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18 de agosto 2025

18 de agosto 2025

¡Que alguien me explique!

AMLO, Beatriz y La Moraleja

Por fin, el nombre de Beatriz Gutiérrez Müller, la primera dama del presidente Andrés Manuel López Obrador, se asoma en el horizonte de los escándalos envueltos en conflictos de interés y de eventual corrupción

Por Ramón Alberto Garza

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Cuando en el año 2000, Vicente Fox logró sacar al PRI de Los Pinos, metió a Marta Sahagún a su alcoba. Y en los aposentos de la Cabaña Acogedora -no en la oficina presidencial- se gestaron aquellas políticas públicas que boicotearon el llamado Sexenio del Cambio.

Los devaneos de poder de la Señora Fox -combinados con la debilidad de carácter de su presidencial marido- desafiaron lo mismo al Vaticano que a la frustrada élite panista. Ella fue la auténtica coarquitecta del llamado PRIAN, trazado de su mano con Elba Esther Gordillo y Manlio Fabio Beltrones. De hecho, los hombres de empresa más acaudalados desfilaban en el comedor presidencial para pactar los grandes presupuestos, siempre con el generoso “donativo” a su cuestionada Fundación Vamos México. Incluso, Manuel Bribiesca, el hijo ambicioso y descarriado de aquella primera dama, fue su perdición para exhibir que el primer gobierno panista se declarara impotente para desterrar la corrupción.

Margarita Zavala, primera dama con Felipe Calderón, fue respetuosa e institucional en lo político. Pero dos escándalos mancharon su tránsito por Los Pinos. Uno, el drama en Sonora del trágico incendio de la Guardería ABC, concesionada a una de sus familiares y en donde por negligencia fallecieron 49 niños. Y dos, la presunta y muy cuestionada venta a Carlos Slim de la empresa Hildebrando -propiedad de Hildebrando Zavala, hermano de la primera dama, después de que el hombre más rico de México recibiera de Genaro García Luna los multimillonarios presupuestos para que Carso se adjudicara la Plataforma México.

Otra historia muy distinta, pero no exenta de final infeliz, es el cuento de hadas que rodeó a la actriz Angélica Rivera, a quien desde un script gestado para una telenovela, la convirtieron en una primera dama. Y si bien no se entrometió en diseñar políticas públicas -como sí lo hizo Marta Fox- sí fue responsable del derroche de frivolidades del sexenio de su fugaz esposo, Enrique Peña Nieto, que selló su corrupto destino con el “regalo” de la llamada Casa Blanca. Y el colorín colorado, aquel cuento de hadas presidencial  acabó en conflicto antes de que concluyera el último sexenio del PRIAN.

Viene este preámbulo a cuento, porque -por fin- el nombre de Beatriz Gutiérrez Müller, la primera dama del presidente Andrés Manuel López Obrador, se asoma en el horizonte de los escándalos envueltos en conflictos de interés y de eventual corrupción. Su mudanza a vivir a España, con su hijo Jesús Ernesto, en el exclusivo barrio de La Moraleja, en Madrid, revela por fin el auténtico rostro de esta primera dama que navegó todo el sexenio de su marido como inocente y frágil “compañera”, pero que en realidad se transformó en un muy discreto y oculto poder tras el trono, de un hombre que acabó manipulado por sus pasiones ideológicas. Contemos el cuento.

Falso que Beatriz Gutiérrez Müller fuera un personaje ajeno al gobierno de la Cuarta Transformación y que sólo se dedicara a atender sus labores académicas y las necesidades de sus aposentos en Palacio Nacional y la educación de su único hijo. Si un calificativo se le puede asignar a la “compañera” Beatriz después de los seis años al lado de Andrés Manuel López Obrador es el de haber sido “la mano que meció la cuna”.

