19 de noviembre 2024
¡Que alguien me explique!
Claudia en el G-20
Más temprano de lo que anticipamos, la presidenta Claudia Sheinbaum está confrontando la encrucijada “shakespeariana” de ser o no ser. Ahí está su dilema
Por Ramón Alberto Garza
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Más temprano de lo que anticipamos, la presidenta Claudia Sheinbaum está confrontando la encrucijada “shakespeariana” de ser o no ser. Ahí está su dilema.
Ser presidenta en pleno dominio de su poder, definiendo su agenda, imponiendo su estilo personal de gobernar o aceptar “no ser”, sino la fachada de una dictadura operada por su antecesor Andrés Manuel López Obrador, a través de Morena y de sus coordinadores incondicionales en las Cámaras de Diputados y Senadores.
La crisis de poder se está precipitando entre Palacio Nacional y Palenque. Para decirlo metafóricamente -con el nombre de la finca del retiro presidencial- la cosa está de “La Chingada”.
El acelerador del quiebre se dio la semana pasada con la imposición burda, absurda y descarada de Rosario Piedra Ibarra como titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Nadie, salvo el ex presidente, querían que ella repitiera. Su paso por el órgano responsable de ser el Ombudsman de la Nación fue deplorable. Defendió al Ejército, protegió a la delincuencia e ignoró a la ciudadanía. Niños con cáncer, madres buscadoras y feministas incluidas. Rosario Piedra Ibarra fue la peor calificada para la posición, incluso desdeñada por los morenistas. Pero el Monarco de Macuspana impuso su ley y usó a su incondicional senador Adán Augusto López para operar la desaseada reelección.
Como también lo hizo con la reforma al Poder Judicial, en la que le pretendieron meter de contrabando, desde Morena, el Senado y la Cámara de Diputados, algunas cláusulas que nunca se le consultaron a la presidenta y que ella acabó por exigir que le dieran marcha atrás. Pero el golpe se consumó con el chantaje al ministro Alberto Pérez Dayán.
Lo mismo está sucediendo con el fuego no tan amigo que se le está aplicando desde la extrema izquierda de Morena a Omar García Harfuch. El Secretario de Seguridad Nacional es el único personaje de peso que es factura propia de Claudia Sheinbaum, pero los que regentean el partido en el Poder no lo quieren ahí. No les garantiza el respeto a los acuerdos pactados con los capos favoritos de la 4T, ni la prolongación del “Abrazos, No Balazos”. Está confrontando a los cárteles en Sinaloa, Guanajuato, Guerrero y Chiapas, y a “los de antes” eso no les gusta.
Vino después la desconocida que la presidenta Claudia Sheinbaum le dio al coordinador morenista en la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal, por el uso de un lujoso helicóptero para trasladarse presuntamente a actos públicos. Un exceso para los estándares de la Cuarta Transformación. El político zacatecano, quien hizo una absurda defensa del uso de la aeronave, fue obligado a recular. Punto a favor de la inquilina de Palacio Nacional.
La más reciente novedad fue la asistencia de la presidenta Claudia Sheinbaum a la reunión del G-20 en Río de Janeiro. Una postura contrastante con la cerrada política exterior desplegada por su antecesor, quien evitó acudir a esas cumbres de naciones, dominado por complejos ideológicos y de inferioridad.
De hecho, como presidente, López Obrador no asistió a ninguna cumbre entre 2021 y 2023. Estas incluyeron dos reuniones del G-20 en 2021 y 2022; la de la Alianza del Pacífico en 2022; tampoco fue a Naciones Unidas entre 2019 y 2022, se mantuvo ajeno a ellas entre 2021 y 2023; desdeñó la Cumbre de las Américas en 2022, el CELAC en 2023 y la Cumbre Iberoamericana en 2023. El ex presidente les hizo el feo a las reuniones de la APEC entre 2020 y 2022, y la única cumbre en la que participó, presionado por el presidente Joe Biden, fue a la reunión de la APEC en 2023 en San Francisco.
López Obrador se aisló. Por eso, el significado de que la presidenta Claudia Sheinbaum se hiciera presente desde ayer en Brasil sepultando los resabios del pasado. Y para reafirmar huella se trasladó en avión comercial, sin solicitar avión privado ni helicóptero prestado, a pesar de lo largo del trayecto. Y acudió con una propuesta en mano: la de establecer un fondo para destinar el 1% del gasto militar de los países del G-20 para concretar el programa de reforestación más grande de la historia. Eso demandaría destinar unos 24 mil millones de dólares al año para apoyar a 6 millones de sembradores de árboles que reforestarían 15 millones de hectáreas. Es el equivalente a cuatro veces la superficie de Dinamarca, toda la de Guatemala, Belice y el Salvador juntos, o 30% la de Suecia.
Significativo que la nueva inquilina de Palacio Nacional reinserte a México en el concierto de las naciones que marcan rumbo y destino en el planeta. Pero que eso no sea flor de un día. El drama que vive su gobierno, a apenas 45 días de iniciado, es real y exige definiciones.
Lo que se opera impúdicamente desde Palenque o desde donde quiera que se hospede el ex presidente López Obrador, debe ser frenado. Sea la imposición de un Gabinete, la reelección de Rosario Piedra o la Reforma Judicial. La inquilina de Palacio Nacional ya dio muestras de deslindes con su plan de Seguridad, con los ajustes obligados a la Reforma Judicial, el “estate quieto” a Ricardo Monreal y su helicóptero, así como el cambio de 180 grados en la integración de México con sus naciones pares.
Nunca una silla presidencial tendrá espacio para dos. O se deja al antecesor operar un gobierno a trasmano, ninguneando a su sucesora, o la presidenta se decide a ejercer el poder que se le tiene conferido. Quizás esa definición final esté obligada a pasar por una fecha, el 21 de enero, cuando en Estados Unidos asuma la presidencia Donald Trump. La Agenda México forzará y reforzará lo que desde allá ya se cocina.
Por ahora, baste saber que volvimos a ocupar la silla que durante seis años estuvo vacía y que estrechamos la mano a mandatarios como el norteamericano Joe Biden; el chino Xi Jinping; el canadiense Justin Trudeau; el francés Emmanuel Macron y el anfitrión Lula da Silva, entre otros. Bien por la presidenta Claudia Sheinbaum.
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