11 de junio 2020
Opinión
Cualquier color, menos naranja
Hoy, el partido Movimiento Ciudadano representa el único contrapeso al presidente López Obrador y a Morena.
Por Ramón Alberto Garza
COMPARTE ESTA HISTORIA
Desde su candidatura a jefe de Gobierno del DF hasta los meses postelectorales de la elección presidencial del 2012, Dante Delgado fue uno de los apoyos políticos más sólidos de Andrés Manuel López Obrador.
En las buenas y en las malas, el entonces dirigente de Convergencia –ahora Movimiento Ciudadano- siempre respaldó el proyecto de un frente progresista en favor del ahora presidente.
Juntos -Andrés Manuel y Dante – fueron tejiendo a lo largo de más de una década el proyecto para incorporar a las amplias clases medias ciudadanas y a sus medianos y grandes empresarios a su Proyecto de Nación.
Cuestión de recordar que personajes claves hoy en la Cuarta Transformación como Alfonso Durazo, Ricardo Monreal, Luisa María Alcalde, e incluso el ahora Fiscal Alejandro Gertz Manero, alcanzaron posiciones legislativas bajo el paraguas del movimiento naranja.
Pero tras la derrota del 2012 López Obrador anunció la creación de su nuevo partido, Morena, en un abierto menosprecio a la alianza PRD, PT y Movimiento Ciudadano. El divorcio fue inminente. Dante Delgado y su partido rompieron con el ahora presidente.
Dentro del proyecto de Movimiento Ciudadano despuntó en las elecciones del 2012 la figura de Enrique Alfaro, quien renunció al PRD y fue postulado por los naranjas como candidato a gobernador de Jalisco. Perdió por solo cuatro puntos frente al priista Aristóteles Sandoval.
Tres años más tarde, en 2015, Enrique Alfaro y Movimiento Ciudadano se adueñaban de la alcaldía de Guadalajara y de media docena de municipios más en Jalisco, para preparar la plataforma de asalto sobre la gubernatura 2018.
El quiebre entre López Obrador y Dante Delgado se agudizó cuando Movimiento Ciudadano operó en esa elección del 2018 la alianza con el PAN y con el PRD para impulsar la candidatura de Ricardo Anaya, entonces el rival más competente contra el candidato de Morena. Perdieron la apuesta.
Pero Dante Delgado y Enrique Alfaro demostraron que desde la opción ciudadana se podía pintar de naranja a un estado históricamente gobernado por priistas y panistas. Y le arrebataron Jalisco al PRI y a Aristóteles Sandoval.
Peor aún, derrotaron al candidato de Morena, Carlos Lomelí, el amigo del candidato López Obrador que fue ungido tras esa derrota como Delegado de Morena en Jalisco. Lo renunciaron por presunto conflicto de interés.
El triunfo de Jalisco elevó los bonos de Movimiento Ciudadano, que se hacía de un enclave político y económico de enorme influencia en el occidente de México. Contra Morena sí se podía.
Y en esa elección presidencial del 2018, arrastrado por la ola naranja, Jalisco fue uno de los 12 estados en donde López Obrador alcanzó un 41 por ciento de los votos, 14 puntos abajo de la media nacional morenista que fue del 53 por ciento.
De hecho Jalisco fue, junto con Guanajuato y Querétaro, uno de los tres estados en donde el candidato de la alianza PAN, PRD y Movimiento Ciudadano consiguió sus mayores votaciones. Entre un 33 y un 40 por ciento.
Pero esa elección 2018 dividió en tres los principales centros del poder político y económico de México: la Ciudad de México para Morena, Nuevo León votó Independiente y Jalisco con Movimiento Ciudadano.
Desde ese momento el presidente López Obrador y su partido sabían que el PRI y el PAN se debilitarían y que Movimiento Ciudadano podría convertirse en el enemigo emergente a vencer en la presidencial del 2024.
Con un desastroso gobierno independiente de Jaime “El Bronco” Rodríguez, Nuevo León se instaló en la antesala de hacer posible que en 2021 Movimiento Ciudadano pudiera llevar a uno de los suyos a la gubernatura de la capital industrial de México.
Si eso sucediera, Jalisco y Nuevo León se pintarían de naranja. Movimiento Ciudadano sería el contrapeso al control de Morena sobre la Ciudad de México.
Para cerrar el círculo naranja, la pandemia del Coronavirus y sus secuelas económicas le están dando a los gobiernos de Jalisco y Nuevo León la oportunidad de liderar un frente de gobernadores inconformes.
Son ocho mandatarios resentidos que sienten el mal-trato del gobierno de la Cuarta Transformación y que reclaman no solo presupuestos justos y suficientes, sino la revisión del Pacto Fiscal con la Federación.
Bajo esta óptica hay que evaluar lo que está sucediendo entre el presidente López Obrador, el gobernador Enrique Alfaro y las protestas en Guadalajara con la bandera de la redención de Giovanni López, muerto por violencia de la policía municipal de Ixtlahuacán.
Es una polarización que irá creciendo en los próximos 11 meses, conforme se acerquen las elecciones de junio 6 del 2021.
Sería la misma ruta por la que transitarían, meses más tarde, la revocación de mandato y en 2024 la sucesión presidencial.
Por eso el mantra político que se respira hoy desde el Palacio Nacional es : “Cualquier color, menos naranja”.