11 de noviembre 2024
¡Que alguien me explique!
Empresarios populistas
Es increíble lo perdido que está en nuestro México el sector empresarial. Con una ceguera que los limita a ver sus reportes de utilidades, son incapaces de gestar estrategias para defender causas y principios en favor de las libertades que tanto pregonan
Por Ramón Alberto Garza
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Es increíble lo perdido que está en nuestro México el sector empresarial. Con una ceguera que los limita a ver sus reportes de utilidades, son incapaces de gestar estrategias para defender causas y principios en favor de las libertades que tanto pregonan. Están no sólo desarticulados, sino paralizados y lo que es peor, extraviados.
Tomemos como ejemplo el reciente debate que se da en Nuevo León sobre el aumento de las tarifas de transporte urbano, en un episodio ya bautizado como “el tarifazo”.
El hecho es que el gobierno emecista de Samuel García autorizó un incremento de 12 a 15 pesos en el costo de las tarifas de los camiones que circulan en el área metropolitana. Y la condena -muy entendible de los usuarios- la hicieron suya los empresarios, quienes a través de las Cámaras patronales repudiaron el alza sin saber que se estaban dando un balazo en el pie. Analicemos.
Al transporte urbano de Monterrey no se le ha autorizado un solo aumento de tarifas en 11 años. Desde el 2013, en el gobierno del priista Rodrigo Medina, la tarifa es de 12 pesos.
Para dar una idea de la decisión absurda, en 2013 un periódico costaba 12 pesos, el litro de gasolina también 12 pesos y un boleto de entrada al cine valía 12 pesos. Once años después, el costo del periódico está entre 20 y 30 pesos -con menos páginas- el litro de gasolina en 25 pesos y el boleto de entrada al cine es de 29 pesos. Todos subieron sus precios en estos años un 100 por ciento. Pero el costo de un pasaje en transporte urbano lo congelaron en 12 pesos.
Lo que esa parálisis de precios generó, al no reconocer siquiera la inflación de todos esos años, es que la flota de camiones de la metrópoli regia se desplomara de 5 mil 800 camiones a menos de unas 2 mil 800 unidades que dan servicio actualmente. Por falta de capacidad para reponer camiones viejos por nuevos se perdió la mitad de la flota en una metrópoli, que en esos once años creció su población en un millón de habitantes, para alcanzar los 5.3 millones.
Y para colmo, los camiones que todavía están en operación van convirtiéndose en chatarra, sin posibilidad de ser reemplazados porque los transportistas privados regios -que entre los años de 1960 y el 2010 eran ejemplo nacional- perdieron su capacidad crediticia por falta de una tarifa que les permitiera reemplazar sus unidades perdidas.
El resultado final es que, congeladas las tarifas los últimos dos años de Rodrigo Medina, todo el sexenio de Jaime “El Bronco” Rodríguez y los tres años que lleva Samuel García, la nueva escenografía urbana de Monterrey adquirió una nueva postal: largas filas de usuarios de transporte esperando por horas en las esquinas a que pase el camión.
Son ciudadanos que duplicaron y hasta triplicaron el tiempo de traslado a sus trabajos o de regreso a sus casas, porque, a falta de inversión, el sistema de transporte colapsó. Y a pesar de que el gobierno del nuevo Nuevo León concesionó la compra de casi dos mil unidades nuevas, apenas les son asignadas a los transportistas que no pudieron renovar su flota. Y lo que es peor, quienes tomaron el riesgo de importar los camiones tienen meses sin recibir el pago de un gobierno que no admite que está en quiebra.
En medio de todo este caos en el transporte metropolitano, el empresariado de Nuevo León se instala en la acera populista para condenar el alza del transporte que dice que lesiona a sus trabajadores. Si de verdad evaluaran la realidad y le preguntaran a sus empleados, entenderían que preferirían pagar dos o tres pesos más, pero recuperar las horas que pierden en el traslado para descansar y disfrutar de su familia.
¿Podría una acerera como Ternium sobrevivir si no hubiese elevado el precio de su acero desde 2013? ¿Tendrían posibilidad de ser viables WalMart, Oxxo o Súper 7 si les congelaran por 11 años los precios de sus productos y servicios? ¿Podrían sobrevivir hoy los periódicos de Monterrey con el precio de 12 pesos al que vendían su ejemplar en 2013? ¿En qué situación estaría Grupo Alfa si no les autorizaran durante 11 años elevar el costo de sus carnes frías y embutidos de Sygma Alimentos? ¿Podría Cemex continuar operando si le hubiesen congelado el precio del cemento hace más de una década? Por supuesto que no.
Entonces, con qué calidad intelectual y moral salen los jerarcas de las Cámaras en Nuevo León a exigir que los transportistas privados aguanten el calvario de perder un negocio que ya está al borde de la bancarrota. El principio económico es básico. Pero a los líderes empresariales les aflora un populismo que es imposible de defender. “Que se haga la voluntad de Dios, en los camiones de mi compadre”.
Lo más lamentable es que nadie se ha dado cuenta que “el niño ya está ahogado”. Y que a menos que el gobierno quebrado de Samuel García no salga a otorgar elevados subsidios al transporte privado o que defina una estrategia congruente de tarifas, el transporte urbano será en cinco años letra muerta en la metrópoli de Monterrey. Cuando los pocos camiones que quedan estén parados por falta de mantenimiento. Cuando la única salida, como ya se ve, es que a falta de transporte crezca demencialmente el parque vehicular. Por eso, el tránsito metropolitano también está hoy colapsado.
Antes que hacer declaraciones absurdas, empáticas, pero sin fundamento, los jerarcas empresariales de Nuevo León tendrían que irse a los paraderos de autobuses para ver los rostros de sus trabajadores que sufren para llegar en la mañana a tiempo a sus empresas y agonizan todas las tardes cuando consumen horas en volver a sus hogares. Eso es criminal.
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