28 de noviembre 2023
¡Que alguien me explique!
El Ermitaño de Palacio
El presidente Andrés Manuel López Obrador se volvió, de pronto, alérgico al contacto con el pueblo bueno y sabio
Por Ramón Alberto Garza
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El presidente Andrés Manuel López Obrador se volvió, de pronto, alérgico al contacto con el pueblo bueno y sabio.
Desde hace algunas semanas, el inquilino de Palacio Nacional le está sacando la vuelta a aparecer en público, porque dice que teme que le ensucien su investidura con insultos y desplantes populares. Además, está viendo “conservadores” hasta en la sopa.
El caso más patético de este fenómeno de anti-populum se dio desde que el huracán Otis devastó el puerto de Acapulco. Ya transcurrió más de un mes de aquella tragedia y es fecha que el mandatario no le da la cara a su afligido pueblo que lo perdió todo: vivienda, vestido y empleo.
En su mitomanía mañanera, el presidente López Obrador insiste en que ya fue al centro turístico en cinco ocasiones, pero que se tenga documentado solo fue una vez. Y lo hizo bajo el resguardo de la Marina, sin salir de los cuarteles para salir a confortar a sus conciudadanos en desgracia. Dice que teme a que los conservadores le armen un escándalo callejero.
Lo mismo sucedió este fin de semana, con la trigésimo séptima edición de la exitosa Feria del Libro en Guadalajara, la más importante del mundo de habla hispana y el segundo mayor evento literario del planeta, después de la feria de Frankfurt, en Alemania. Con 650 escritores de 45 países, es un evento natural para ser inaugurado y presumido por el presidente en turno. Como siempre lo ha sido. Pero no para López Obrador, quien insiste ahora en que la FIL es un evento de “conservadores”.
“Es importante que se sepa que la Feria del Libro de Guadalajara siempre es una especie de cónclave de derecha, ahí llegan todos los intelectuales: (Mario) Vargas Llosa, (Enrique) Krauze, (Héctor) Aguilar Camín”, expresó el mandatario en su rueda de prensa matutina.
“Y no estoy en contra, nada más decir que tiene una tendencia conservadora, yo por eso no voy”, añadió.
Y tampoco fue diferente la ausencia del inquilino de Palacio Nacional en la inauguración del Centro de Rehabilitación Infantil Teletón Montaña de Guerrero. El presidente López Obrador dijo que no acudió hasta aquella zona popular llena de carencias, porque en las afueras del centro estaban protestando maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y el mandatario temía que aquello fuera a terminar en una provocación o en un conflicto.
Sea su evasión para encarar el drama de Acapulco, o su urticaria para ir a un evento masivo como la Feria Internacional del Libro en Guadalajara o el pretexto para ausentarse de la inauguración del CRIT en Guerrero, lo cierto es que el inquilino de Palacio Nacional cada vez se aleja más de aquellos lugares en donde presagia conflicto o desencuentro con su pueblo.
Una actitud muy distante a la de aquel candidato que llegó a la Presidencia, cargado en hombros de un pueblo que le rendía culto y pleitesía. La inseguridad fue apoderándose de aquel líder que emergió del consenso popular y hoy, a un año de dejar el gobierno, prefiere evitar el contacto popular.
Será la cercanía del final del sexenio, será la hipersensibilidad que se le detecta frente a la crítica o acaso el temor de no sentirse el líder amado que tanto presumen las encuestas, el presidente López Obrador hoy parece sentirse seguro solo en la burbuja creada en torno a su escenario de La Mañanera, rodeado de periodistas en su mayoría paleros. Sabe que nadie lo cuestionará.
Una lástima que quien se exhibe y presume como el segundo mandatario más popular del mundo haya sufrido una metamorfosis para transformarse en un político casi ermitaño que le rehúye al contacto con su pueblo bueno y sabio.
¿Y si la próxima Feria del Libro y el próximo Teletón los hacemos en Badiraguato?
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