15 de noviembre 2018
Política
Blackrock: ¿Un extraño enemigo?
Larry Fink, el CEO de Blackrock, se reunió a puerta cerrada con AMLO. ¿De qué hablaron y por qué importa tanto este grupo financiero? Se trata de un grupo que maneja 6.3 billones de dólares a nivel global y que tiene intereses en el NAIM, en el polémico contrato petrolero de Sierra Oil and Gas y en el gasoducto Los Ramones
Por Rodrigo Carbajal
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Éste es el único ejecutivo de Wall Street que tuvo acceso directo a todos los candidatos presidenciales mexicanos, incluido el ahora Presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
Su nombre es Larry Fink, el CEO de Blackrock, la empresa privada más poderosa de todo el sistema financiero global, una entidad que administra 6.3 billones de dólares en activos.
Sus negocios en México lo vuelven cada vez más influyente en el país. Sin embargo, sus intereses se cruzan con el proyecto de la Cuarta Transformación.
En los círculos financieros mexicanos se dice que todo Secretario de Hacienda mexicano que realice un viaje a Nueva York está prácticamente obligado a llegar a una reunión de cortesía en el número 55 Este de la Calle 52, la matriz de Blackrock en el distrito financiero de Manhattan.
Esta firma de administración de activos es uno de los principales tenedores de deuda soberana mexicana. Hasta cierto punto, la empresa de Larry Fink tiene en sus manos el poder de mover al peso y el riesgo país de los bonos M.
No existe información completa sobre cual es el control de facto que tiene Blackrock sobre las finanzas públicas del país. Lo que sabemos es que éste es el mayor inversionista institucional de México, que el 61 por ciento de la deuda soberana está en manos de no residentes en el país y que más del 80 por ciento de este monto es manejado por empresas como Blackrock. Estamos hablando de más de 75 mil millones de dólares, casi la mitad de las reservas internacionales de Banco de México.
Esto se vuelve altamente relevante en un momento en el que los bancos de inversión y las firmas calificadoras han puesto en tela de juicio la relación de los mercados con el eventual gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
El Presidente electo necesita de la aprobación tácita de Blackrock para navegar las turbulentas aguas de un entorno financiero que se complica cada día más.
Pero hay un problema: Blackrock representa el principal respaldo financiero de tres de los mayores proyectos económicos de la administración de Enrique Peña Nieto:
- El histórico yacimiento Zama que se le adjudicó a Sierra Oil and Gas en la primera licitación petrolera del sexenio.
- El Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, del cual Blackrock es uno de los principales tenedores de bonos.
- La segunda fase del gasoducto de los Ramones, una obra valuada en 900 millones de dólares
Se trata de tres proyectos que están bajo la lupa de López Obrador. El NAIM ya está siendo sujeto a revisión y su futuro está en el aire, mientras que el primer contrato de la reforma energética en ser auditado será precisamente el de Sierra Oil and Gas.
El 7 de mayo, AMLO y Fink tuvieron una reunión a puerta cerrada. Carlos Urzúa, quien será Secretario de Hacienda en el próximo gobierno, dijo de manera textual que el Presidente Electo y el CEO de Blackrock “hicieron clic”.
La luna de miel podría durar muy poco. Blackrock ha apostado fuerte por construir una posición sólida en México a través de prominentes figuras empresariales que hoy no necesariamente ven con buenos ojos a López Obrador.
En el 2015, la empresa de Larry Fink gastó 71 millones de dólares para adquirir Infraestructura Institucional, el vehículo financiero que creó Jerónimo Gerard para financiar, entre otros proyectos, dos obras de infraestructura del empresario Juan Armando Hinojosa y la creación de Sierra Oil and Gas.
Dos años después, Blackrock compró la unidad de administración de activos de Banamex por 350 millones de dólares.
El alcance de Blackrock en México es tal que incluso es dueño de una cárcel privada en Coahuila. La empresa adquirió el contrato que se le había asignado en el 2010 a Grupo Tradeco, considerada como la constructora favorita del sexenio de Felipe Calderón y que fue inhabilitada por esta administración. De acuerdo a información de la Auditoría Superior de la Federación recabada por Reuters, éste es un negocio de 1,281 millones de pesos al año.
La influencia de Blackrock en el país va más allá de su tenencia de activos mexicanos. Larry Fink ha aprovechado la laxa puerta giratoria entre gobierno e iniciativa privada.
El ejemplo más notable es el de Gerardo Rodríguez Regordodosa, el subsecretario de Hacienda en el gobierno de Calderón que fue contratado por Blackrock en el 2013 después de una carrera de 14 años en el servicio público.
La mano de Larry Fink también se hizo presente en la designación del actual director general de la subsidiaria de Pemex PMI Comercio Internacional, Isaac Volin Bolok, que dejó Blackrock en el 2016 para ocupar un puesto directivo en la paraestatal mexicana.
La conexión mexicana de Fink se cierra en la familia Slim, que es accionista de Blackrock. De hecho, Marco Antonio Slim es el único personaje proveniente de alguna economía emergente que es parte del Consejo de Administración de Blackrock.
En Estados Unidos, Larry Fink es conocido como el buen oligarca, un hombre que ha sido candidateado para ser Secretario del Tesoro en más de una ocasión. La revista Vanity Fair lo ha descrito como el hombre detrás de la cortina, el personaje más poderoso de la economía poscrisis.
El futuro financiero de México y el futuro político de la Cuarta Transformación dependen en gran medida de Blackrock y Larry Fink, el buen oligarca, pero oligarca al fin.