21 de mayo 2020
¡Que alguien me explique!
Confianza No-Renovable
La dupla Nahle-Bartlett convenció al presidente de que debían de volver al carbón y al combustóleo que en exceso se acumulaba en Pemex por la falta de mercado en el mundo. Al diablo si eran contaminantes. El monopolio estaba primero.
Por Ramón Alberto Garza
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Un muy flaco favor le hicieron Rocío Nahle y Manuel Bartlett a México y al gobierno de la Cuarta Transformación.
De un decretazo en el Diario Oficial modificaron todos los acuerdos sobre energías renovables –limpias y mas baratas- en un intento por devolverle a la ineficiente CFE el control de la generación de energía eléctrica.
Pero vamos contando la historia paso a paso, para entender lo que sucedió y por qué aquello es una aberración que va no solo en contra de los inversionistas nacionales extranjeros, sino del consumidor final que pagará la pifia no solo con mas elevados precios, sino con su salud.
México firmó los protocolos de París para revertir el cambio climático. Y por supuesto que un eje central de ese pacto es alentar el uso de energías renovables, reemplazando las no-renovables de petróleo y carbón.
Con ese espíritu y aún antes de que se firmara la llamada Reforma Energética en el sexenio de Enrique Peña Nieto, comenzaron a llover en México inversiones nacionales y extranjeras para generar energía éolica y solar en México. Un fenómeno que está sucediendo en todo el mundo.
El acuerdo es sencillo y tiene dos columnas vertebrales.
La primera, que los privados pueden generar energía no renovable para consumo propio o para venta a la CFE. La paraestatal conserva el monopolio de la transmisión.
Puedes generar lo que quieras, pero si no hay forma de hacerla llegar al consumidor de nada sirve.
La otra, que el mecanismo de compra de esa energía renovable radica en que sus empresas generadoras entran a una lista para colocar su producción con la CFE, dándole prioridad al precio en que los privados se la dan a la paraestatal. A eso se le llamó Subastas Eléctricas.
Bajo este concepto comenzaron a subir las inversiones de firmas nacionales e internacionales como Vega Solar Energy, Acciona, Jinko Solar, Alarde, Envision, Sunpower, Aldesa, Canadian Solar, Thermin Energy y Alter Enersun.
La eficiencia en los costos de producción de energías renovables alcanzó un precio 20.8 dólares por Megavatio por hora, mientras que el costo de producirla con gas y carbón supera los 50 dólares e incluso alcanza 80 dólares por megavatio por hora.
Es decir, la energía renovable es entre 150 y 300 por ciento mas barata que la de combustóleo y carbón. Eso sin dejar a un lado la eliminación de la contaminación, problema grave en las zonas urbanas de México.
Por supuesto que a la hora de las Subastas Eléctricas las energías que se colocaban por baratas eran las renovables y la CFE con sus elevados precios por plantas generadoras obsoletas y costos de producción muy elevados, se fueron al final, disminuyendo.
El resultado es que actualmente el 50 por ciento de la energía eléctrica, la mas barata, se le compra a productores privados de renovables. Y la CFE –que solía ser monopolio- se quedó solo con el otro 50 por ciento.
Cuando la dupla Nahle-Bartlett llegaron a la Secretaría de Energía y a la CFE, buscaron convencer al presidente López Obrador de que la CFE, aún ineficiencias y contaminante en su producción, sin generar energías limpias, tenía que recuperar el control absoluto de la generación.
A lo largo del primer año del gobierno de la Cuarta Transformación, el inquilino de Palacio Nacional estableció el marco de referencia.
El Estado a través de la CFE generaría el 56 por ciento de la energía y el 46 por ciento estaría a cargo de privados, nacionales y extranjeros.
Eso fue lo que una y otra vez repitió el presidente López Obrador en la reuniones con empresarios convocadas por el jefe de la oficina de la Presidencia, Alfonso Romo.
Pero cuando todavía se negociaban porcentajes y reglas del juego, vino el albazo del decreto, a la par de la “renuncia” de César Hernández, como titular de la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria. Se un plumazo se daban por cancelados los contratos de energías no renovables.
La dupla Nahle-Bartlett convenció al presidente de que debían de volver al carbón y al combustóleo que en exceso se acumulaba en Pemex por la falta de mercado en el mundo. Al diablo si eran contaminantes. El monopolio estaba primero.
La reacción no se hizo esperar y los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea emitieron sendos extrañamientos, demandando el respeto al Estado de Derecho que permitió la inversión de 30 mil millones de dólares en los generadores de energías no renovables en México. Nada sucedió.
Los generadores privados de energías limpias acudieron al Amparo que se les otorgó para continuar surtiendo a la CFE.
Y el Centro Nacional de Control de Energía emitió ya el oficio DOPS/079/2020 con fecha 19 de mayo para dar marcha atrás al decretazo.
Esta pausa judicial debería ser aprovechada por el presidente López Obrador para ordenarle a la dupla Nahle-Bartlett ceñirse a la política de 54/46 que se prometió desde el arranque del sexenio.
El inquilino de Palacio Nacional no debe olvidar que la confianza de los inversionistas, una vez que se traiciona y se pierde, es no renovable, como esas energías sucias que desde el radicalismo ideológico le quieren imponer.
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