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27 de septiembre 2018

Política

El engaño del nuevo aeropuerto

Nos dijeron que el NAIM se pagaría en su mayoría con recursos privados. Pero la realidad es que se está financiando con deuda pública de todos los mexicanos. La clave está en Nacional Financiera, el banco de desarrollo que dirige Jacques Rogozinski, el hombre de las privatizaciones de los noventa

Por Rodrigo Carbajal

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Si hay un argumento que utilizaron los promotores del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México para defender el proyecto a capa y espada es que éste se financiaría en mayor medida con fondos privados.

Hoy sabemos que eso no es cierto. Puede afirmarse que la administración de Enrique Peña Nieto se prestó al engaño porque los créditos contratados para construir el aeropuerto están siendo pagados con deuda pública de todos los mexicanos.

Para ello fue necesario construir un esquema financiero auspiciado por Nacional Financiera, el banco de desarrollo del Estado mexicano. Su director, Jacques Rogozinski, es el economista que diseñó y ejecutó las privatizaciones de la década de los noventa.

Curiosamente, los principales contratistas y beneficiarios de la construcción del NAIM son los mismos personajes y familias que protagonizaron el proceso de privatización que dirigió Rogozinski: Carlos Slim, Olegario Vázquez y la familia Hank.

Después de 18 años de estar ausente en el servicio público, Rogozinski fue llamado por el Presidente Enrique Peña Nieto para dirigir Nacional Financiera, la institución que está al centro del financiamiento del NAIM. El banco de desarrollo mexicano creó una red de fideicomisos públicos y privados para simular la entrada de ingresos gubernamentales al proyecto del nuevo aeropuerto sin que éstos sean considerados como deuda pública de todos los mexicanos.

En los hechos, Nacional Financiera está garantizando toda la deuda privada emitida por AICM, la empresa paraestatal encargada de la construcción y administración del nuevo aeropuerto.

No es poca cosa. La versión oficial es que el NAIM costaría 169 mil millones de pesos y que el gobierno mexicano sólo sería responsable de proveer el 36 por ciento de este financiamiento.

Sin embargo, la realidad es que el proyecto podría costar hasta 439 mil millones de pesos, de acuerdo a la estimación más reciente de la Academia de Ingeniería de México. Además, bajo el esquema diseñado por Nacional Financiera, el gobierno no sólo estaría financiando un tercio del costo del NAIM, sino que estaría utilizando al banco de desarrollo para pagar todos los pasivos que contrajo AICM y que en última instancia se usan para saldar los créditos de los contratistas.

Esto no se hace de manera directa o abierta, porque eso implicaría registrar los pagos de Nacional Financiera como deuda pública. La simulación fue denunciada en un artículo del diario El Financiero por Marco Pérez Valtier, socio de Pérez Góngora y asociados, una empresa mexicana de auditoría. Ahí, describe el mecanismo montado por AICM, Nacional Financiera e Inbursa, la institución financiera de Carlos Slim.

Vámonos por partes.

Primero, AICM necesita dinero privado para construir el nuevo aeropuerto. Como cualquier empresa, puede pedirle prestado a los bancos o realizar una emisión de bonos para que sea el público inversionista el que financie su proyecto. El problema es que AICM no tiene garantías que ofrecer. Sin ellas, nadie en su sano juicio invertiría su dinero ahí.

Las únicas garantías que tenía, los flujos que recibía de las tarifas de uso del aeropuerto que opera actualmente (TUAs), se vendieron a Nacional Financiera en el 2006 para obtener recursos para la construcción de la Terminal 2. En ese entonces, el banco de desarrollo mexicano pagó más de 500 millones de dólares.

Entonces, volviendo al NAIM, ¿de dónde está saliendo el dinero para pagar los casi 9 mil millones de dólares que AICM ha colocado en los mercados?

Aquí es donde vuelve a entrar Nacional Financiera de Jacques Rogozinski. Se simula la compra de la TUA del nuevo aeropuerto para que el banco de desarrollo pague por los créditos contratados por AICM.

No obstante, esta operación tiene cuatro graves problemas.

Uno, que esta transacción se realizó antes de que AICM recibiera el título de la concesión para construir el nuevo aeropuerto. Podría argumentarse que se trata de un engaño premeditado.

Dos, que, como lo ha dicho Pérez Valtier, no se pueden vender las rentas de una segunda TUA porque nunca habrá dos aeropuertos operando. Dado que el NAIM comparte el mismo espacio aéreo con aeropuerto actual, se trata de la misma TUA.

Esto nos lleva al punto número tres: que Nacional Financiera ya es dueño de las TUAs porque las adquirió desde el 2006, y por lo tanto no debería pagar una cuenta de casi 9 mil millones de dólares sin obtener un beneficio a cambio.

Cuatro, que el contrato de esta operación establece que, después de pagar los créditos de AICM, Nacional Financiera transferirá los excedentes de la TUA de vuelta al AICM.

Recapitulando, el banco de desarrollo mexicano tiene que explicar por qué compró algo que ya era suyo, que no le reporta ningún beneficio y que podría costas casi 9 mil millones de dólares.

Además, todas estas operaciones se triangulan a través de un segundo instrumento financiero, el fideicomiso 80460, administrado por Inbursa. Esto le otorga carácter de privado al mecanismo de AICM y Nacional Financiera, de modo que lo blinda con el secreto fiduciario. De hecho, en el 2014, la Auditoría Superior de la Federación intentó fiscalizar este fideicomiso pidiéndole información a Nacional Financiera. La solicitud fue negada bajo el argumento del secreto fiduciario.

Este entramado de fideicomisos es el canal por el que tienen que pasar todas las inyecciones de capital que haga el gobierno federal al proyecto del nuevo aeropuerto. La cuestión, es que todo el dinero está siendo registrado como ingreso y no como deuda pública, cuando es el caso. Esto a pesar de que AICM está emitiendo bonos y Nacional Financiera los está pagando.

La conexión de intereses del NAIM y este mecanismo financiero hacen más fácil de entender por qué Afore Inbursa, de Carlos Slim, adquirió casi la totalidad de los bonos de la emisión de la Fibra E de 30 mil millones de pesos que realizó AICM, la operación financiera emblema del nuevo aeropuerto.

Gerardo Ruiz Esparza, el secretario de Comunicaciones y Transportes, prometió públicamente que el NAIM no se financiaría en gran medida con deuda pública. Mintió descaradamente.

La lección del nuevo aeropuerto, de Slim, de Hank, de Rogozinski, es que, al final, siempre ganan los mismos.

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