Pero, a diferencia de Marta Fox, que buscaba el poder para hacer negocios, la “compañera” Beatriz buscaba el poder para influir y darle rumbo ideológico al gobierno de su marido, con quien contrajo matrimonio en 2006, después de que en 2003 enviudó el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

Fue la Beatriz Gutiérrez Müller de entonces una de las articuladoras del clan ideológico que se gestó en torno al extremista italiano Massimo Modonesi, creando con él y otros personajes de la izquierda radical -como Jesús Ramírez- una secta que implementaría en México las tesis del teórico marxista Antonio Gramsci. En esa tesis se exaltaba el combate de las élites dominantes, a través de la destrucción de su ideología y la implantación de la cultura marxista. Por ahí transitaron los cambios que Marx Arriaga -un hombre muy cercano a “la compañera” Beatriz- hizo en los nuevos y cuestionados libros de texto gratuitos para primaria, plagados de ideología comunista.

Eran Beatriz Gutiérrez Müller -operando en concierto con Jesús Ramírez y con Epigmenio Ibarra- los articuladores de la narrativa de la Cuarta Transformación. El auténtico operativo del discurso presidencial se pactaba entre la “compañera” Beatriz y el “compañero” Jesús Ramírez, un personaje mediocre, resentido, enojado con la vida porque jamás pudo ser un periodista de excelencia. Beatriz y Jesús -los dos “Gramscistas” adoctrinados por su gurú  Massimo Modonesi- acordaban desde la tarde anterior los temas que se abordarían la mañana siguiente. Eso daba oportunidad a que, por la noche, la “compañera” Beatriz sembrara esos temas antes de irse a dormir, en el inconsciente de su marido, el presidente en funciones.

Esa dinámica es la que explica -por ejemplo- la narrativa de confrontación en la que -por capricho de Beatriz Gutiérrez Müller- el presidente Andrés Manuel López Obrador entró en conflicto abierto con el gobierno de España, al que le exigía pedir una disculpa a México por los excesos, los abusos y la violencia desplegadas en la conquista. Nunca reparó la “compañera” Beatriz que España como tal no existía en 1521. Y que Hernán Cortés encabezaba una coalición de tropas castellanas, uno de los reinos que en 1556 forjarían la nación española. La diatriba del perdón de la “compañera” Beatriz llevó no sólo al rompimiento con el gobierno español, sino con el cese de toda relación, incluyendo la no invitación del rey Felipe VI a la toma de posesión de la presidenta Claudia Sheinbaum. Un hecho nunca visto entre dos países hermanados por lenguaje, cultura e historia.

No fue, sino que se dio el descomunal fracaso de las políticas lopezobradoristas en seguridad, salud, educación y finanzas públicas, que Beatriz Gutiérrez Müller se vio obligada, en el último año, a tomar distancia de su presidencial marido. Y fue así que su separación fue inevitable.

El hombre de Palacio Nacional se fue a “La Chingada”, su finca en Palenque. Ella dijo, públicamente, que no lo acompañaría, que se dedicaría a continuar educando a su hijo -ya mayor de edad- en la Ciudad de México. Pero mintió una vez más. La “compañera” Beatriz acabó guardando en un cajón sus filias y sus fobias ideológicas sobre la Madre Patria. Y esta semana, el diario ABC de España confirmó que la “compañera” Beatriz se fue con su hijo Jesús Ernesto a vivir al exclusivo barrio de “La Moraleja”.

La pregunta que todos nos hacemos es ¿con qué recursos económicos la esposa del apóstol de la “justa medianía” puede darse ahora un autoexilio de lujos en el país al que tanto le exigió cuentas?

Hoy, Beatriz Gutiérrez Müller se suma a Enrique Peña Nieto y a Felipe Calderón -los dos últimos presidentes prianistas- para vivir su exilio dorado en España, un país que no tiene tratado de extradición con México. Cualquier acusación en su contra, hoy están a salvo. No se les puede requerir. De ese tamaño son los miedos de la “compañera” Beatriz. Por eso guardó sus críticas a España. Y “la moraleja” es clara: cuidado con lo que odias, porque el destino te puede llevar a dormir en los brazos de aquel al que llamaste tu enemigo.

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