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¡Que alguien me explique!

Allende, AMLO y don Eugenio

¿Para recordar los 50 años de la muerte del comunista chileno Salvador Allende sí hay homenaje y para recordar los 50 años del asesinato de un mexicano ilustre y progresista como don Eugenio Garza Sada no?

Por Ramón Alberto Garza

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El presidente Andrés Manuel López Obrador es alérgico a los viajes internacionales. Son contados con los dedos de una mano los que ha hecho en estos cinco años de gobierno.

Desprecia las reuniones cumbres, sean de G20 o de cualquier grupo en el que México es incluido. No asiste a tomas de posesión de presidentes amigos, como tampoco va a reuniones para discutir los grandes problemas globales, como el medio ambiente.

Pero que no se trate de un asunto ideológico porque ahí sí está puesto y en primera fila. Como el viaje a Chile que acaba de concluir para recordar los 50 años de la caída del presidente Salvador Allende, sucedida el 11 de septiembre de 1973.

Todavía recuerdo cuando el general Augusto Pinochet consumó aquel golpe de Estado, en una operación atribuida a la CIA, que acabó con la vida del mandatario socialista. Una versión dice que murió en el Palacio de la Moneda, de un tiro que le propinaron los militares golpistas. Otra versión, que se suicidó. Sea como fuere, el tiempo les dio a Allende y a Pinochet su lugar en la historia.

En aquel México de 1973, el que gobernaba Luis Echeverría, otro presidente mexicano que llevó al país al desastre, el gobierno abrió las puertas a cientos de chilenos que buscaron el exilio. Unos eran políticos o académicos que enriquecieron la cultura mexicana; otros guerrilleros y terroristas que vinieron a engrosar las filas de grupos armados, como la Liga Comunista 23 de Septiembre.

Echeverría tenía debilidad por Chile y, sobre todo, por la familia Allende. Tanto que entre los asilados llegó Pedro Vuskovic, el ministro de Economía que acabó asesorando al presidente de la Guayabera en los últimos tres desastrosos años de su gobierno, los años de la guerrilla urbana, las invasiones de tierras, la Ley de Asentamientos Humanos y otras ideas importadas.

La euforia mexicana hacia los exiliados chilenos es descrita por Ruth Vuskovic, la hija del ministro allendista, con estas palabras:

“Y nos abrieron sus espacios los mexicanos, nos dieron trabajo, ¡nos inventaron trabajo! Bueno, a mí me tocó, tal vez por mis conexiones familiares, mucho apoyo (…) mucho abrir puertas, mucho respeto hacia lo que habían sido nuestras cosas, nuestras luchas, nuestras organizaciones; por lo tanto, decir que uno había sido comunista, o decir que yo era la nuera de Corvalán, todas esas cosas implicaban un respeto tremendo, o sea, no era hablar de cualquier Partido Comunista. ¡No! ¡No era hablar de cualquier Partido Comunista! Era hablar del principal Partido Comunista de Latinoamérica”.

Por desgracia, tras aquel exilio comunista que se inició el 11 de septiembre vino seis días después el intento de secuestro y asesinato de don Eugenio Garza Sada, el líder empresarial de Monterrey.

Fue obra material de guerrilleros de la Liga Comunista 23 de Septiembre, los que pensaban como muchos de los exiliados chilenos que entonces no cumplían todavía una semana en suelo mexicano. Guerrilleros tan vanagloriados hoy en los nuevos libros de texto de la Cuarta Transformación.

El próximo sábado 17 de septiembre también se cumplirán 50 años del artero asesinato de don Eugenio Garza Sada, el forjador de una estirpe empresarial y de empresas que son las mayores generadoras de empleo en México y el extranjero, con más de 300 plazas laborales.

¿Merecerá el prócer industrial mexicano un homenaje a su memoria por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien sí se dio el tiempo para viajar hasta Chile a rendirle tributo a Salvador Allende?

¿O se apegará el inquilino de Palacio Nacional al script que le marcan sus libros de texto, en donde le rinden culto a los asesinos, no solo del empresario regiomontano, sino a los del empresario jalisciense Fernando Aranguren, secuestrado y asesinado un mes después que don Eugenio?

Cuando el mandatario de una Nación sale a rendir pleitesía a héroes extranjeros y no reconoce el mérito y el honor de los héroes de casa, estamos en decadencia.

A Salvador Allende se le venera, entre otras cosas, por haber creado el primer Seguro Social de América Latina en 1942, un año antes que el Seguro Social mexicano.

Olvidan que, en 1917, el empresario Isaac Garza fundó en Monterrey la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa que alentaba la educación para trabajadores y sus familias en sus empresas, que establecieron el primer servicio de seguridad social médica en 1925 -18 años antes que el Seguro Social- y fundaron en 1957, ya con don Eugenio al frente, el primer sistema de prestaciones de viviendas para los trabajadores, 15 años antes de que naciera el Infonavit.

¿Para recordar los 50 años de la muerte del comunista chileno Salvador Allende sí hay homenaje y para recordar los 50 años del asesinato de un mexicano ilustre y progresista como don Eugenio Garza Sada no?

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