Biden en negación

Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Pero en el caso de los Estados Unidos, no hay peor presidente que el que se niega a aceptar su realidad. Mal le está saliendo al demócrata Joe Biden su gira de control de daños sobre su desastroso debate, el primero que tiene con su rival republicano Donald Trump.

El eje de esa “vuelta a la página” fue la entrevista exclusiva que el inquilino de la Casa Blanca le dio al periodista y analista político de ABC News, George Stephanopoulos. Si una palabra define esa entrevista es “negación”. El presidente simplemente no aceptó que tiene un problema de salud, eventualmente neurológico, que lo hace desconectarse por momentos de la realidad.

Un agudo Stephanopoulos le inquirió si personajes de la talla de la muy respetada Nancy Pelosi le pedían que considerara su postulación lo haría. El periodista recibió una fría respuesta de Biden: “Eso nunca va a suceder”. Y ayer miércoles, la poderosa e influyente líder demócrata ya lanzó una alerta urgiendo al presidente norteamericano a que tome él una decisión. Pero ella no lo urgió a mantenerse en la contienda.

De hecho, ya aparecen en el horizonte senadores demócratas como Peter Welch, de Vermont, quienes abiertamente están pidiendo formalmente que el presidente decline de  buscar su reelección.

Biden insiste en ser el único capaz de repetirle la derrota a Donald Trump. Y su mantra de los últimos días es: “No me voy a bajar de la carrera presidencial. Las élites políticas que dominan algunos ricos demócratas están equivocadas”. Un discurso muy similar al de los fifís que son los eternamente culpables de los males del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Y Biden repite una y otra vez el complot de las élites, a pesar de que el 72 por ciento de los norteamericanos y el 59 por ciento de sus correligionarios demócratas están convencidos de que, por su edad y por su estado de salud, no es apto para continuar otros cuatro años en la Casa Blanca.

Pero los hechos se encargan de recordarle lo vulnerable que es. En el “cuarto de guerra” de Biden se empeñan en negar las investigaciones que revelaron que durante los últimos ocho meses, un experto en la enfermedad del Parkinson del Walter Reed National Military Medical Center, el doctor Kevin Cannard, visitó la casa presidencial en ocho ocasiones. Una de esas visitas habría sido personal, directa con el presidente Biden y las restantes siete fueron encuentros con el médico de cabecera del mandatario norteamericano.

Cualquiera con una pizca de sentido común concluye que el presidente de los Estados Unidos no resiste una batería de pruebas cognitivas y de funcionalidad de su cerebro. Abundan tantos casos en video en los que Biden se pierde, lo mismo en el discurso que al estar caminando sin rumbo fijo en reuniones públicas.

Si lo que está en juego es el liderazgo de la nación más poderosa del planeta, desde el Congreso norteamericano o desde las mismas entrañas del Partido Demócrata se deberían de exigir esos exámenes. Si se los practican a un futbolista o a cualquier basquetbolista para garantizar su condición física y estado de salud, ¿por qué no hacerlo con un presidente o con un candidato a la Presidencia?

Lo que hoy transmite Joe Biden es ansiedad, temor y angustia de saber que el episodio de pérdida del sentido se le pueda disparar en cualquier momento, entre hoy y el 18 de agosto, cuando se elija al candidato presidencial en la Convención Demócrata.

Por ahora, baste saber que la exigencia entre los demócratas crece para cambiar de candidato y que en distintos frentes se discute con seriedad quién sería el mejor o la mejor rival del republicano Donald Trump.