1 de enero 2019
¡Que alguien me explique!
2019: Reconciliación o quiebre
El 2018 le pasó la factura al cinismo político-empresarial que ha saqueado a México con vergonzosas y criminales dosis de corrupción e impunidad. El discurso de la Cuarta Transformación destila los anhelos de todos. La pregunta de fondo es cuánto de eso es posible. El reto del 2019 será conciliar lo deseable con lo posible
Por Ramón Alberto Garza
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El 2018 fue el año de pasarle la factura al cinismo político – empresarial que viene saqueando a México con vergonzosas y criminales dosis de corrupción e impunidad.
Y como consecuencia de la gran sacudida en las urnas, el 2019 será el año de la reconciliación, de la redefinición del rumbo… o si fallamos, del gran quiebre.
En el Nuevo Año que hoy se inicia tenemos que estar listos, en alerta permanente, desactivando la siembra de odios para no caer en la cosecha de tempestades. De uno y otro lado. Descartar y descontar los extremos.
El enorme reto del 2019 para México será el de conciliar lo deseable con lo posible. Trazar una ruta crítica para que las visiones que hoy chocan identifiquen ese punto de encuentro que permita construir futuro, sin destruir por destruir.
El discurso de la Cuarta Transformación destila los anhelos ciudadanos de lo deseable. La pregunta de fondo es cuánto de eso es posible. Cómo evitar que la frustración se transforme en rencor.
O mas puntualmente dicho, en qué tiempos lo que se promete puede ser posible, para que la revolución de las expectativas no colapse en un nuevo y quizás último desencanto que rompa con violencia la frágil civilidad.
Qué hacer para que la última llamada no convierta el 2019 en la última llamarada.
El discurso de quienes se oponen a ceder algunos de los privilegios que lograron con el concubinato entre la política y el capital, destila miedo, fabrica escenarios de catástrofe y pone sus dineros al servicio de la difusión del inevitable cataclismo que se avecina.
Hacen lo que sea necesario para que el urgente cambio no les arrebate lo que ellos mismos arrebataron con sus privatizaciones y negocios entre amigos.
Lo que haga falta para conservar el salvavidas que se crearon tras el error de diciembre, lo mismo con el Fobaproa que convirtiendo a Pemex, a la CFE y a la obra pública en sus chequeras personales.
Esas voces condenan hoy el clientelismo populista, sin darse cuenta que con su avaricia, su apetito insaciable por los dineros públicos, hicieron de México una fábrica de pobres.
Trece millones más de miserables, en los años de la mayor bonanza petrolera, con barriles de crudo por encima de los 100 dólares. Eso es criminal.
Sostener un modelo así ni es deseable, ni es posible. Y sin buscar el mal de muchos para consuelo de los tontos, el drama no es solo para México. Es global.
Se vive en los Estados Unidos de Trump, en la Inglaterra de May, en la Alemania de la Merkel, en la Italia de Conte y Salvini, en la España de Sánchez, en el Brasil de Bolsonaro y en la Argentina de Macri.
El modelo del capitalismo de cuates colapsa. Lo mismo en países que se dicen de derecha que en aquellos que enarbolaron las mejores causas desde la izquierda.
Odebrecht, el mas claro ejemplo global de corrupción y amasiato ente la política y los negocios, se gestó desde el Brasil gobernado por la izquierda de Lula y de Dilma Russef.
El capitalismo de cuates no respeta ideologías, pero se defenderá de quienes desde la izquierda o desde la derecha intenten no solo encararlo, sino desarticularlo.
EL 2019 tendrá que ser el año en la que se encare a esa casta que hizo de México una Sociedad Anónima, en la que solo ellos cobran jugosos dividendos.
Desde una llamada telefónica, hasta la construcción de un aeropuerto. Desde el reparto del ejido energético en el Golfo de México hasta la concentración de los títulos de explotación minera en unas cuantas manos.
EL 2019 será el tiempo de sentarse a la mesa a replantear el modelo. Para aspirar a una transición, evitando un rompimiento. Para lograr la transformación, sin que nos destruya el quiebre. Vamos de por medio todos, parejo.
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