14 de octubre 2024
¡Que alguien me explique!
Comienza Claudia a pintar su raya
La paz de la transición apenas duró diez días. No se enfriaba todavía la transferencia de la banda presidencial y los diferendos entre el presidente saliente y la presidenta entrante arreciaron en el Congreso
Por Ramón Alberto Garza
COMPARTE ESTA HISTORIA
La paz de la transición apenas duró diez días. No se enfriaba todavía la transferencia de la banda presidencial y los diferendos entre el presidente saliente y la presidenta entrante arreciaron en el Congreso.
Con muy poca sensibilidad y más ganas de demostrar que él todavía tiene el bastón de mando, Andrés Manuel López Obrador operó dos o tres ajustes en la Reforma Judicial, por encima del conocimiento y mucho menos la voluntad de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Amparado en su control sobre el partido Morena, con su hijo Andy López Beltrán al frente, y en línea directa con su amigo tabasqueño Adán Augusto López en el Senado y con Ricardo Monreal en la Cámara de Diputados, el ex presidente que se supone descansa en retiro en Palenque dictó línea para que se hicieran cambios en las leyes secundarias de la Reforma Judicial.
Dos hechos inquietaron a la presidenta Sheinbaum, quien no vaciló en decir abiertamente que ella desconocía el origen de esas iniciativas. En pocas palabras, que ella no las “palomeó”. Una, la reunión que Adán Augusto López sostuvo con la presidenta de la Corte, Norma Piña, y la otra la inclusión de modificaciones a las leyes secundarias en la elección del Poder Judicial, para incluir un veto en las listas de aquellos que serán votados.
La nueva inquilina de Palacio Nacional no vaciló en desconocer ambas iniciativas…
El sacudimiento político fue mayor, porque dejó en evidencia un divorcio entre la presidenta y los líderes morenistas en las cámaras de Senadores y de Diputados. Como se dice en la jerga política, “los desconoció”.
Y eso obligó a que, por lo menos, Adán Augusto López diera marcha atrás a lo que ya habían echado a andar y se decretó el “para atrás los fielders”.
Con este evidente desencuentro, está claro que la inquilina de Palacio Nacional quiso mandar el mensaje de que ella es la dueña del bastón de mando y que cuidado con estar acordando con el patriarca que ya se fue y que debería estar descansando, retirado, en Palenque.
Esos desencuentros, que podrían exhibir acuerdos a trasmano, escondidos a la voluntad de la presidenta Sheinbaum, no sólo están poniendo sobre la mesa si Andrés Manuel López Obrador se quiere pasar de listo gobernando en la modalidad de “home office”, sino que ya se escuchan voces morenistas cercanas a la presidenta pidiéndole que le piense dos veces, si vale la pena de que la dupla Adán Augusto López-Ricardo Monreal deban ser los pastores morenistas en las cámaras. O si, por el contrario, sean relevados y se instalen dos personalidades más institucionales y menos incondicionales de López Obrador. Esta semana será crucial para saberlo.
Por lo pronto, está claro -por la reacción de la presidenta Sheinbaum- que ella no está dispuesta a callar y a dejar pasar el que alguien, desde quién sabe qué lugar y con quién sabe qué intereses, le quiera imponer agenda en el arranque de su gobierno.
Esta es apenas la punta del iceberg de un jaloneo político que describe en principio que ella, la primera mujer presidenta, no está dispuesta a ser el títere que algunos pensaron o que quieren que sea. Claudia Sheinbaum Pardo está enviando un mensaje muy claro: cuando me quieran rebasar en mis decisiones, pintaremos la raya para dejar en claro quién tiene el poder.
Más contenido de ¡Que alguien me explique!
El análisis de Ramón Alberto Garza sobre los temas más relevantes