El Sexenio Videgaray

“Por el enorme mérito de aprovechar las pijamas party con su suegro para influir a que le bajara tres rayitas a sus caprichitos y exigencias sobre el nuevo Tratado de Libre Comercio, el pueblo mexicano le otorga la condecoración del Águila Azteca a Jared Kushner, amigo íntimo del canciller Luis Videgaray”.

 Con esa distinción de la máxima condecoración que otorga el gobierno y el pueblo de México a extranjeros que prestan extraordinarios servicios a la nación, el yerno del presidente norteamericano que mas ha odiado a los mexicanos, es impuesto con calzador al lado de verdaderos grandes.

La lista incluye personalidades como Dwigth Eisenhower, los Reyes de Inglaterra, España y Dinamarca, Eva Perón, Gabriel García Márquez, Bill y Melinda Gates, Nelson Mandela, Walt Disney o los cantantes Bono y Joan Manuel Serrat.

Un lamentable final para un gobierno al que se le acusó de vivir en la frivolidad política y que con el otorgamiento de esta condecoración ratificó que Videgaray fue su amo y señor. Se adueñó de la economía y al final hasta de la política. Y en ambas le fallaron la cuentas.

Porque en los momentos en que el todavía presidente Enrique Peña Nieto debería disfrutar con la firma del ahora Tratado México- Estados Unidos- Canadá, los reflectores se desvían hacia una decisión por demás inoportuna y cuestionable.

Nada personal contra Kushner, quien sus méritos debe tener para estar donde está. Pero hoy no son los suficientes para rendirse a sus pies por ayudar a sacar adelante un tratado que se renegoció a petición de su suegro, bajo las condiciones que quería su suegro, en el terreno que eligió su suegro y cuyo final se anunció desde la oficina de su suegro. Está claro que sus servicios fueron para su suegro y no para México.

Pero el resbalón del Águila Azteca para Jared Kushner solo viene a demostrar que Videgaray fue el presidente in péctore del sexenio que se acaba el sábado.

Desde el primer día el pupilo renegado de Pedro Aspe se instaló como el hombre al oído de Peña Nieto.

Su posición como secretario de Hacienda le daba el derecho de picaporte, con órdenes y regaños incluidos, hacia todo el gabinete, exceptuando Miguel Ángel Osorio Chong, su eterno rival.

Videgaray no podrá rehuir al juicio de la historia al dejar a un país mucho mas endeudado de lo que lo recibió, como tampoco de ser cómplice –así sea por omisión- de las corruptelas toleradas y maquilladas desde presupuestos que nunca vieron una auditoría real de fondo.

Tan solo en PEMEX, a la sombra de Emilio Lozoya Austin, la paraestatal adquirió más de 40 mil millones de dólares de nueva deuda, para superar los 100 mil millones de dólares. ¿Dónde están?

El gasolinazo trajo solo alzas y ninguna baja en los precios al consumidor. Un disfraz con el que se vistió el nuevo mecanismo recaudatorio de un gobierno incapaz de combatir la elevada evasión fiscal.

Ya como aprendiz de canciller, Videgaray convenció al inquilino de Los Pinos de manejar la estrategia de la campaña presidencial priista.

Pero falló al limitarle el vuelo a un José Antonio Meade que no pudo romper las cadenas que le dieran la libertad de ser y de marcar distancia.

Y en la negociación del TLC, Videgaray se compró una servicial amistad con Jared Kushner, que solo la capacidad negociadora del secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, pudo equilibrar a la hora de los jaloneos finales. Se sacó lo que se pudo.

Por eso después de la condecoración del Águila Azteca, Videgaray volará hacia nuevo horizontes ligados a corporaciones financieras norteamericanas.

Porque a ellas sirvió, en esa radicalizada nación trumpista se sintió como Luis por su casa y en alguna de sus hojas de balance corporativo se refugiará cobrar los dividendos que le merecen sus very, very, very succesful services. ¿Right Mr. Trump?