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¡Que alguien me explique!

Monterrey sin cardenal

El Vaticano anunció que en noviembre el Papa Francisco le otorgará la birreta roja cardenalicia a 19 clérigos del mundo, entre ellos al arzobispo de Tlalnepantla

Por Ramón Alberto Garza

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El Vaticano anunció que en noviembre el Papa Francisco le otorgará la birreta roja cardenalicia a 19 clérigos del mundo, entre ellos al mexicano Carlos Aguiar Retes.

Con muy sobrados méritos para serlo, el arzobispo de Tlalnepantla se convierte en el sexto cardenal mexicano, cuatro en funciones y dos eméritos.

En funciones están Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, José Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara, Alberto Suárez Inda, arzobispo de Morelia y ahora Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla.

Los eméritos, mayores de 80 años, son Juan Sandoval Iñiguez, quien fuera arzobispo de Guadalajara y Javier Lozano Barragán, quien fuera arzobispo de Zacatecas pero en servicio en el Vaticano.

Sin duda la designación del nuevo cardenal tiene el propósito de fortalecer las opciones para la inminente sucesión del controvertido cardenal Norberto Rivera Carrera, que en ocho meses pasará a ser emérito.

Pero lo que llama poderosamente la atención es la marginación en la que el Vaticano mantiene desde el 2011 a Monterrey como sede cardenalicia.

Y es que desde 1994 a la capital regia vivió el privilegio de contar con su primer cardenal, el arzobispo Adolfo Suárez Rivera. Y luego a su sucesor, Jose Francisco Robles Ortega, se le otorgó el cardenalato en el 2007.

Poco duró el gusto a los regios, porque desde el Vaticano se dispuso que Robles Ortega fuera transferido a Guadalajara, para relevar el retiro de Juan Sandoval Iñíguez.

Desde entonces los tapatíos tienen dos cardenales –uno en funciones y otro emérito- y los regiomontanos esperan en vano un asiento cardenalicio.

La Santa Sede dice que se trata de una nueva dinámica que nada tiene que ver con el tamaño o la importancia de las diócesis.

Para otros, los regiomontanos –en particular los empresarios cercanos a la Iglesia Católica- tiene dos grandes desaciertos que en tiempos del Papa Francisco, jesuita de origen, son “pecados mortales”.

El primero se dio a principios de los 70s, con la expulsión de fue los jesuitas del Tecnológico de Monterrey. Los acusaron de “revoltosos” por apoyar abiertamente la entonces amenazante Teología de la Liberación.

Eso avivó la marginación jesuítica, no solo en México, sino en el resto del continente. Y Jorge Mario Bergoglio, se inauguraba entonces como superior provincial de los jesuitas en Argentina. Vivió en carne propia la persecusión.

El segundo pecado de los regios es que su cúpula empresarial apadrinó -financieramente y moralmente- la fundación y la enorme expansión de Marcial Maciel y sus Legionarios de Cristo.

El más célebre pederasta de la Iglesia Católica fortaleció con los grandes capitals de Monterrey su imperio educativo, satanizando a los jesuitas, para acabar convertido en el individuo que mas daño le causó a la Iglesia Católica en el mundo con sus criminales abusos a infantes.

Por eso, coincidencia o no, Monterrey cumplirá cinco años marginado del cónclave cardenalicio. Y eso, para el orgullo regio, cuenta como un gran castigo divino.

Como estar expulsados del paraíso.

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