12 de julio 2022
¡Que alguien me explique!
En el peor momento
El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene hoy su mini cumbre en Washington con su homólogo Joe Biden
Por Ramón Alberto Garza
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El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene hoy su mini cumbre en Washington con su homólogo Joe Biden.
Aunque -hay que reconocerlo- ese encuentro no se da en el mejor momento, ni para el mandatario norteamericano ni para el mexicano.
¿Cómo creen que estará el humor de Biden cuando una encuesta dada a conocer apenas ayer, por The New York Times, advierte que el 64 por ciento de los demócratas -sí, los mismos de su partido- ya no lo quieren como su candidato para reelegirse en el 2024?
¿Qué sonrisa y buena voluntad podrá dar el jefe de la Casa Blanca cuando esa encuesta dice que su nivel de aprobación está en apenas un 33 por ciento entre los votantes?
Esta mini cumbre se da en un enrarecido y depresivo ambiente, en donde las alarmas por la economía y la inflación le imponen una agria condena al gobierno de Biden. Solo el 13 por ciento de los norteamericanos creen que van en la dirección correcta, el peor récord registrado en una encuesta del Times.
Más dramático aún, el presidente Biden ya cruzó el umbral que lo ubica como el más viejo mandatario en la historia de los Estados Unidos y el 94 por ciento de los votantes menores de 30 años dicen que prefieren a alguien más que a un “zombi”.
Bajo todo ese alud de pesimismo, el inquilino de la Casa Blanca tiene que sentarse a la mesa con su colega problemático, al homólogo rebelde del vecindario, el que siempre sale a darle las contras, aunque de dientes para afuera los dos prediquen una falsa “excelente relación”.
Es cierto que los números de aprobación del presidente López Obrador triplican los del presidente Biden. Entre 57 y 65 por ciento de aceptación, dependiendo de la encuesta que se consulte. Pero ese no es el punto de quiebre. Es la aprobación de las dádivas del bienestar.
Hoy y mañana, el mandatario mexicano se sienta en la Casa Blanca a dialogar, no solo con el presidente Biden, sino ante la “la crème de la crème” de la inteligencia, la seguridad y las finanzas norteamericanas, urgidos de darle a sus ciudadanos cuentas de tres temas cruciales: migración, drogas y cárteles, además de los riesgos de sus inversiones multimillonarias en peligro.
Los ánimos en la Oficina Oval no estarán de lo mejor para intentar entender por qué el gobierno mexicano no condenó a Rusia en la invasión a Ucrania. O por qué buscó boicotear la Cumbre de las Américas, saliendo en defensa de los autócratas de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia.
Habrá que dar suficientes y convincentes argumentos -punto menos que imposibles- para defender la política de “Abrazos, No Balazos” que tiene al vecino del sur arrastrando un baño de sangre, inundando de fentanilo a la Unión Americana.
O cuál va a ser el final infeliz de las decenas de miles de millones de dólares invertidos tras la Reforma Energética, hoy desconocidos por el nuevo gobierno que se niega a reconocer lo ya firmado. Ningún buen augurio para el crecimiento futuro del T-MEC.
Ni qué decir de las lecciones que el presidente López Obrador buscará darle a su colega Biden para que perdone a Julian Assange, acusado de espiar y sustraer decenas de miles de documentos secretos, so pena de que el mandatario mexicano les reitere su propuesta de desmantelar la Estatua de la Libertad. Grotescos temas para una agenda que exige seriedad y profundidad.
Sin embargo, el gobierno mexicano luce confiado porque parece traer bajo la manga un as para jugarse: el Corredor Interoceánico en el Istmo de Tehuantepec.
¿Que por qué es estratégico? Pues porque los norteamericanos, quienes le otorgaron la soberanía de su canal a Panamá, se acaban de dar cuenta que las nuevas tecnologías con las que se maneja el paso estratégico de mercancías del Atlántico al Pacífico y viceversa, son de manufactura china.
Imaginan lo que significaría, ante una conflagración global, el que China tenga el control de las esclusas y los accesos al punto neurálgico del comercio entre Europa, América y Asia.
El Corredor Interoceánico en el Istmo de Tehuantepec, aunque menos flexible, podría significar un Plan B que, desde ahora, debe ser manejado por manos adecuadas para no caer -como algunos ya sospechan- en las del crimen organizado que domina ya amplios territorios, sobre todo en el sureste mexicano.
Por eso, cuando vean hoy las imágenes de saludos fraternales, sonrisas, platos, viandas y vinos, paseos por la Casa Blanca, todo eso es el protocolo de utilería. El que ya nadie compra.
Lo verdadero estará en lo que se discuta en la Oficina Oval, en el cuarto situacional y de estrategias, a puertas cerradas, donde las sonrisas de desdibujan y los ceños se fruncen.
Por lo pronto, ayer Moody’s recibió al presidente López Obrador en Washington con una pésima noticia. La deuda de Pemex fue degradada a la calificación de bono chatarra. Una señal de que para allá irá México si su gobierno no comienza a tomar las cosas en serio.
Después de todo, el presidente Biden ya tiene muy poco que perder y sí, en cambio, mucho que ganar si acaba por alinear al vecino incómodo.
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