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29 de marzo 2016

Opinión

Liébano y Colosio

¿Qué habría sido de México si Luis Donaldo Colosio hubiera asumido el timón presidencial en aquellos días de tormenta?

Por Ramón Alberto Garza

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Hace unos días, el pasado 23 de marzo, recordé el asesinato  de Luis Donaldo Colosio. Y fue inevitable el volver a la pregunta obligada.

¿Qué habría sido de México si Pelo Chino, como lo llamábamos afectuosamente algunos amigos, hubiera asumido el timón presidencial en aquellos días de tormenta?

Fue también inevitable el cuestionar, en dónde quedaron los miles y miles de documentos de las investigaciones sobre aquel magnicidio que cambió violentamente la ruta de un México que hoy, 22 años después, continúa agraviado, con más hambre y más sed de justicia.

No vi en los diarios, ni en la radio o en la televisión recuerdo alguno del malogrado candidato presidencial del PRI. La historia se fue al olvido.

Acaso algún asomo de evocaciones muy personales o familiares en las redes, plasmadas con más nostalgia que con el afán de encontrar, aunque sea dos décadas después, quién o quienes lo mandaron asesinar.

¿A quién se le atravesó Luis Donaldo Colosio en el camino para que la única estrategia válida para descalificarlo fuera el arrebatarle su vida?

¿Al narcotráfico? ¿A algún político que se sentía amenazado con su llegada a Los Pinos? ¿A un puñado de personajes del establishment político y económico que vieron en el sonorense la posibilidad de perder sus privilegios y sus prerrogativas, las presentes y las futuras?

Pero abro este Sábado de Gloria el diario Milenio para encontrarme con un espléndido artículo de Liébano Sáenz, el secretario particular del asesinado candidato presidencial, el hombre que le dio a México y al mundo la infausta noticia de que Luis Donaldo había muerto.

Liébano Sáenz, quien desde la secretaría particular del presidente Ernesto Zedillo, se convertiría en el secretario de Gobernación in péctore y uno de los personajes a los que la historia tendrá que reconocerle algunos méritos de la transición política del 2000.

Y no dejé de sorprenderme cuando de la pluma de ese personaje político de respeto, leí una reflexión que lo dice todo entre líneas. Y cito a Liébano Sáenz…

“Han pasado más de dos décadas de aquel trágico 1994, el período de la pérdida irrecuperable agravada por explicaciones insatisfactorias e insuficientes”.

El mismo exsecretario particular de Colosio las califica de insatisfactorias e insuficientes.

Y vuelve con agudeza para decir: “No es el error de diciembre, sino el 23 de marzo lo que debe aclararse y develarse”.

Cuidado!!!!, esto lo dice quien vivó en carne propia, más de cerca que cualquier otro mexicano, tanto el 23 de marzo de 1994 como el error de diciembre de 1994.

Pero Liébano se aventura todavía más advirtiendo: “Ya es tiempo de abrir públicamente el expediente y mostrar los elementos que cada quien incorporó a la investigación.

¿Sabe algo el ex secretario particular de Colosio y de Zedillo que exista en aquellos expedientes o es solo una intuitiva petición?

Lo dicho. Un mensaje así –escrito y publicado- es obligado a  leerse entre líneas. Máxime si quien lo dice es un mensajero no de primera fila, tampoco de entretelones, sino actor dentro de la obra misma.

Una obra que terminó en una tragedia en la que todavía pagamos con el llanto, la miseria y el abandono de millones de mexicanos a cambio de sostener las canonjías y la  impunidad para un puñado de incompetentes o corruptos privilegiados.

 

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