23 de agosto 2022
¡Que alguien me explique!
De verdad histórica a verdad oscura
Detrás de cada “verdad histórica”, la que se dicta desde la ideología y la conveniencia política, está la “verdad oscura”, la que está oculta, la que no se ve, la que no conviene que se conozca
Por Ramón Alberto Garza
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Detrás de cada “verdad histórica”, la que se dicta desde la ideología y la conveniencia política, está la “verdad oscura”, la que está oculta, la que no se ve, la que no conviene que se conozca.
El caso de los 43 desparecidos de Ayotzinapa es una de esas verdades manoseadas, contadas a modo, manipuladas, porque ni de uno ni de otro lado conviene que se revele la verdad a secas.
Y esa verdad tiene que ver con la llamada Ruta de la Heroína, esa que se gestó desde la década de los 90 en las cercanías de Iguala, en Guerrero y que tuvo su auge en la primera década de este siglo.
Eran los días en que en la sierra de Guerrero se fue acelerando la siembra de la amapola, y con ello, la producción y distribución de la heroína, en ese tiempo la droga más escasa, la más codiciada, la más cara. El fentanilo, que es la droga sintética de hoy, ya la ha devaluado.
De acuerdo a fuentes de inteligencia internacionales, políticos de las altas esferas -federales, estatales y municipales- entraron en contubernio con policías federales y militares de la zona para crear todo un círculo de protección en torno a la heroína. Y articularon un muy lucrativo negocio que tenía en las ventas al extranjero sus multimillonarias utilidades.
Desde Iguala se implementó un buen montado sistema de traslado de la droga hasta la frontera con los Estados Unidos, en autobuses que presumiblemente tenían doble fondo en la zona de los equipajes.
Y simulando “viajes de estudio” a la frontera tamaulipeca, cientos de estudiantes guerrerenses eran enviados como camuflaje para distraer y eludir las revisiones más severas. Los estudiantes eran ajenos al negocio de las drogas. A ellos solo les interesaba el paseo.
De acuerdo a las investigaciones, lo que sucedió con los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa fue una desafortunada desgracia, gestada por una cadena de pánico de quienes se sintieron -real o falsamente- descubiertos.
Los estudiantes buscaban autobuses para transportarse a una protesta y, por lamentable casualidad, abordaron algunos camiones de los que presuntamente tenían la mercancía cargada.
Cuando se informó a los dueños de esa mercancía lo que había sucedido, pensaron que los estudiantes ya sabían lo que se transportaba oculto en los autobuses y ordenaron el operativo de captura que acabó por salirse de control cuando alguien, alterado al saberse descubierto, ordenó desaparecerlos a todos.
El tema de la Ruta de la Heroína ya estaba bajo la lupa de otras autoridades federales, que incluso infiltraron agentes encubiertos para dar con los operadores del gran negocio.
La desaparición de los 43 jóvenes sólo vino a evidenciar el tamaño del temor de que los dueños del negocio se vieran descubiertos, porque las complicidades involucraban a muy altos personajes públicos.
Si de verdad se quiere erradicar el trauma de la llamada “verdad histórica” y descubrir la “verdad oscura”, que se revisen los expedientes de alcaldes, gobernadores, delegados de la Policía Federal y jefes militares de zona, y más arriba, en los últimos 25 años.
Que más allá del famoso basurero de Cocula, se busque en qué sitios existían incineradores, que se le dé la debida importancia como pruebas a las comunicaciones telefónicas y a los WhatsApps interceptados a los grupos criminales con sus socios del negocio en Chicago, a quienes les enviaban esa mercancía en los autobuses utilizados para “viajes de estudio”.
Siempre será más fácil consignar a la autoridad que por presiones políticas o por incompetencia hizo algún dictamen parcial que deja dudas, que abrir crudamente los expedientes que dejarían al descubierto la maquinaria política, policiaca y militar detrás del multimillonario negocio de la heroína.
Lo lamentable es que, aprovechando la enorme tragedia humana, un puñado de vividores secuestraron las esperanzas de unos padres dolientes e hicieron de su defensa el negocio de sus vidas. En el sexenio de Enrique Peña Nieto y en este de Andrés Manuel López Obrador.
Esa, la de manipular el dolor humano tan entendible en los padres que claman por encontrar a sus hijos desaparecidos, es una industria de unos cuantos, que ya le costó al Erario cientos de millones en dádivas para “tranquilizarlos”.
La detención del ex procurador Jesús Murillo Karam no llegará a destino alguno. Como tampoco sucederá con las decenas de selectivas órdenes de aprehensión contra los hilos que se pretende romper por lo más delgado.
Los verdaderos títeres de esta tragedia, las manos que mecieron la cuna en las 43 desapariciones de Ayotzinapa, estarán impunes, mientras alguien no se decida a abrir, en serio, la Caja de Pandora que contiene la verdad que nadie se niega a enfrentar.
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