11 de mayo 2017
¡Que alguien me explique!
Trump contra la pared
Donald Trump le dijo al director del FBI, James Comey que ya no era bienvenido. ¿Por qué? Solo existen dos posibilidades para un acto tan intempestivo como irracional
Por Ramón Alberto Garza
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El problema de que un hombre con mentalidad de jefe y patrono asume el poder, es que su tentación de convertirse en dictador es mucha.
Si a eso se le suma que el personaje nada en soberbia, en ambición y en desprecio por todos los que le rodean, abusando de que todo lo que sea “yo” y “mi” es “fantástico” y “fabuloso”, estamos ante una seria amenaza.
Pero si ese patrono soberano y ególatra es ni más ni menos que el hombre responsable que los destinos de la nación más poderosa, el mundo está de verdad en una muy peligrosa encrucijada.
Y Donald Trump, personificador perfecto del autócrata, acaba de demostrar, una vez más, su pobre nivel de juicio y su absoluta intolerancia a todo lo que no piense ni actúe como él.
Mediante una simple carta, el presidente norteamericano despidió, así con todas sus letras, a James Comey, el director del FBI.
Como si se tratara de un programa más de su reality show The Apprentice, Trump le dijo al responsable de la inteligencia de los Estados Unidos que ya no era bienvenido en su dream team. ¿Por qué?
Frente a un fascista de la política como Trump, solo existen dos posibilidades para un acto tan intempestivo como irracional, sin mediar la suficiente explicación de por medio.
La primera, que James Comey no quiso hacerla de empleado, cumpliendo los caprichos del señor presidente, ya fuera en el caso de los mails de Hillary Clinton o lo que es todavía más serio, en la investigación de los vínculos del Trump-team con Rusia.
O la segunda, que el ahora depuesto director del FBI encontró información muy comprometedora que amenaza la integridad del controvertido gobierno del magnate inmobiliario, y se negó a someterse a sus caprichos de ocultarla o por lo menos manipularla.
Y aunque esa coincidencia, que el desencuentro se diera un día antes de que Trump sostuviera un encuentro con el secretario de Relaciones Exteriores de Rusia, lanza a los enterados de la política norteamericana una doble alerta.
Este despido es sin duda el suceso político más delicado que va en la muy incipiente y debatida administración Trump.
Baste recordar que solo existe un caso similar en la historia de los Estados Unidos y se dio en el gobierno de Richard Nixon durante las investigaciones del escándalo de Watergate.
El desenlace ya lo conocemos. El entonces mandatario, también republicano, acabó por dimitir frente a las evidencias del espionaje político ordenado contra sus rivales demócratas.
No hay duda de que en los próximos días se destapará un verdadero escándalo cuando se conozcan de fondo los motivos para exigirle a Comey que abandonara la posición de inteligencia más importante de la unión americana.
Sabremos entonces si la decisión de Trump fue un berrinche de quien se siente patrono supremo –y no servidor público- de todos los norteamericanos a los que le gustaría gritarles en masa: “You all –the people- are fired”. (Todos ustedes, pueblo, están despedidos).
Confirmaremos que su pensamiento es el de aquel líder soberbio que no solamente desprecia la opinión de cualquiera que disienta, sino que la aplasta y la exhibe vergonzosamente.
Y en un descuido podríamos estar asistiendo a un acto suicida de quien ya se dio cuenta de que “el arte de negociar” es muy distinto a “el arte de gobernar”.
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