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¡Que alguien me explique!

TLC contra la pared

Ni el mexicano Ildefonso Guajardo, ni la candiense Chystia Freeland aceptaron las condiciones que quería imponer Estados Unidos en la renegociación del TLC

Por Ramón Alberto Garza

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“Francamente estoy sorprendido y decepcionado de que no haya habido disposición para aceptar nuestras propuestas”.

La cita de lamento es de uno de los renegociadores líderes del Tratado de Libre Comercio, pero contra lo que se pudiera pensar no es ni del mexicano ni del canadiense.

Robert Lighthizer, el negociador estadounidense, dijo: “Me duele y me decepciona la resistencia de las dos partes que aquí me acompañan. Coincidimos en el primer objetivo, pero a veces no aceptan criterios que ya habíamos aceptado en el pasado” .

El enviado de Donald Trump cerró ayer con estos lamentos,  que traen escondido un dejo de amenaza, la cuarta ronda de renegociaciones del tratado comercial mas importante hoy en el mundo.

Lejos de que el cónclave en Washington cerrara en buenos términos, se exhibieron serias fricciones. Pero sobre todo los caprichos y las sinrazones de un gobierno estadounidense  empecinado en imponer sus condiciones. Eso no es negociar.

Ni el mexicano Ildefonso Guajardo, ni la candiense Chystia Freeland, dieron su brazo a torcer. Y con mucha dignidad no aceptaron las condiciones que quería imponer la contraparte.

Los tres puntos de fricción al cierre de la cuarta ronda de negociaciones tienen que ver con exigencias estadounidenses.

Una, la de que los autos que se produzcan en México o Canadá y se vendan en los Estados Unidos incluyan una integración del 85 por ciento de autopartes de los tres países y 50 por ciento estadounidenses.

Un planteamiento absurdo, porque los costos de producción se elevarían sensiblemente y en consecuencia se escalaría el precio al consumidor lo que restaría competitividad.

Un segundo diferendo es el de dar por terminados los mecanismos de solución de controversias, lo que significaría un severo retroceso, puesto que Estados Unidos intenta fijar sus arbitrajes, incluso renegando de reglas internacionales como las de la Organización Mundial del Comercio.

Y ni que decir de la mas controvertida de todas las exigencias, que es la de incluir una cláusula de expiración automática al TLC para que sea revisado o cancelado cada cinco años.

La petición estadounidense, una vez mas, es absurda. ¿Qué empresas van a querer invertir en la zona del TLC cuando saben que sus inversiones pueden no ser útiles en un período de cinco años?

Por eso es que el secretario de Economía de México, Ildefonso Guajardo, llamó a quitar de la mesa de negociaciones la intransigencia. Para instalarse en la sensatez.

Está mas que claro que el gobierno de Trump busca imponer sus condiciones a cualquier precio, incluso como el propio presidente norteamericano lo ha dicho, cancelando el acuerdo comercial.

Pero lejos de someterse y arrodillarse, los mexicanos y canadienses, que dicho sea de paso son equipos mas capaces que los estadounidenses, se muestran por ahora aliados  para no ceder en lo irrenunciable.

Pero dados los limitados resultados, no duden que la próxima jugada de Trump será acabar de seducir a Justin Trudeau para firmar un acuerdo de comercio bilateral con Canadá, sin México en la mesa.

Si eso sucede, los canadienses estarían no solo traicionado el espíritu que animó en origen al TLC, sino entregándose como rehenes a quien en los sucesivo les fijará las reglas del juego.

Hay que esperar hoy el tuitazo que sobre esta fallida negociación emita Trump. Ahí veremos de qué amaneció. Y en un descuido golpea la mesa, se levanta y se va. Ojalá que recapacite.

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