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21 de noviembre 2024

3 de febrero 2021

¡Que alguien me explique!

El colapso que viene

No ignoramos que la crisis de la pandemia es un hecho inédito, sin antecedentes, un fenómeno sanitario y económico al que por primera vez nos enfrentamos en este sofisticado y globalizado mundo en el que vivimos

Por Ramón Alberto Garza

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Asómense a Netflix y vean “Inside Job”, un documental muy bien estructurado que pone al desnudo los vicios y la irresponsabilidad del sistema financiero internacional, en especial el de Estados Unidos.

Con profundas entrevistas a algunos de los culpables del colapso de las hipotecas norteamericanas, que desató una depresión económica global en 2008, se deja en evidencia la criminal colusión entre gobiernos y financieros. Entre reguladores y regulados.

Billones y billones de dólares debieron canalizarse hacia la Reserva Federal para evitar el estrepitoso derrumbe de un sistema financiero anclado, en juegos perversos de rentabilidad y sistemas de compensaciones, a directivos que guardaron su ética en un cajón, en pos de ratificarse como billonarios.

Y al igual que sucedió en México con el rescate a los banqueros -que no de los Bancos- en 1997 con el Fobaproa, los norteamericanos continúan pagando hoy -al igual que los mexicanos desde hace 24 años- los descalabros de quienes hicieron de la avaricia su credo y de su insultante estilo de vida su misión.

Viene toda esta reflexión en el contexto de “Inside Job”, porque mientras todos los gobiernos buscan desesperadamente hacerle frente al mortal contagio del Covid-19, pocos están prestando la suficiente y urgente atención a lo que sucede con las economías, con los mercados, con las instituciones financieras que con el rescate del 2009 salieron más fortalecidas y más dominantes.

No ignoramos que la crisis de la pandemia es un hecho inédito, sin antecedentes, un fenómeno sanitario y económico al que por primera vez nos enfrentamos en este sofisticado y globalizado mundo en el que vivimos.

Pero por esa misma razón, el esfuerzo para evaluar el enorme drama que se nos avecina -con el peor desplome de las economías en un siglo- debería ser de igual dimensión que la operación sanitaria para contener los contagios y los decesos. Cuestionarse a fondo para evitar sorpresas como la del 2008.

¿Cuál es hoy el significado y las repercusiones de los cuatro rescates anunciados hasta hoy por el gobierno de los Estados Unidos para sus ciudadanos y que ya superan los 12 trillones de dólares? El déficit fiscal ya alcanza el 15 por ciento de su PIB, ¿dónde está el límite? ¿Con cargo a quién?

¿Qué repercusiones tendrá el echar a andar la máquina que imprime dólares en una economía global dominada por esa moneda? ¿Financiaremos el resto del planeta la recuperación de los Estados Unidos con un dólar debilitado? ¿Nos preparamos para la devaluación?

¿Cuál será el efecto de que un puñado de gobiernos desbordara ya su capacidad de endeudamiento para apoyar la crisis, mientras que otros -como el de México- cerrarán todas las posibilidades de apoyos dejando al aparato productivo a la deriva? ¿Quién está bien y quién está mal? Eso lo veremos al momento de la reactivación, después de controlada la pandemia.

¿Cómo explicar que en medio del cierre de millones de empresas y del desempleo de decenas de millones de norteamericanos, el índice Dow Jones esté por encima de los 29 mil puntos que registraba al iniciarse la pandemia? ¿Trabajadores desempleados, empresas quebradas, inversionistas en jauja?

¿Cuáles son los racionales para entronizar a Tesla como la súper acción, con un crecimiento superior al 600 por ciento en el último año -en plena pandemia- convirtiendo a su dueño, Elon Musk, en el hombre más rico del planeta con un capital cercano a los 200 mil millones de dólares?

Lo que intentamos asomar en estos cuestionamientos es que frente a lo inédito de la pandemia y de sus devastadoras consecuencias económicas y sociales, lo que hace unos meses era racional se vuelve hoy irracional. Dejamos de ver lo evidente e ignoramos las señales de alerta hasta que el colapso nos alcanza.

Como sucedió en el 2008, cuando ninguna de las grandes calificadoras como Standar & Poor’s, Fitch Ratings, Moody’s lanzó la voz de alerta sobre el riesgo de los créditos hipotecarios. Los bancos que un día quebraron tenían calificaciones A2 e incluso Triple A, sin riesgo alguno. Una abierta mentira.

Porque cuando se despeje el humo dispersado por lo súbito de la crisis sanitaria y sus consecuencias económicas, solo entonces mediremos la dimensión de la tragedia. No solo para los Estados Unidos o para México, sino para el mundo entero.

Y si para recuperarse de la recesión del 2008 fueron necesarios siete largos años, ya podrán imaginar las secuelas de la parálisis económica y la escalada de endeudamiento público que se inició en marzo del 2020.

Cuidado con calcular mal y pecar de optimistas, porque en uno o dos años podríamos estar viendo en Netflix un apocalipsis todavía peor que el que se exhibe en el documental de “Inside Job”.

El colapso está en puerta, la asignatura pendiente es su dimensión y sus consecuencias.

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