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15 de abril 2019

Política

AMLO en Wikileaks

La detención y probable extradición de Julian Assange a Estados Unidos plantea una pregunta: ¿ha cambiado la manera en que los servicios de inteligencia americanos ven al ahora Presidente de México?

Por Rodrigo Carbajal

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Éste es uno de los cables de Wikileaks que fueron filtrados por Julian Assange.

El documento describe una reunión de Denisse Dresser con oficiales de la embajada estadounidense en México una semana antes de la elección de 2006.

El tema central de la conversación fue Andrés Manuel López Obrador, un personaje que guarda una característica en común con Assange: ninguno de los dos es bien visto por el establishment político americano, por los liderazgos tradicionales del Departamento de Estado ni por las agencias de inteligencia estadounidenses.

La detención de Julian Assange vuelve a poner en primer plano las miles de comunicaciones de la embajada estadounidense en México con el Departamento de Estado en Washington que se hicieron públicas a través de Wikileaks.

Los cables describen a Andrés Manuel López Obrador como un populista autoritario que tiene el potencial de desestabilizar al país.

Esto plantea una pregunta: ¿ha cambiado la relación del ahora Presidente López Obrador con las agencias de inteligencia y el establishment de seguridad nacional de Estados Unidos?

Las posiciones públicas del Council of Foreign Relations, el think tank de política exterior más importante del país, sugieren que no.

Shannon K. O’Neill, la especialista en América Latina del CFR, escribió un artículo para Bloomberg en el que describe a López Obrador de la misma manera en que los cables de la embajada lo retrataban hace más de doce años: como un populista autoritario que está desmantelando la democracia en México.

Las razones de su animadversión hacia AMLO son entendibles: O’Neill y el CFR fueron unos de los más importantes aliados del Mexican Moment en el extranjero.

En el 2013, el primer año de gobierno de Enrique Peña Nieto, Shannon K O’Neill publicó cinco artículos promoviendo las reformas estructurales.

Un año después, publicó un documento clave para la relación México-Estados Unidos: Capitalizing on North America’s Promising Energy Outlook, capitalizando el prometedor horizonte energético de América del Norte.

Se argumentó a favor de una integración energética en toda la región:

“Los países de América del Norte necesitan una estrategia regional para fortalecer la infraestructura continental, expandir las exportaciones energéticas y apoyar las históricas reformas en México”.

Los autores del documento incluían a Robert Zoellick, ex Presidente del Banco Mundial y socio de Goldman Sachs; y a David Petraeus, el ex director de la CIA que ahora despacha en el fondo de inversión KKR, uno de los mayores operadores de los negocios que surgieron a partir de la reforma energética y cuya oficina regional es dirigida por el ex secretario de Comunicaciones y Transportes Luis Téllez Kuenzler.

Evidentemente, la política energética de corte nacionalista de López Obrador representa una amenaza para estos intereses.

Sin embargo, la intención del gobierno de la llamada Cuarta Transformación es no antagonizar con Estados Unidos. Todo lo contrario, el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, plantea que en este gobierno se tendrá la mejor relación bilateral en la historia.

De hecho, este fin de semana, se llevó a cabo el US-Mexico CEO Dialogue en Mérida. Asistieron, entre otros, Tom Donohue, Presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos; Larry Fink, el CEO de Blackrock; Wilbur Ross, el Secretario de Comercio de Estados Unidos; y por supuesto, el Presidente López Obrador. Fue una reunión del más alto nivel.

AMLO no es el mismo de 2006, al menos no de acuerdo a este cable de Wikileaks firmado por el entonces embajador Tony Garza.

El documento refiere una reunión con Carlos Robles Gil, un asesor de López Obrador en temas económicos y de infraestructura, que tuvo lugar apenas tres días antes del encuentro de oficiales americanos con Denise Dresser.

La conclusión del cable es que AMLO iniciaría su administración de 2006 con una “pequeña cacería de brujas” para mostrar fortaleza: iría detrás de Arturo Montiel, del ex director de Banamex, Roberto Hernández; y de los hijastros de Vicente Fox, los Bribiesca.

Las cosas han cambiado desde entonces. El Andrés Manuel López Obrador dista mucho de quién ahora se sienta con el CEO de la firma de administración de activos más grande del mundo o del cabildero empresarial más importante de Estados Unidos.

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