14 de noviembre 2022
¡Que alguien me explique!
El grito se escuchó hasta La Chingada
“Malvados”, “hipócritas”, “rateros”, “fifís”, “conservadores” y “corruptos” que con su marcha en defensa del Instituto Nacional Electoral le arruinaron su festejo de cumpleaños al presidente Andrés Manuel López Obrador
Por Ramón Alberto Garza
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“Malvados”, “hipócritas”, “rateros”, “fifís”, “conservadores” y “corruptos” que con su marcha en defensa del Instituto Nacional Electoral le arruinaron su festejo de cumpleaños al presidente Andrés Manuel López Obrador.
Y por más que el mandatario decidió irse a celebrar -o a esconderse- a su finca de Palenque, los gritos de la multitudinaria protesta se escucharon hasta La Chingada, el nombre que le impuso a su finca de retiro y donde ayer domingo apagaba sus 69 velitas en el pastel.
Fueron cientos de miles de mexicanos que, por voluntad propia, sin acarreos, de manera pacífica, marcharon por las calles de unas 58 ciudades en 22 estados, exigiendo respeto del presidente al máximo organismo del arbitraje electoral en México y al que quiere acotar en su dimensión, alcance, funciones y presupuesto.
Por supuesto que, en su mañanera de hoy lunes, el mandatario descalificará esas marchas, acusando de que son reacciones de una clase media aspiracionista, que añora los años en que se enriquecían con las políticas del PRIAN.
Pero esa es la misma clase media que por millones se volcó en las urnas aquel primero de julio del 2018 para votar en favor de la esperanza que vendía aquel candidato de Morena que hoy los desdeña, los minimiza y los insulta.
El mismo candidato de Morena que, investido ya como presidente, acabó por exhibir su auténtico talante autoritario, mandando al diablo a las instituciones, a la clase política, a los empresarios, a las feministas, a los intelectuales, a los científicos, a los periodistas. El que quiere invalidar el mismo organismo al que tanto elogió cuando le convalidaron el triunfo presidencial en 2018.
Nadie reportó en las marchas de ayer destrozos, ni pintas, ni golpeados o heridos en alguna marcha. Cero enfrentamientos con policías que custodiaran a los manifestantes. Una diametralmente opuesta diferencia a las protestas del llamado “pueblo bueno y sabio” que disfrazados como chairos con pasamontañas son patrocinadas desde el gobierno de la Cuarta Transformación. Los que son burdamente acarreados en cientos de camiones, como solía hacerlo el PRIAN en sus peores días.
La consigna de las marchas de ayer era solo una. Hacerle sentir al inquilino de Palacio Nacional que sería un enorme retroceso democrático trastocar ese instituto electoral que él mismo, en sus años de ferviente opositor, también alentó, aplaudió, impulsó y cuyos liderazgos ciudadanos -como el de José Woldenberg- tanto elogió.
Pero los nutridos contingentes de ciudadanos que espontáneamente salieron a las calles superaron cualquier expectativa.
Y sin duda amargaron el dulce sabor del pastel de cumpleaños que se partió frente al escaso contingente familiar y de muy cercanos invitados a la celebración del natalicio presidencial.
Con sus provocaciones, el inquilino de Palacio Nacional despertó al tigre de esa clase media que suele ser la bujía de los grandes cambios sociales que difícilmente se encienden desde una clase alta temerosa de perderlo todo, o desde una clase baja que solo acaba por convertirse en el instrumento o incluso en la carne de cañón para consumar el asalto al poder.
Lo que ayer domingo se vivió a lo largo y a lo ancho de México es la primera gran muestra de ese grito desesperado por acotar un poder presidencial que, en cuatro años de ejercicio autoritario y abusivo, se desbordó en una alarmante radicalización social y que amenaza con destruir aquello que nos da estabilidad como nación.
Es el grito desesperado que, sin duda, en medio del canto festivo de Las Mañanitas, se escuchó ayer fuerte y sonoro allá en Palenque, en esa finca conocida como La Chingada.
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