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11 de abril 2016

Opinión

Calderón, El Evangelista

En las cúpulas azules del PAN todavía abundan los olores a palmas. Como ejemplo está el arranque de campaña en Aguascalientes hasta donde fue a peregrinar San Felipe Calderón

Por Ramón Alberto Garza

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Aunque acaba de pasar la Semana Santa, en las cúpulas azules del PAN todavía abundan los olores a palmas,  se siente el lavatorio de manos y pies, reaparecen los modernos Judas y, por supuesto, abundan las crucifixiones.

Tomen como ejemplo el arranque de campaña en Aguascalientes hasta donde fue el sábado 3 de abril a peregrinar San Felipe Calderón.

De 12 estados en disputa, el último mártir azul de Los Pinos eligió ir a apoyar al candidato panista a la gubernatura, Martín Orozco, y a la candidata a la alcaldía de la capital, Teresa Jiménez.

Y en sus discursos, tanto el que dio a panistas el sábado, como el del arranque público el domingo, el ex presidente de roja memoria asumió el rol de predicador de los evangelios azules.

Una y otra vez, quizás imbuido aún por el incienso de la Semana Santa, empleó metáforas cristianas para hablar de la futura resurrección del PAN en Aguascalientes, hoy dominado por pecadores priistas.

Las audiencias no sabían si asistían a un mitin político, o si de plano estaban en una sesión de oración para el programa televisivo Pare de Sufrir.

Pero los golpes de pecho del panista que le devolvió las llaves de la casa presidencial al PRI, no correspondían a la inmisericordia de sus hechos.

Porque por un lado fue justo y generoso en elogiar a Martín Orozco como el hijo pródigo que recuperará la gubernatura,  sin repartir un plato de lentejas.

Pero por el otro, en un acto de la mas absoluta misoginia política, Calderón se dedicó a despreciar abierta y públicamente a la candidata panista a la alcaldía de Aguascalientes.

Teresa Jiménez debió sufrir en carne viva el látigo del desprecio de un Calderón que ni siquiera le dio la mano para saludarla, mucho menos se dignó a mencionarla en sus arengas y evangelios. Pesada cruz para la candidata.

Peor aún, como si fuera una acción intencional, el ex presidente se dedicó a distraerse en el estrado, y a hacer todo tipo de muecas con las manos sobre su cara, en el momento en que a la candidata azul le tocó el turno para hablar a la muchedumbre.

Eso en política tiene un nombre. Y se llama “ensuciar la foto”. Es decir, boicotear con gestos, muecas y acciones curiosas el momento, para que cuando los medios elijan la imagen, ninguna de ese instante sea útil.

Pero qué puede esperarse de un individuo que en su momento mas crucial, mas crítico, el de su sucesión, traicionó como moderno Judas a “su candidata” Josefina Vázquez Mota.

Ahora es su esposa Margarita Zavala, una muy reconocida panista y respetable mujer, la que, con elevadas posibilidades, aspira a lograr la candidatura presidencial del PAN para el 2018.

¿Qué pensará ella al ver que su marido en una mano empuña los Evangelios y en la otra un crucifijo para exorcizar los demonios femeninos?

Pero que se le va a hacer. Ese es Felipe Calderón. Pequeño de espíritu, grandioso en complejos, odios y rencores.

 

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