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13 de diciembre 2025

10 de diciembre 2025

¡Que alguien me explique!

“Entonces, ¡¿me engañaron?!”

Desde las entrañas del Segundo Piso de la 4T se desplegaron campañas para imprimirle a Ricardo Salinas Pliego la letra escarlata de “corrupto”, lavador de dinero en dos casinos que posee su grupo. Nada cuajó más allá del intento de desprestigio

Por Ramón Alberto Garza

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Desde que se inició su gobierno, hace más de un año, la presidenta Claudia Sheinbaum viene tejiendo en sus mañaneras el cuento de un presunto villano neoliberal, de un empresario mediático que tiene una agenda oscura contra su administración y que tiene como pecado el no querer pagar impuestos. Su nombre: Ricardo Salinas Pliego.

No existe semana que, por lo menos en dos o tres ocasiones, el nombre del presidente del Grupo Salinas sea defenestrado desde ese púlpito del evangelio cuatroteísta, reclamándole burlonamente el “toma chocolate, paga lo que debes”.

La acusación está demostrada que es falsa. Las empresas de Ricardo Salinas Pliego pagan sus impuestos y sólo tienen pendiente un litigio fiscal con el SAT desde los tiempos del presidente Enrique Peña Nieto. Se les pretende cobrar un retroactivo que es inconstitucional. Y no es el único caso. Más de una docena de grandes corporaciones pasaron por esa disputa con el SAT y acabaron por alcanzar acuerdos. Walmart, FEMSA, Vitro, entre otras, acabaron pactando sus litigios y pagando.

El Grupo Salinas, en los días de la pandemia presidencial de Andrés Manuel López Obrador, alcanzó un acuerdo -como todos en su situación- para liquidar 7 mil 500 millones de pesos. Pero, por extrañas circunstancias, el SAT se rehusó a recibir en dos ocasiones el pago exigiendo más de lo pactado. El caso continuó en tribunales. Y, de pronto, se le exigió que liquidara no 7,500 millones, sino 75 mil millones de pesos. Diez veces más. Una cifra de escándalo, con multas y recargos también de escándalo, equivalentes a todas las utilidades de cinco años de ese conglomerado.

Después de decenas de ataques, una de las responsables de la administración tributaria se presentó en la mañanera y reconociendo la disputa fiscal, rectificó la cifra que dio la presidenta. El adeudo no era de 75 mil millones, sino de 48 mil millones. De un “plumazo” se borraron 27 mil millones de pesos. Primer round en favor de Ricardo Salinas Pliego.

Vino después la petición del Grupo Salinas para sentarse a la mesa de la negociación, con un representante de Hacienda, otro de la empresa y uno más independiente. Lo que ahí se concluyera sería aceptado por las partes. La presidenta Claudia Sheinbaum no le dio el visto bueno a esa mesa. La inquilina de Palacio Nacional tiene ese defecto político. El diálogo no es su fuerte. El dedito en los labios diciendo “Shhhh” a callarse, sí. Calla a la oposición, a la Generación Z,  a los agricultores y campesinos, a los empresarios que le dan por su lado -los periodistas y comentócratas que no la adulan-. 

Ricardo Salinas Pliego salió a escena a aclarar en entrevista con Código Magenta, primero, y con otros medios después, que él tenía listo el cheque por el monto acordado con el ex presidente Andrés Manuel López Obrador y su entonces Secretario de Hacienda . Que pasaran por él. Y vista la impotencia de que no existía respuesta, anunció que lucharía por recuperar, en México, el Estado de Derecho perdido por un gobierno que ha hecho de la autocracia su estilo personal de gobernar. Y anunció la posibilidad de postularse como candidato presidencial para el 2030. Y, por supuesto, eso encendió los ánimos de Andy López Beltrán, el hijo del hombre de Palenque, y quien instaló a su amigo Antonio Martínez Dagnino, el jefe del SAT y verdugo del Grupo Salinas. Al junior cuatroteísta se le presentaba, de súbito, un desafío político y le aparecía enfrente un rival opositor para disputarle la Presidencia que siente que, por herencia, ya tiene en la bolsa.

Desde las entrañas del Segundo Piso de la 4T se desplegaron campañas para imprimirle a Ricardo Salinas Pliego la letra escarlata de “corrupto”, lavador de dinero en dos casinos que posee su grupo. Nada cuajó más allá del intento de desprestigio. Una jueza decretó que era inválida la acusación contra sus casas de apuestas. Segundo round en favor del grupo Salinas.

Vino entonces la sentencia de la nueva Suprema Corte, la que fue electa con tómbola y acordeones, ordenando al Grupo Salinas el pago de un monto que era menos de la mitad de los 75 mil millones de pesos que decía el SAT. El caso entró a revisión.

A partir del destape de su precandidatura y de los fallos se intensificó la campaña de odios. Desde la misma mañanera, la presidenta Claudia Sheinbaum acusó a Ricardo Salinas no sólo de ser el instigador de la marcha de la Generación Z, sino de propiciar una campaña de desprestigio contra su gobierno en TV Azteca y acabó lanzando una amenazante advertencia a los anunciantes de esa televisora, buscando que dejaran de pautar sus anuncios.

Finalmente, y buscando ya acabar con esa agotadora e interminable disputa, la presidenta Claudia Sheinbaum citó en su despacho a los principales actores de esa trama dentro de su gobierno. Ahí estuvieron, no sólo el amigo de Andy López Beltrán y titular del SAT, Antonio Martínez Dagnino; la ex titular del SAT, Raquel Buenrostro; la actual Procuradora Fiscal, Grisel Galeano; e incluso el ex presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar y actual Coordinador General Política y Gobierno en este sexenio.

La inquilina de Palacio Nacional reclamó el por qué no se había cerrado ya el Caso Salinas Pliego, que tanto desgaste le estaba generando. Explicaciones fueron y vinieron, pretextos sobraron, pero, al final del día, los que sí sabían ahí de leyes dejaron en claro que aplicar los excesivos cobros que se pretendían no sólo era inconstitucional, sino que podrían generar una crisis jurídica al SAT y alguien podría acabar con denuncias penales.

La presidenta Claudia Sheinbaum escuchó estoica todas las explicaciones y el inesperado desenlace: “Entonces, ¡¿me engañaron?!”, dijo, aceptando explícitamente que fue manipulada por un puñado de funcionarios para librar una pelea que -tal como se planteaba, con esos montos exagerados- no tenía salida. Y el cónclave fiscal en el despacho presidencial concluyó con una escena de luto.

Y así es. El infante Andy López Beltrán, utilizando su influencia y dominio del SAT, llevó a la inquilina de Palacio Nacional a un baile al que nunca debió ir. Lo que buscaba el junior de Palenque era que Ricardo Salinas Pliego pusiera a su servicio el aparato de mercadotecnia política de TV Azteca y los recursos de Grupo Salinas para alcanzar la candidatura presidencial de Morena.

Los extremistas dentro del actual gobierno buscan que, en medio de esta disputa sin final, se le retiren a Ricardo Salinas Pliego las concesiones tanto de TV Azteca como de Banco Azteca. Sería un craso error con consecuencias para la confianza de los inversionistas y por el enrarecimiento político que eso significaría, sin contar con el efecto político que acabaría por aceitar todavía más las aspiraciones de Ricardo Salinas Pliego.

La mandataria, que presume siempre su “cabeza fría”, tiene que recordar el viejo adagio: “Siempre será mejor un buen arreglo, que un malo, agrio y doloroso pleito”.

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