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18 de abril 2025

5 de diciembre 2019

¡Que alguien me explique!

Bonilla, la vergüenza

La Ley Bonilla, con su gobernador bajacaliforniano, su padrino Peralta y su madrina Polevnsky pasarán a la historia como un ignominioso caso contra la democracia. A eso sumen un nuevo escándalo de corrupción y presuntos sobornos.

Por Ramón Alberto Garza

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Genio y figura hasta la sepultura, reza el refrán popular. Y la sentencia es más que aplicable a Jaime Bonilla Valdez, el controvertido gobernador de Baja California.

Al mandatario de filiación morenista le sucede lo que a su padrino político y financiador de campaña, el también controvertido subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta.

Pocos entienden por qué gozan de la amistad y el favor del presidente Andrés Manuel López Obrador, a pesar de sus reiteradas muestras de exhibicionismo, incompetencia, ya no digamos de complicidad, en las delicadas encomiendas que les tienen asignadas.

El ascenso de Bonilla a la gubernatura vino patrocinado siempre por los apoyos del subsecretario Peralta, en los días en que el hombre que hoy despacha en Bucareli era un también muy controvertido Director General de Aduanas. Lo renunciaron y –milagro- cayó para arriba.

Ya victorioso, impulsado por el fenómeno López Obrador y Morena, el gobernador electo Bonilla se dejó querer y aceptó la propuesta de Peralta para seducir a la mayoría del Congreso local, sacando adelante la llamada Ley Bonilla.

Buscando ampliar de dos a cinco años el período para el que fue electo en las urnas, de las aduanas de Peralta salieron los recursos con los que convencieron a los legisladores de oposición que le regalaran a su adversario, que los acababa de derrotar, tres años de gobierno.

El presidente López Obrador debió cargar con el muerto y con el desprestigio que significaba que Morena y Yeidckol Polenvsky avalaran semejante engendro legaloide al margen de lo que dicta la Constitución.

Todavía la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, resbaló y fue exhibida traicioneramente por el propio gobernador Bonilla en el día de su toma de posesión, difundiendo en vivo el pronóstico de que los cinco años “pervivirían”.

Pues el martes pasado el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación emitió su dictamen, y de manera unánime los magistrados rechazaron la Ley Bonilla. Para ellos, el engendro no pervive.

El dictamen fue enviado ya a la Suprema Corte de Justicia donde será difícil que sea rechazado, dada la contundencia del dictamen.

La Ley Bonilla, con su gobernador bajacaliforniano, su padrino Peralta y su madrina Polevnsky pasarán a la historia como un ignominioso caso contra la democracia.

Pero como si eso fuera poco, apenas pasa un mes de que tomó posesión y el gobernador Bonilla ya mostró el cobre del que está hecho su gobierno, con un mega escándalo de corrupción a su interior.

Tres de sus funcionarios de primer nivel se vieron involucrados en denuncias de sobornos interpuestas por proveedores del recién estrenado gobierno morenista.

La Secretaria del Bienestar, Cynthia García Soberanes, y el Oficial Mayor, Jesús Nuñez Camacho, fueron exhibidos -y obligados a renunciar- luego de que se difundieran grabaciones en las que presuntamente solicitaban entre 25 y 28 millones de pesos de moches a cambio de licitaciones y contratos públicos.

Las acusaciones alcanzaron también al secretario de Gobierno, Amador Rodríguez Lozano, quien se deslindó de sus compañeros de gabinete que ya fueron reemplazados.

Y con el cinismo que ya le caracteriza, como cuando soltó la carcajada el día en que traicionó con la difusión del video a la secretaria de Gobernación, el gobernador Bonilla salió al paso para decir que no toleraría actos de corrupción en su gobierno.

¿Acaso ignoraba el mandatario bajacaliforniano los sobornos que pedían sus muchachos, no los de abajo, sino los de primer nivel, los de todas sus confianzas, a 33 días de asumir el gobierno?

¿O acaso sí lo sabía y por ello premió a Cynthia García Soberanes con la Secretaría del Bienestar, a pesar de que el pasado 27 de septiembre su chofer fue sorprendido por un retén militar, con 2.6 millones de pesos en efectivo ocultos en su camioneta? ¿Para quién?

Por eso la pregunta es recurrente. ¿Qué les debe el gobierno de la Cuarta Transformación a Jaime Bonilla y a Ricardo Peralta para que se les solapen acciones infames que riñen con el evangelio que todos los días se profesa desde el púlpito de la Mañanera?

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