1 de julio 2019
¡Que alguien me explique!
Cosecha de odios
“Cumple López Obrador un año en la presidencia”. Ese es el sesgado encabezado publicado el domingo en un periódico de alcance nacional. Los históricos dueños del bate y la pelota están nerviosos y tienen siete meses –no un año- buscando día con día el prietito en el arroz de un sacudimiento sistémico que es inaplazable. Lo lamentable es que el presidente López Obrador está cayendo en su juego y respondiendo a la menor provocación, para terminar en un debate de nunca acabar
Por Ramón Alberto Garza
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“Cumple López Obrador un año en la presidencia”. Ese es el sesgado encabezado publicado el domingo en un periódico de alcance nacional.
Lo que se conmemora hoy lunes es el año de la histórica victoria de Andrés Manuel López Obrador en las urnas por una votación a su favor -también histórica- de 33 millones de mexicanos. Cincuenta por ciento de los votantes más uno.
Hasta el primero de diciembre del 2018, López Obrador solo fue un presidente electo, sin poder operativo. Sentado en la Silla del Águila apenas está cumpliendo 7 meses. No un año, como pretende hacer creer el medio.
Pero la intención que subyace es hacerle creer a los lectores que ya pasó un año de gobierno y que no hay resultados claros.
Y para probarlo, el mismo medio emplea la metáfora del béisbol para cantarle al presidente los logros en su turno al bat.
Tres bolas por la austeridad, el T-Mec y el dólar.
Dos strikes por la suspensión del nuevo aeropuerto y la violencia que no para.
Y seis fouls por la baja de las calificadoras, la relación con Trump, las lentas licitaciones, la campaña anticorrupción, Dos Bocas y el Tren Maya. Y hasta ahí.
¡Hombre!, no existe por ahí algún hit, o incluso en un descuido hasta un jonrón. Vamos. ¿Ni siquiera una jugadita se sacrificio?
Nada se dice del cierre de la llave al huachicol, que frenó el mayor saqueo a Pemex desde las entrañas de sus ejecutivos de cuello blanco.
Ni del sacudimiento al abrir y consignar los expedientes de Odebrecht, Agronitrogenados y Fertinal. De poner sobre la mesa judicial poderosos nombres como los de Emilio Lozoya Austin, Alonso Ancira y Fabio Cobarrubias.
Tampoco se le cuenta al beisbolero presidente al menos como un hit a primera base la aprobación de la Guardia Nacional, que si bien tiene muchos asegunes, es al menos un paso en la dirección correcta para sanear las policías nacionales.
Lo que buscamos advertir es que desde que se dio el triunfo de López Obrador de manera tan aplastante, fueron muchas las cejas que le levantaron y más las alteraciones cardíacas de quienes sabían que con el viejo sistema tendrían contados los días su juego arreglado.
Los históricos dueños del bate y la pelota están nerviosos y tienen siete meses –no un año- buscando día con día el prietito en el arroz de un sacudimiento sistémico que es inaplazable.
Lo lamentable es que el presidente López Obrador está cayendo en su juego y respondiendo a la menor provocación desde el bull pen de sus conferencias mañaneras, donde envía señales encontradas a su gabinete y al pueblo espectador.
Lo que el día de la gran victoria fue un enorme discurso presidencial de reconciliación nacional viene cambiando por un discurso contestatario, más confrontador, con menos am-love y más agrios reclamos. Ya le tomaron la medida.
Cualquiera que se diga periodista puede apersonarse en la mañanera y, pregunta sembrada de por medio por algún adversario, lanzarle al presidente una bola boba para alterarle el ánimo y poncharlo ese día.
La siembra de odios y la cosecha de tempestades con la que se está agriando el espíritu de la Cuarta Transformación a un año de su victoria en las urnas es una gran serpiente que se muerde a sí misma la cola.
Los detractores del cambio exaltando los defectos, ocultando las virtudes y pronosticando a cada paso el inminente fracaso.
Y del lado presidencial respondiendo a las afrentas con nuevas afrentas, haciéndole el juego a los odios, para terminar en un debate de nunca acabar que solo polariza.
Eso no es sano para sembrar ni tranquilidad ni esperanza en el futuro de la Nación. Y si esa siembra de odios no se frena de un lado y del otro, acabaremos todos mal cosechando las peores tempestades. Y ahí sí, estaremos out.
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