encima de las leyes y de la razón.

El mundo cibernético está convertido en el nuevo campo en el que se libran despiadadas batallas digitales que cimbran los cimientos de grandes corporaciones y poderosos gobiernos.

Ahora le tocó el turno a México. Se destapó esta semana con el hackeo a los servidores de Pemex, que inhabilitó la mayoría de las computadoras creando una crisis.

Y aunque en principio la paraestatal rechazó el ciberataque, por informes desde el extranjero –de la agencia Reuters- nos enteramos de que los secuestradores digitales exigen 5 millones de dólares para liberar el virus.

El director de Pemex, Octavio Romero, nunca salió a plantar cara. Ni para confirmar ni para desmentir. Fue la secretaria de Energía, Rocío Nahle, quien el miércoles anunció que nada de pagar rescates. Y hasta ahora no sabemos a ciencia cierta de qué tamaño es el daño.

Pero cuidado. Lo más alarmante es que Pemex es solo una de las dependencias del gobierno federal infectadas por el ransomware. Y quizá no sea ni la más importante, ni la más afectada.

Existen informes de que en días pasados los servidores de otras dependencias que manejan asuntos muy sensibles también fueron atacadas.

Y que hoy se intenta desesperadamente recuperar archivos, carpetas, antecedentes e historiales claves para el buen funcionamiento de áreas fundamentales del gobierno. Pero nadie dice nada.

La sospecha es que se trata de un bien armado golpe de Estado digital, en el que estarían involucrados hackers y expertos en cómputo que sirvieron en los sexenios pasados.

Conociendo a fondo los códigos de acceso y el modus operandi de esos servidores, los ex funcionarios convertidos hoy en terroristas digitales poseen la capacidad de infringirle al gobierno daños irreparables en la memoria donde se almacena el pasado y el presente.

Para entenderlo mejor, esta sería la versión moderna de lo que los políticos corruptos de antaño hacían cuando muy oportunamente se les quemaban los archivos de la Tesorería o se perdían los expedientes en algún juzgado. Desaparecido el expediente, se acababa la rabia.

¿Cuántos palacios municipales o sedes de Tesorerías estatales o federales acabaron calcinadas por vándalos desconocidos que muy certeramente lanzaban molotovs en esas dependencias? ¿Se acuerdan del último incendio en la Torre de Pemex, a finales del sexenio pasado?

Pues lo que se vive ahora en algunas dependencias es algo similar. Alguien intenta desaparecer evidencias, evaporar archivos digitales, para al final cantar aquella canción…”que no quede huella, que no, que no, que no quede huella”.

Si los distintos ataques a distintas dependencias vienen de un ransomware infectado desde algún otro país, como Corea del Norte, Rusia o China, sería cuestión de pagar el rescate. Problema resuelto.

Pero por el rastro que están dejando los golpistas digitales parecería que asistimos a un concierto de hackers en el que selectivamente se eligen las dependencias en donde urge desaparecer expedientes, borrar cualquier huella que dé la pista para descubrir la transa o la corruptela.

¿Y si lo que no se pudiera recuperar de Pemex son los expedientes relacionados con el caso Odebrecht?

¿O si los archivos infectados son los que tienen la ruta del destino de los más de 40 mil millones de dólares de deuda contratada por Pemex en el sexenio pasado?

¿Se tienen de verdad los respaldos suficientes para acudir a ellos, si los “originales” se pierden por el virus? ¿O también esos fueron “infectados”?

Alguien del gobierno de la Cuarta Transformación tiene que salir a dar la cara para explicar a detalle el tamaño del posible golpe de Estado digital que está en marcha. Aclarar si ya fue sofocado o si todavía está en curso.

Por lo pronto, cuando la secretaria de Energía sale a decir que no se pagará ningún rescate, se está admitiendo que existe un secuestro y por lo tanto un secuestrador.

¿Sabrán de verdad en el gabinete de la Cuarta Transformación la dimensión del golpe y el enorme daño que le puede causar a la credibilidad de su proyecto de gobierno?

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