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3 de julio 2025

22 de agosto 2017

¡Que alguien me explique!

Caballo negro

El presidente Peña Nieto guarda una carta bajo la manga y la quiere usar como el "caballo negro" en la carrera por el 2018. Y teniendo este plan b, después de Jose Antonio Meade, todo apunta a que Enrique de la Madrid puede ser el elegido.

Por Ramón Alberto Garza

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Cada día que pasa en la ruta hacia la selección del candidato presidencial priista, crecen las posibilidades y con ellas las apuestas de que en el horizonte pueda aparecer un llamado “caballo negro”.

En la política mexicana suele llamarse “caballo negro” a aquel personaje que de inicio no figura favorito en la lista, pero que por circunstancias especiales o buscando el factor sorpresa, acaba siendo el elegido.

Con la apertura de los candados, la asamblea del PRI colocó en el epicentro de los precandidatos presidenciales a José Antonio Meade, único y abierto destinatario de la eliminación de la militancia para calificar.

El secretario de Hacienda es sin duda el favorito en casi todos los pasillos públicos, privados e intelectuales, que ven en su imagen pública de sobriedad, honestidad y no filiación partidista, a quien pueda concretar una mega alianza que desafía al hoy imbatible Andrés Manuel López Obrador.

Pero como nunca los huevos deben ponerse en una sola canasta -y a quien lo dude que recuerde el
descarrilamiento de la candidatura de Arturo Montiel en el 2016- es obligatorio tener a la mano un plan B y, por qué no, un sorpresivo “caballo negro”.

Hay quienes insisten en que a pesar de ponerle nombre al niño parido por la asamblea tricolor, el presidente Enrique Peña Nieto podría estar desviando la atención, y que su carta a jugar está escondida bajo la manga, para jugarla en el último minuto.

Puede ser cualquier político, empresario, intelectual o simple ciudadano. Después de todo ya no se hacen necesarios los años de militancia.

Pero ese “caballo negro” también podría recaer en nombres como el de Enrique de la Madrid Cordero, el actual secretario de Turismo.

Una de sus principales ventajas competitivas es que detenta un apellido –De la Madrid- que es sinónimo de arreglar lo que está roto.

Su padre, Miguel de la Madrid, vino a estabilizar esa nación en naufragio, que heredó de su antecesor José
López Portillo.

Y una de las cruzadas del entonces candidato De la Madrid que la llamada Renovación Moral, una iniciativa que intentó sepultar la escandalosa corrupción que se asomó en los negocios de Margarita López Portillo –la hermana incómoda-, pasando por el Partenón del Negro Durazo o La Colina del Perro.

Con 54 años de edad, Enrique de la Madrid es abogado de la UNAM, con maestría en administración pública en Harvard y tiene su paso como académico en el tan de moda ITAM.

Otra de sus ventajas, al igual que Meade, es el de operar con gobiernos priistas y panistas. Fue diputado federal tricolor en el 2000, candidato derrotado a la delegación Alvaro Obregón, director de la Financiera Rural en el gobierno panista de Calderón, además director de Bancomext y actual secretario de Turismo.

Pasó por el sector financiero como directivo en la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, además de ser alto funcionario para América Latina del banco HSBC.

Pero quizás uno de los activos políticos que podrían apuntalar los ánimos en favor de De la Madrid es su cercanía con el grupo político que comanda Emilio Gamboa

Patrón, el influyente líder del Senado y amigo de greens del presidente Peña Nieto.

Por eso cuando se menciona la posibilidad de un “caballo negro” para la candidatura presidencial priista, aparece en primera fila en nombre de Enrique de la Madrid.

Porque tiene apellido, trayectoria, presencia, imagen y discurso propio. No hay que perderlo de vista.

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