6 de noviembre 2025
¡Que alguien me explique!
El oscuro mensaje a la Presidenta
Quien decidió sacar a la calle a la presidenta Claudia Sheinbaum, lo hizo con una intención. Recordarle a que ella es una simple mortal y que en cualquier momento puede ser abordada por un “loquito” que podría ser un nuevo Mario Aburto. Nada descabellado
Por Ramón Alberto Garza
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Cuando en 1997, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari se decidió a romper el silencio de su exilio, me declaró en Irlanda: “La nomenklatura me mató a Colosio”.
El que entonces era el más admirado y respetado presidente mexicano en el mundo se refería al “viejo PRI”, a los personajes del clan de Luis Echeverría y Fernando Gutiérrez Barrios, quienes reclamaban la silla presidencial que sentían que los neoliberales liderados por Salinas de Gortari les habían arrebatado a lo largo de tres sexenios y que la querían perpetuar al menos tres más.
La conclusión implícita fue que existió un complot que echaba por tierra la tesis de que el presunto asesino, Mario Aburto, había actuado en solitario. El asesinato del candidato presidencial priista traía mensaje, dedicatoria y destino. Cambiar, como lo hizo, el rumbo de la historia.
Viene esta reflexión a cuento frente al presunto “acoso sexual” que recibió el martes la presidenta Claudia Sheinbaum, de un individuo que -en solitario- se le acercó cuando la mandataria saludaba a mujeres en la calle. El individuo quiso darle un beso en la nuca, le hizo tocamientos en su cuerpo y se fue como si nada. Nadie lo detuvo frente a la flagrancia de la “intimidación sexual”. Lo aprehendieron más tarde.
La primera y más simplista reflexión es que la seguridad de la Inquilina de Palacio Nacional le falló. No tenía a nadie de la Ayudantía presidencial a su lado que la protegiera de semejante acoso. El Estado Mayor lo desapareció Andrés Manuel López Obrador y, desde 2018, el cuidado de la vida del jefe del Estado mexicano recae en un puñado de imberbes, de entre 20 y 30 años, sin experiencia en seguridad, que buscan hacer méritos como choferes presidenciales para brincar luego a posiciones más lucrativas, como pasó con los jóvenes reclutados en 2019 por Andy López Beltrán y por el primer jefe de Ayudantía, Daniel Asaf, y que se enriquecieron con el huachicol fiscal. En lo personal, no me apego a esta tesis del intruso inocente.
Sacar a pasear a la calle a la presidenta Claudia Sheinbaum en momentos que se eleva la tensión política por el asesinato Carlos Manzo, el alcalde de Uruapan, es por decir lo menos un acto irresponsable. Más aún, en medio de la radicalización de las posturas y del repudio al narco estado mexicano, ese “paseo callejero” es una provocación.
Quien decidió sacar a la calle a la inquilina de Palacio Nacional, lo hizo con una intención. Recordarle a la presidenta Claudia Sheinbaum que ella es una simple mortal y que en cualquier momento puede ser abordada físicamente por un “loquito”, que hoy sólo le hizo el “favor” de hacerle “tocamientos sexuales”, pero que lo mismo podría haber portado un arma y convertirse en un nuevo Mario Aburto. Nada descabellado.
La presidenta Claudia Sheinbaum está sometida a severas presiones más allá del repudiado asesinato de Carlos Manzo que, sin duda, será el primer gran quiebre político real de su gobierno. El sombrero del alcalde de Uruapan ya se alzó entre millones de mexicanos como un estandarte insignia de condena contra la impunidad y el mal gobierno.
Las presiones más severas para la presidenta Claudia Sheinbaum vienen ahora de la “nomenklatura” de Morena, que comanda el autócrata y corrupto inquilino de Palenque. Simplemente no le gusta que, si él la instaló en la Silla del Águila, no haya obediencia absoluta a sus órdenes y caprichos.
Andrés Manuel López Obrador está confrontado con ella, porque el ex mandatario no siente que le esté cuidando ni sus espaldas, ni las de los suyos, incluyendo sus hijos. Que los decomisos de huachicol fiscal y la destrucción de 819 laboratorios de fentanilo acaban por exhibir su sexenio como cómplice y socio del crimen organizado.
