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23 de junio 2025

23 de junio 2025

¡Que alguien me explique!

En la antesala de un holocausto

Sin anuncio previo, sin someter su decisión al Congreso, invocando sus poderes absolutos como presidente de la nación armada más poderosa del planeta, Donald Trump decidió bombardear con artillería norteamericana instalaciones nucleares en Irán

Por Ramón Alberto Garza

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Sin anuncio previo, sin someter su decisión al Congreso, invocando sus poderes absolutos como presidente de la nación armada más poderosa del planeta, Donald Trump decidió bombardear con artillería norteamericana instalaciones nucleares en Irán. Se acabaron sus dudas, ya entró al conflicto más amenazante que se libra en Oriente Medio -el de Irán contra Israel- y que tiene  al mundo en vilo.

Bajo una estrategia bautizada como “Midnight Hammer” -“Martillo de Medianoche”-bombarderos B-2 lanzaron los más sofisticados misiles en tres sitios iraníes -algunos construidos bajo tierra, como Fordow y Natanz- en los que se tenía la certeza de que ya se producía diariamente casi medio kilogramo de uranio enriquecido, lo que le daría a Irán el potencial inmediato para fabricar sus primeras tres bombas atómicas antes de finales de junio.

La amenaza para las naciones árabes del Medio Oriente -sobre todo para Israel-  y para el mundo entero era inminente desde la nación teocrática gobernada por el Ayatollah Ali Khamenei y un puñado de islamistas chiitas radicales apoyados por Hamás y Hezbolá que buscan la aniquilación total del pueblo judío.

Con esta sorpresiva acción, Estados Unidos entró de lleno en una guerra que desde hace nueve días se desató entre Irán e Israel y que después de recíprocos y repetidos bombardeos, tiene al planeta en vilo. Es lo más cercano que el mundo ha estado de una gran conflagración desde la Segunda Guerra Mundial. Y para muchos analistas estamos cruzando la frontera de que se produzca un potencial holocausto.

Los argumentos que colocó el presidente Donald Trump sobre la mesa fueron que se tenía que frenar al “bullying” de Medio Oriente. A la nación teocrática extremista que significa un peligro por su mezcla de religión, belicismo, producción estratégica de crudo, riqueza  y cercanía para afectar una ruta vital para el comercio mundial como el Estrecho de Ormuz, una franja de apenas 30 kilómetros por donde se despachan el 20 por ciento del petróleo y el 30 por ciento del gas que consume el mundo.

Estamos hablando de un Irán que, con 90 millones de habitantes -la cuarta parte de la población de Estados Unidos- tiene mayores reservas petroleras que los norteamericanos: 31 mil millones de barriles, cuarto lugar mundial, sólo superado por Venezuela, Arabia Saudita y Rusia.

El inquilino de la Casa Blanca dijo inicialmente que no se trataba de derrocar un régimen, sino de despojar de sus dientes nucleares a un gobierno salvaje y suicida que busca, con su riqueza y su creciente poderío militar, liquidar el Estado de Israel y sentar su Ley entre los países árabes. Pero ayer domingo, el mismo presidente Donald Trump emitió un mensaje en sus redes sociales cuestionando si sería necesario o no un cambio de régimen en Irán. El debate se encendió.

Pero esa decisión presidencial de sumarse a Israel en su guerra contra Irán podría costarle muy caro a Estados Unidos, a Israel y a todo el Occidente. Ya el Ayatollah Khamenei lo sentenció: “Sus pérdidas serán mucho mayores que las sufridas por Irán”.  La sola posibilidad de un  contraataque de Irán en suelo norteamericano o en Europa, con actos terroristas, ciberataques o una intentona de magnicidio, tienen al mundo en alerta máxima y dividido sobre si Estados Unidos debió involucrarse o no en este conflicto de tintes nucleares, después de que, como candidato, siempre prometió que se mantendría al margen de invocar nuevas guerras.

Por ahora, la agenda con Irán tiene a la Casa Blanca ocupada las 24 horas. Eso significa que el resto de los frentes -Ucrania, México, aranceles, la OTAN, China y Rusia- tienen que esperar. Estados Unidos no puede abrir tantos frentes simultáneos sin pagar las consecuencias. Dicho en otras palabras -y para efectos de nuestro país- México y sus ajustes en la relación con los vecinos del Norte y que lucían inminentes, quizás tendrán que aplazarse unos meses más, quizás, y ser diferidos frente a la amenaza iraní.

Sin embargo, para otros, el mensaje que da el ataque norteamericano a Irán no es sino la confirmación de que el presidente Donald Trump está dispuesto a llegar a las últimas consecuencias -bien pensadas o incluso insensatas- para defender los intereses norteamericanos que él abandera.

El mismo controvertido mandatario ya lo venía reconociendo una y otra vez: la amenaza más grande para Estados Unidos está en la seguridad, los cárteles, el fentanilo, la migración y el desequilibrio comercial con México.  Hasta que se presentó la confrontación con Irán. Las prioridades se trastocaron y el juego, al menos temporalmente, vuelve a cero, entra en suspenso.

El factor religioso del gobierno teocrático de Irán y sus aliados de Hamás y Hezbolá, le añade ese elevado factor de incertidumbre al futuro inmediato. Cualquier revancha es posible. Todo sacrificio, incluso el holocausto está en las posibilidades siempre  con la bendición de Alá.

Por lo pronto, hoy lunes amanece el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Abás Araqchi, en una reunión de emergencia con el presidente de Rusia, Vladimir Putin. A ver, que alguien me explique ¿cómo Vladimir Putin, en guerra abierta por el territorio de Ucrania, se transforma de la noche a la mañana en Consejero de Paz entre Irán, Israel y Estados Unidos? ¿O será en Consejero de Guerra?

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