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Beltrones, la denuncia

El discurso de renuncia de Beltrones a la dirigencia nacional del PRI luce como una auténtica sacudida a la conciencia de un partido en decadencia

Por Ramón Alberto Garza

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Aun no se enfriaba el discurso de renuncia de Manlio Fabio Beltrones, cuando su secretaria general, Carolina Monroy del Mazo, actualizaba ya su biografía en Wikipedia para asumirse desde ya como presidenta nacional del PRI.

En los hechos se exhibía la censura que Beltrones hacía en su renuncia sobre un gobierno falto de autocrítica, que opera sin su partido al tomar algunas de las grandes decisiones nacionales.

La instalación de una prima del presidente Enrique Peña Nieto deja en claro el por qué de los fracasos de un gobierno poco abierto e incluyente, casi incestuoso hacia la palabra Atlacomulco.

Nadie previó que Beltrones se enfermara o renunciara, y que aparecería de nuevo la sombra del Estado de México, del grupo Atlacomulco, de Alfredo del Mazo.

¿No existen otros políticos, otros empresarios, otros constructores, que no sean los del Estado de México?

Peor aún, que la nueva –aunque sea temporal- dirigente nacional del PRI fuera esposa de uno de los amigos cercanos al presidente y actual director de la Procuraduría Federal del Consumidor, Ernesto Nemer.

Juntos, Nemer y Monroy, acumulan en su limitado currículum su paso por las secretarías de Administración, Economía, Desarrollo Social y de Gobierno, todas en el Estado de México.

Por eso el muy digno y congruente discurso de renuncia de Beltrones a la dirigencia nacional del PRI luce como una auténtica sacudida a la conciencia de un partido en decadencia.

 

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