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21 de junio 2019

Política

Ciencia y cultura en la 4T

El entendimiento de la cultura y la ciencia por parte de administraciones anteriores, lamentablemente no fueron acompañadas de una perspectiva social

Por Eder Guevara

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Dos cifras alarmantes:

  • De acuerdo a cifras del INEGI del 2015, 4 de cada 100 hombres y 6 de cada 100 mujeres mayores de 15 años no sabían leer ni escribir. Esto equivale a casi 5 millones de mexicanos analfabetas.
  • Del otro lado del espectro, según datos de la Universidad Autónoma de Zacatecas, de 1990 a 2015, 1.2 millones de mexicanos altamente capacitados se han marchado del país. Es más, el 20% de la población de Sillicon Valley, la zona de desarrollo tecnológico más importante del mundo, está compuesta por mexicanos.

Si bien estos datos parecen reflejar fenómenos opuestos, en realidad se trata de una misma problemática: el entendimiento de la cultura y la ciencia por parte de administraciones anteriores, como actividades que sólo son relevantes para una parte minúscula de nuestra sociedad y que, lamentablemente, no han sido acompañadas de una perspectiva social. Hasta el día de hoy el arte y la ciencia han sido apoyados a través de programas que benefician a un sector diminuto de la población, que no contempla la creación de públicos ávidos de contenido artístico y científico, y que, lamentablemente han creado círculos de interés en dos actividades clave para el desarrollo del país.

En México la cifra promedio de lectura es medio libro al año. Sin embargo en el año 2014, el gobierno federal destinó un presupuesto de 236 millones 730 mil 180 pesos para el  Sistema Nacional de Creadores, el cual benefició a casi 200 artistas a nivel nacional.

Y de acuerdo a la Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología, el 83.6% de los mexicanos “admiten confiar más en la fe y muy poco en la ciencia”. Sin embargo, el presupuesto que el Conacyt otorgó al Sistema Nacional de Investigadores en el año 2018 fue de $5,152 MDP, el cual benefició a  28,633 investigadores de todo el país.

Además, tanto en el Sistema Nacional de Creadores como en el Sistema Nacional de Investigadores, diversos casos de nepotismo, corrupción e influyentismo han sido fenómenos comunes a lo largo de los años. Y si bien, los recursos destinados al desempeño de estas dos actividades quedan lejos de ser los indicados, de poco o nada servirá aumentar los presupuestos para el FONCA y el CONACYT sin antes realizar una evaluación de ambos sistemas, reformar sus reglas de operación y contemplar acciones que ayuden a vincular a los sectores especializados con el ciudadano común.

Pero un punto importante. El gobierno de la 4T debe tener en claro que el gasto en materia de ciencia y cultura es la mejor inversión que un país puede realizar y que la aplicación de políticas de austeridad en estas áreas debe sólo enfocarse a cortar privilegios y a desmantelar las redes de influyentismo y corrupción. Recordemos que según cifras de la UNESCO, México destina apenas el 0.5% del PIB a actividades de investigación y desarrollo, mientras que países como Israel y Japón invierten más del 3%. Un plan nacional de desarrollo debe contemplar la promoción de las ciencias y las artes, sí a nivel de alto desempeño, pero también entre todos sus ciudadanos.

Una sociedad donde la mayoría de la población no cuenta con interés por la ciencia y las artes será incapaz de entender el valor de estas actividades y, por lo tanto, no exigirá las políticas gubernamentales necesarias para impulsarlas. En cambio, una sociedad con un estado de bienestar, donde la mayoría de sus ciudadanos cuenten con educación de calidad, donde se promueve la lectura e investigación desde la infancia, tendrá las bases para un profundo desarrollo científico y humano.

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