9 de septiembre 2019
¡Que alguien me explique!
Ganar, ganar, ganar
El espíritu del gobierno de la 4T terminó por sentarlos a zanjar cualquier diferencia. Se trata de tres historias encontradas que se veía imposible concertar en un solo espacio: las del presidente López Obrador; el presidente del Grupo Femsa, José Antonio Fernández; y el jefe de la oficina de la presidencia, Alfonso Romo
Por Ramón Alberto Garza
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Hasta hace unos días era un cónclave impensable. En la mesa el presidente Andrés Manuel López Obrador, el presidente del Grupo Femsa, José Antonio Fernández, y el jefe de la oficina de la presidencia, Alfonso Romo.
Tres historias encontradas que se veía imposible concertar en un solo espacio y que el espíritu del gobierno de la Cuarta Transformación acabó por sentarlos a zanjar cualquier diferencia.
Cuestión de recordar que desde la campaña presidencial, José Antonio Fernández, mejor conocido como “El Diablo”, fue uno de los líderes de la resistencia política al candidato de Morena.
Le irritaba que en Palacio Nacional se instalara un candidato de la izquierda, pero también, que a su lado, muy cercano, se instalara el también empresario Alfonso Romo, con quien por asuntos personales y familiares él sostenía una añeja rivalidad.
Y aunque cuando López Obrador ganó aplastantemente la elección presidencial fue de los empresarios que -al menos por un día- fue converso frente a las cámaras y respaldó al nuevo gobierno, los hechos, decían otra cosa.
En los primeros nueve meses de gobierno, “El Diablo” Fernández actuó con desdén hacia el presidente. Tanto, que de las siete ocasiones en que fue convocado para asistir a reuniones empresariales con el inquilino de Palacio Nacional, solo acudió a una.
El desaire entró al terreno de la confrontación cuando, utilizando a la Coparmex, su presidente Gustavo de Hoyos se instaló como el ala crítica del sector privado al gobierno de la Cuarta Transformación. Y violentando los principios de la agrupación empresarial, asomó su intención de contender por la presidencia en 2024, anunciando asambleas y el reclutamiento de jóvenes líderes para convertirlos en candidatos.
El problema se dio cuando dijo que en ese proyecto -al que bautizó como “Alternativa por México”- iría de la mano del Tecnológico de Monterrey, la institución cuyo presidente del Consejo era nada menos que “El Diablo” Fernández.
La interpretación ante la opinión pública era que la dupla Fernández-De Hoyos se definían como la resistencia oficial al presidente López Obrador.
El controvertido anuncio se dio en momentos en que otros poderosos empresarios, como Carlos Slim, Alberto Bailleres, Germán Larrea, Carlos Hank, Ricardo Salinas Pliego, Emilio Azcárraga y muchos más, anunciaban su respaldo al gobierno lopezobradorista y se sentaban en la primera y segunda fila del Primer Informe presidencial.
“El Diablo” Fernández entendió que nadaba a contracorriente y desmarcó al Tecnológico de Monterrey de la aventura política de la Coparmex. Y utilizando los buenos oficios de Carlos Salazar, quien fuera su director general en Femsa, solicitó el encuentro en Palacio Nacional.
Sin mediar resentimiento alguno, el presidente López Obrador aceptó la propuesta advirtiendo que en la comida estaría presente Alfonso Romo, el jefe de la oficina de la Presidencia.
La señal era muy clara, pero a la vez sensible. Clara porque ratificaba el rol de Romo como el interlocutor del gobierno ante la clase empresarial. Y sensible porque la relación entre el jefe de la oficina de la Presidencia y el presidente de Femsa venía de muchos años de tensiones personales y familiares que lucían infranqueables.
Pero al final del día todos dejaron a un lado cualquier diferencia, cualquier sentimiento, para alinearse en torno a los intereses de la Cuarta Transformación.
“El Diablo” Fernández entendiendo que los valores de una empresa pública como Femsa deben ser institucionales y no obedecer a los filiaciones políticas personales de sus directivos.
La lección la vivió ya siete años antes, cuando su apoyo a la candidata panista Josefina Vázquez Mota le valió un dañino distanciamiento con el presidente Enrique Peña Nieto. El impuesto a los refrescos se lo recuerda todos los días.
Y Alfonso Romo dejando a un lado cualquier historia pasada –real o ficticia- para asumir su rol de jefe de la oficina de la Presidencia, conciliando y apuntando hacia la meta del crecimiento prometido del 4 por ciento.
Y ni se diga del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien al sentarse a la mesa con el principal de sus detractores empresariales, confirmó en los hechos su actitud de que no hay recelos ni resentimientos para construir su proyecto de Nación.
El encuentro, pues, fue un ganar, ganar, ganar, ganar. Para “El Diablo”, para Romo, para el presidente y para México. Enhorabuena.
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