6 de agosto 2025
¡Que alguien me explique!
Desata Morena su ‘guerra civil’
El primer paso para remediar cualquier problema es admitir que existe. Y nos guste o no, se acepte o no, México vive hoy un proceso que bien podría significarse como una “guerra civil”
Por Ramón Alberto Garza
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Guerra Civil: Militar, Sociología.
Contienda armada entre los habitantes de un mismo pueblo o nación.
El primer paso para remediar cualquier problema es admitir que existe. Y nos guste o no, se acepte o no, México vive hoy un proceso que bien podría significarse como una “guerra civil”.
Las disputas y los dominios territoriales de grupos del crimen organizado; las confrontaciones entre cárteles por el control de la droga; las disputas de los grupos que pelean por el mega negocio del huachicol fiscal; las desapariciones, los secuestros, los homicidios dolosos, pero sobre todo la instalación de un Estado criminal por encima del Estado de Derecho que representa el gobierno, son ingredientes suficientes para hablar de “guerra civil”. Aquí no hay -todavía- extranjeros. Las pugnas y las muertes son de mexicanos entre mexicanos. Y lo que es todavía peor, ni siquiera es entre mexicanos opositores. Todo el drama sucede entre morenistas.
En los últimos días, el asesinato brutal -en un acto calificado como terrorista- de un delegado de la Fiscalía General de la República en Reynosa, tras el decomiso de casi 2 millones de litros de huachicol; los cuerpos mutilados diseminados en Poza Rica y un motín con ocho muertos en el Penal de Tuxpan -todo en la tierra gobernada por Rocío “Dos Bocas” Nahle- inundan los medios y las redes sociales. La disputa por la Nación en su máxima expresión. Y todo en el corazón de Morena. De su gobierno, de su partido, de sus territorios como Tamaulipas y Veracruz.
En una esquina está el “Cártel de Tabasco”, el clan de los políticos morenistas encabezados por Andrés Manuel López Obrador; Audomaro Martínez; Adán Augusto López; Luis Cresencio Sandoval; Ricardo Peralta; Mario Delgado; Manuel Bartlett y el heredero, Andy López Beltrán.
Son ellos los que personifican la pudrición de la mal llamada Cuarta Transformación. Son los artífices del saqueo energético que comenzó con la venta de las aduanas al mejor postor para, a través de ellas, dejar pasar el huachicol fiscal y en un negocio paralelo dejar entrar libres los precursores chinos para fabricar el mortal fentanilo.
Son los que frenaron la producción y la refinación en Pemex para colocar en las gasolineras su combustible contrabandeado en pipas, en ferrocarriles y hasta en buque tanques. Los mismos que eliminaron el gas de la CFE para hacerse del gran negocio del huachi-diésel, el más sucio combustible de contrabando, para operar con ese ilícito la mayoría de sus generadoras de electricidad.
Son los padrinos de Badiraguato, de Michoacán y Guerrero, los que consintieron al Cártel de Sinaloa, pero también al Cártel Jalisco Nueva Generación e incluso fueron los artífices de “La Barredora” tabasqueña. Son los que, en todo el sexenio pasado, se abrazaron con los capos del narcotráfico que hoy revelan en Estados Unidos sus grandes componendas con el gobierno que prometía bienestar.
Son los mismos tabasqueños que hicieron de los presupuestos oscuros de Segalmex, del Aeropuerto Felipe Ángeles, del Tren Maya y de Dos Bocas sus más jugosos negocios, siempre de la mano y protegidos por los hombres de verde olivo. Los mismos tabasqueños que crearon y operaron con enormes ganancias las redes de tráfico de migrantes entre el río Suchiate y el Río Bravo.
En la otra esquina, todavía con incipiente participación, pero con enorme fuerza, están la presidenta Claudia Sheinbaum y su secretario de Seguridad, Omar García Harfuch. Son quienes ya emprendieron la cruzada para combatir el huachicol fiscal, con todo lo que implica desmantelar intereses por 5 mil millones de dólares anuales de contrabando. Los que cambiaron el mantra criminal por el de “Balazos, No Abrazos” para combatir por fin al crimen organizado. Los que hoy están elaborando un plan de seguridad México-Estados Unidos y que pasa por asumir el control de la inteligencia nacional, comenzando por la Unidad de Inteligencia Financiera de la que ya fue removido Pablo Gómez, para instalar a la nueva generación que buscará, en los pesados expedientes, las fortunas creadas por tantos negocios corruptos e impunes de aquellos quienes se creían invencibles, intocables.
Y frente a ese desafío, a la presidenta Claudia Sheinbaum la alcanzó el destino. Y tendrá que asumir su posición de poder para someter a quienes -desde adentro de su gobierno y de su partido- elevan la temperatura de esta “guerra civil” mexicana. Sobre todo, en los momentos en que los servicios de seguridad e inteligencia norteamericanos están sobre la decisión final que se dé en Palacio Nacional. Proteger sin reparos al Grupo Tabasco, al “Cártel de Las Cuatro A” -Andrés, Audomaro, Adán y Andy- o marcar ya una distancia inobjetable que la acabe de instalar como la auténtica presidenta en funciones, antes de cumplir su primer año en octubre.
El relevo en la Unidad de Inteligencia Financiera y los hechos sangrientos en Reynosa, Poza Rica y Tuxpan no son aislados. Al final del día, son disputas entre los poderosos de Morena. Los que intentan continuar con el negocio de la corrupción y que buscan en la inquilina de Palacio Nacional a una cómplice que les mantenga la factura de México S.A. a su nombre.
El reloj está marcando la hora para que la presidenta Claudia Sheinbaum transite, inevitablemente, por aquel dilema que en mayo -tras una reunión de Seguridad- le planteó el actual secretario de Defensa, Ricardo Trevilla, en el fragor de la disputa por el control de los servicios de Inteligencia nacionales: “Señora, ya llegó la hora de que usted se decida entre él (Omar García Harfuch) o nosotros”.
La respuesta del relevo en la Unidad de Inteligencia Financiera parece ser apenas el comienzo. Los actos criminales de las últimas horas también son apenas la incipiente respuesta a esa crucial decisión presidencial. La “guerra civil” entre morenistas arreciará.
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