Andy López Beltrán tampoco quiere a la inquilina de Palacio Nacional. No lo defendió de su misterioso viaje a Tokio con Daniel Asaf. Ya lo mandó dos veces detrás de las vallas, a la quinta fila, en los eventos políticos de gala y, para colmo, no salió a defenderlo cuando se reveló en Código Magenta todo el modus OperANDY que instala al hijo de su antecesor como el jefe de la Mafia Morena que controló el huachicol fiscal.
Tampoco quiere a la presidenta Claudia Sheinbaum el ya impresentable Adán Augusto López -jefe supremo del cártel de “La Barredora”- el patrón de Hernán Bermúdez Requena, quien acusa que desde el despacho de Omar García Harfuch se gestó la cacería del líder de Morena en el Senado. Y que fue la misma casa presidencial la que filtró la declaración de impuestos del tabasqueño, amante de las jirafas, en donde aceptaba haber ingresado en 2024 la nada despreciable suma de 80 millones de pesos.
Otro que también quisiera ver fuera de circulación a la jefa del gobierno mexicano es Audomaro Martínez, el tabasqueño que controlaba la inteligencia para sus enjuagues migratorios y a quien Omar García Harfuch se la arrebató.
Vaya, ni qué decir de los militares y los marinos, que la traen atravesada. A ella y a García Harfuch. El general Ricardo Trevilla, desde hace meses, le viene exigiendo a la Jefa Suprema que elija a quién va a apoyar, si al Secretario de Seguridad Ciudadana -quien ya controla la UIF y la Inteligencia nacional- o a ellos, los generales verde olivo. Lo mismo sucede con el secretario de Marina, el almirante Raymundo Pedro Morales, cuya institución hasta hace meses muy prestigiada, recibió el golpe de descubrir que dos sobrinos del ex secretario Rafael Ojeda, eran los que operaban la entrada de huachicol fiscal a puertos mexicanos.
Y la cereza del pastel de esa “nomenklatura” morenista la integra el “Goebbels Región 4T”, Jesús Ramírez y su aparato propagandístico de chairos mañaneros y robots digitales, que despachan al son que les tocan desde Palenque.
A esa “nomenklatura” morenista le tiene que hacer frente la presidenta Claudia Sheinbaum. A Andrés Manuel, Andy, Adán Augusto, Audomaro, al general Trevilla y la del almirante Morales, los huachicoleros fiscales y sus gasolineros a los que ya les arruinó el negocio, y los cárteles a los que ya los despojó de la producción de fentanilo. Todos juntos, la acusan de traición, de no cuidar sus intereses, de interponerse en sus ganancias multimillonarias. La quieren fuera de Palacio Nacional, porque no cumplió sus expectativas. Y menos les gustará cuando acabe por operar lo que viene de la mano de los Estados Unidos.
Bien haría la inquilina de Palacio Nacional en no confiarse. Lo del martes no fue un inocente y descuidado “jugueteo sexual”. Tampoco un “mensaje distractor” para que nadie hable del alcalde Carlos Manzo. Fue un mensaje claro de algunos miembros de la “nomenklatura” guinda, que le recordaron lo vulnerable que es, lo fácil que sería deshacerse de ella, aún antes de la Revocación de Mandato.
Si Omar García Harfuch le quiere hacer un favor a la presidenta Claudia Sheinbaum -y por supuesto a todos los mexicanos- que le integre a la voz de “ya” un equipo de seguridad de todas sus confianzas. No de la Secretaría de la Defensa, no de la Secretaría de Marina, no de la Guardia Nacional, uno de la Secretaría de Seguridad.
Dejar pasar como inocentes los “tocamientos sexuales” de un tipo que “se atrevió” a llegar hasta el punto de tener contacto con ella, es ser excesivamente ingenuos.
Las “nomenklaturas” -sean priistas como la que asesinó en 1994 a Luis Donaldo Colosio- o la que hoy, desde las penumbras de Palenque, acechan a la presidenta Claudia Sheinbaum son perversas. Y no se van a detener hasta confirmar que ella rectifique y los deje en paz, o que quede -sea como sea- fuera de los aposentos que ellos creen que se los prestaron en Palacio Nacional.
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