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Tamaulipas en guerra

Los memes diseminados por las redes sociales comparando a esa frontera tamaulipeca con Siria, lejos de ser cómicos son muy trágicos

Por Ramón Alberto Garza

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Cualquiera ciudadano del mundo que vea las imágenes del pasado viernes por la noche y el sábado en la madrugada en Reynosa, concluirá que son pasajes dignos del infierno de una guerra sin cuartel.

Los memes diseminados por las redes sociales comparando a esa frontera tamaulipeca con Siria, lejos de ser cómicos son muy trágicos.

¿Cómo se llegó a una situación en la que los cárteles acabaron por convertirse en el gobierno de facto y ahora que se les busca meter en cintura, desatan su propio apocalipsis?

No es una, sino distintas respuestas las que lanzaron a ese puerto fronterizo, paso obligado no solo de mercancías sino de cientos de miles de turistas, a un estado de castástrofe.

La primera causa, sin duda, fue la incompetencia por decir lo menos o la complicidad, que es lo mas seguro, de las autoridades municipales, estatales y federales para entregar o vender las plazas al mejor postor.

Cualquier que revise los expedientes históricos de Tamaulipas encontrará ese eterno estrecho vínculo entre autoridades y cárteles.

Pero esas relaciones peligrosas se transformaron en total complicidad, cuando las ambiciones políticas y personales de esos gobernantes convirtieron a los cárteles en los financiadores de sus campañas primero y de sus desbordados estilos de vida después.

Gobernadores, alcaldes, jefes policíacos, acabaron vendiéndole su alma al diablo sin reflexionar que al hacerlo existe un punto de no retorno en el que se les tiene que dar todo y no se puede esperar nada.

Pregúntenle hoy a Tomas Yarrington o a Eugenio Hernández si acorralados y denunciados como están, volverían a repetir el esquema de tolerancia o complicidad con el que trataron a los cárteles del Golfo y a Los Zetas.

La segunda causa está en esa enferma relación entre los gobierno federal y estatal en el que nadie asume responsabilidades, todos se echan culpas.

Y la única función que tiene el Estado, que es la de resguardar la vida y las propiedades de sus ciudadanos, es sepultada por un alud de intereses que en principio todos creyeron que lo compraría todo, incluso su eterno y lujoso bienestar.

Pero los acuerdos de un gobierno alcanzan hasta que viene el nuevo gobierno, que busca sus propios pactos, sus propios acuerdos, sus propios negocios.

Pregúntenle al nuevoleonés Natividad González Parás o al veracruzano Fidel Herrera, por citar dos emblemáticos casos que arrancaron la desarticulación de seguridad en sus estados.

O mas actual, cuestionen a Jaime Rodríguez Calderón que vuelve a poner a Nuevo León en jaque con la inseguridad –en las calles y en los penales- porque desairó la fórmula de recuperar el Estado y que venía operándose con éxito entre el gobierno de su antecesor y los empresarios.

¿Cómo pretendía recuperarla “El Bronco”? ¿Importando como procurador de Nuevo León al nayarita Edgar Veytia, hoy señalado en Estados Unidos como protector y financiero de los cárteles que relevarán a Sinaloa, Golfo y Zetas?

Pero la tercera causa es la mas preocupante, y está en la apatía de los líderes del sector privado que pudiendo golpear mas fuerte en la mesa, no solo toleran, sino incluso se hacen cómplices silenciosos de gobernadores y de jefes policíacos.

Si Tamaulipas es hoy territorio perdido, incendiado, también obedece a la apatía de aquellos ciudadanos que ignorando una realidad, pensaron que mas temprano que tarde las aguas tomarían su cauce. Ese silencio acabó por crear su propio infierno. Ahora ¿quién lo apaga?

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