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22 de noviembre 2024

9 de abril 2019

¡Que alguien me explique!

AMLO “regala” dinero

Desde la burbuja del privilegio de la élite privada, es fácil criticar los programas sociales del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. No se trata de “regalar dinero”, sino de atender problemáticas creadas por años de ausencia del Estado y por prácticas empresariales que fomentan la informalidad y la precariedad laboral

Por Ramón Alberto Garza

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Una de las críticas mas furibundas de quienes no comulgan con la Cuarta Transformación es que el presidente Andrés Manuel López Obrador finca su popularidad en “regalar dinero”.

Que lo hace por igual con los mexicanos de la tercera edad que con los llamados ninis, a quienes les da becas para estudiar o para adiestrarse dentro de alguna empresa.

Dicen esos críticos que un gobierno que vive de “dádivas” está condenado al fracaso, porque el dinero nunca le va a alcanzar.

Olvidan quienes desde su posición de privilegio económico y social se enfurecen por estas políticas públicas que el asistencialismo tiene sus raíces en algo más que la intención de “regalar dinero”.

Si a cientos de miles de mexicanos de la tercera edad se les otorgan dos mil 500 pesos mensuales para que vivan con menos penurias sus últimos años de vida, es porque la mayoría de los adultos mayores no tienen lo suficiente ni para comer. Viven de la caridad familiar o la compasión del vecino.

Son en su mayoría mexicanos que durante décadas trabajaron productivamente, pero a quienes sus patrones les regatearon los esquemas de seguridad social o que por estar auto empleados, viviendo al día, transitaron siempre en la informalidad.

Si esos mexicanos de la tercera edad hoy necesitan de una ayuda para sobrevivir, obedece en parte a que fueron abusados en el otorgamiento de sus justas prestaciones.

Si sus patrones les hubieran pagado el Seguro Social y el Infonavit, tendrían pensión y con ello lo mínimo para sobrevivir sus últimos años.

Sin medios para subsistir, el Estado no puede cerrar los ojos a lo que es de facto una grave crisis social.

Que esperaríamos, ¿que frente al incumplimiento patronal o a la informalidad se dejara morir de hambre a esos mexicanos imposibilitados de trabajar?

Lo mismo sucede con los llamados ninis. En las décadas de los 60 y los 70 el Estado podía garantizar una educación superior a quien la buscara. Hoy ya no alcanza.

Decenas de miles de jóvenes que culminaron su preparatoria son rechazados, porque los cupos en las distintas universidades son cada día más limitados.

¿Cuál es su opción? ¿Irse a buscar el sustento en la ilegalidad? ¿Servir al crimen organizado como halcones, distribuidores o sicarios?

Una salida a esos jóvenes que de verdad buscan un trabajo honesto es que el Estado financie programas de empleo entre empresas que demanden mano de obra calificada.

Trasladar el aula de capacitación al centro de trabajo y proveerle al aspirante de los recursos mínimos para que no abandone el entrenamiento por falta de recursos para alimentarse o vestirse. ¿Es esto un pecado?

Si lo viéramos desde otra óptica, el gobierno está subsidiando a las empresas la capacitación de sus trabajadores. El beneficio es para todos.

Y la única factura que esas empresas deben pagar es la de abrir espacios para crear los empleos que reciban a quienes se preparan bajo el nuevo esquema.

¿Vamos a matar esas aspiraciones para que, sin dinero, los muchachos salgan a la calle a buscar su sustento en la delincuencia?

Por eso decimos que es injusta la crítica simplista de que el presidente López Obrador “regala dinero”.

Cuando él mismo creó el primer programa de apoyo a los adultos mayores en los días en que era Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, también le llovieron cuestionamientos de populista, sobre todo del PRI y del PAN.

Pero como más pronto cae un hablador, los gobiernos tricolores y azules no tardaron en copiar el esquema, a sabiendas de que era más barato ese apoyo que las consecuencias de dejar a los adultos mayores a su suerte.

Por eso, antes de hablar, es necesario reflexionar. Desde la burbuja de clasemedieros o de privilegiados de la élite privada, es fácil criticar el remedio al mal que ellos mismos engendraron.

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