AMLO, ilegal

Un pésimo fin de semana vivió el presidente Andrés Manuel López Obrador en sus desencuentros conceptuales e ideológicos con el senador Ricardo Monreal y con la ministra-presidenta Norma Piña.

Y las posturas del inquilino de Palacio Nacional acabaron por exhibirlo como lo que es: un autócrata que desdeña la legalidad y desprecia la separación de los poderes.

Los jaloneos se iniciaron con un diferendo con el líder morenista en el Senado, Ricardo Monreal, quien defendía la legalidad por delante de la justicia, lo que propició que, en su mañanera del pasado viernes, el presidente López Obrador le respondiera.

Para el inquilino de Palacio Nacional está claro que primero está la justicia y después la legalidad. Quizás por eso siempre cita su trillada muletilla de “Y no me salgan conque la Ley es la Ley”.

El senador Monreal acusó recibo y le dejó claro al presidente López Obrador que la justicia debe estar implícita en lo que es legal.  El legislador morenista recordó que “si algo es legal, debe también ser justo”.

Y aquí valdría un ejemplo. Si un padre que le asesinan a un hijo decide tomar un arma y aplicar la justicia matando al victimario de su hijo… ¿estamos frente a un acto de justicia, aunque sea ilegal? ¿Bajo ese supuesto, el presidente López Obrador le daría a ese padre de familia patente para matar para reivindicar la justicia, haciendo a un lado la ilegalidad?

Pero el debate se ahondó el domingo cinco de febrero durante la conmemoración del aniversario de la Constitución en Querétaro.

Y en el acto oficial, el mandatario dejó en claro en dónde están sus prioridades. Y lejos de estar flanqueado por los otros dos poderes -el legislativo y el judicial- prefirió que le sentaran junto a él los secretarios de Gobernación y de la Defensa. Ése es el auténtico poder que respalda al presidente en México.

Los tres oradores adicionales al presidente López Obrador -Norma Piña, Santiago Creel y Mauricio Kuri- fueron claros en recordarle al jefe de Estado el respeto a la división de poderes.

La presidenta de la Corte no dejó pasar la oportunidad para insistir ante el inquilino de Palacio Nacional que al poder judicial se le debe respeto.

La ministra Norma Piña se refería con ello a las constantes acusaciones presidenciales de corrupción sobre los jueces, lanzadas a granel, en general, sin distingos, en abierta afrenta a la judicatura nacional y que se dan cuando los fallos no le son favorables al gobierno de la Cuarta Transformación.

En su primera aparición, al lado del mandatario como presidenta de la Corte, la ministra Norma Piña aplaudió, pero no se levantó del asiento cuando hizo acto de presencia el mandatario. Una demostración de su independencia y quizás una silenciosa, pero evidente protesta al ver al presidente flanqueado por los secretarios de Gobernación y de la Defensa, cuando esos lugares les corresponden en esa celebración a los presidentes de la Cámara de Diputados y de la Suprema Corte.

El diputado Santiago Creel recriminó ante el presidente el que se excluya del diálogo a las minorías que piensan diferente y reclamó que exista cerrazón frente al diálogo necesario con la Oposición.

Por su parte, el gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, de extracción panista, aprovechó su calidad de anfitrión para recordar que la mejor celebración a la Constitución es respetarla, en lo que fue interpretado como un abierto recordatorio al presidente López Obrador, quien en reiteradas ocasiones ha desdeñado las leyes que emanan de la Carta Magna.

Está claro que, este fin de semana, el inquilino de Palacio Nacional desgastó su pátina de demócrata y sacó a relucir sus desplantes autócratas. Él prefiere asumir su disfraz de justiciero, aún a costa de pisotear la legalidad.

¡Al diablo con las instituciones y con la Constitución también!